ANTROPOSMODERNO
Exclusiones de la lengua
Perla Hardoy

Una de las cosas que más sorprende cuando se leen o escuchan los comentarios en contra del lenguaje inclusivo es la atmósfera de ironía o burla con la que se habla del tema. Por otro lado, si la crítica va por carriles de seriedad, es la insistencia con que se incluye la palabra “forzamiento” para indicar que se intenta forzar su uso. La idea de este texto es analizar la posición desde donde se pretende sostener la discusión sobre el Lenguaje Inclusivo. Intentando alejarlo de una cuestión de valoración moral o formal.

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Una de las cosas que más sorprende cuando se leen o escuchan los comentarios en contra del lenguaje inclusivo es la atmósfera de ironía o burla con la que se habla del tema. Por otro lado, si la crítica va por carriles de seriedad, es la insistencia con que se incluye la palabra “forzamiento” para indicar que se intenta forzar su uso. La idea de este texto es analizar la posición desde donde se pretende sostener la discusión sobre el Lenguaje Inclusivo. Intentando alejarlo de una cuestión de valoración moral o formal. Empecemos por lo último (aunque sea una forma paradójica de empezar): la cuestión de utilizar la palabra FORZAMIENTO para referirse al uso del Inclusivo en terminaciones o reemplazos tales como todes…o todxs. La pregunta que correspondería hacerse es: ¿por qué este uso sería un forzamiento? Si consideramos que forzamiento es violentar un sistema instituido este uso no entraría aquí. Ya que pareciera ser que no se trata de forzar nada, sino al contrario, aceptar una modificación en el lenguaje como producto de un cambio social que está en marcha desde bastante tiempo atrás. Es decir, para ponerlo en sencillo: el cambio en el lenguaje es producto de un cambio cultural que lleva tiempo operando. O sea es efecto, no es imposición. Es un intento de encontrar nuevas palabras para nombrar cambios de lugares y funciones que ya están operando, con resistencia (peligrosas a veces) pero operando.



Pongamos un ejemplo práctico: a usted le preguntan cuántos hijos tiene, dice dos. Bien, le piden sus nombres. Usted dice María y José, bien. Entonces el interlocutor dice: “¡Ah! pero usted tiene una hija y un hijo. Usted dice sí. Pero en realidad cuando respondió dos hizo invisible a su hija. Adónde quiero llegar: a que desde que la mujer decidió dejar de ser invisible necesitó otra forma de lenguaje para nombrarse.

Otro ejemplo: Reunión de maestros, el director dice: ¿Estamos todos, empezamos? TodOs dicen sí, pero resulta que hay ocho maestrAs. Están todos pero todas son maestras. Perdón, el director sí es un todo. Es real, lo que antes se tomaba como natural ahora hace ruido, aparece como problema. Y por lo mismo necesita de propuestas y soluciones. Cambios.

Siguiendo, vayamos al principio para llegar al final. ¿Por qué cuando se habla del Lenguaje Inclusivo se lo hace con tono irónico o en forma burlona? Tal vez sea una forma de devaluarlo, restarle importancia, pero no a las nuevas palabras sino al cambio que se está operando y que resulta molesto porque invierte o modifica algunas posiciones que han resultado cómodas a lo largo de la historia. Haciendo una comparación a modo de ejemplo para que se vuelva más comprensible, se puede pensar en lo risible que son muchas veces para los adultos algunas conductas adolescentes. Generalmente las miran con condescendencia, con ironía, con una perspectiva de superioridad, como diciendo “ya se le va pasar” (podríamos poner mil ejemplos pero este no es el lugar). Y en realidad lo que vemos ahí es una incapacidad del adulto para aceptar los cambios, las diferencias. Con lo cual estaríamos ante un conflicto generacional, un conflicto necesario e irremediable y por eso mismo capaz de motorizar cambios.

Y aquí llegamos a la tesis definitiva (solo de este texto, se entiende). La cuestión de la utilización del Lenguaje Inclusivo excede una cuestión moral (está bien o está mal), una cuestión formal (se puede o no se puede). Nos orienta hacia una cuestión innegable que es la presencia de un cambio social insoslayable que como resultado trae modificaciones en una sustancia viva como es el lenguaje. Es efecto de. No forzamiento para. Y por otro lado pega en el costado más débil del ser humano. La resistencia al cambio. El miedo a la muerte. Algo debe morir para que algo nazca.

Mientras podamos mantener las cosas como están no existe la amenaza de que algo muera. Mientras sostengamos los principios reguladores no existe la posibilidad de quedar afuera. Demodé, viejo, perimido. Y para no agobiar con números y estadísticas copio aquí el enlace para quien quiera obtener más información acerca de lo que escribo:
Y ya que la nota antecedente hace referencia a la RAE, institución normativa que no acepta el uso del Lenguaje Inclusivo, podemos dar la definición que propone para esa palabra. INCLUSIVO: Que incluye o tiene la virtud de incluir. Como es tan escasa – aunque tan rica para pensarla- se podría tratar de definirla diferenciándola de su opuesta.
EXCLUSIVO:1 adj.Que excluye o tiene fuerza y virtud para excluir2. adj. Único,solo, excluyendo a cualquier otro.3. f. Privilegio o de-recho en virtud del cual una persona o corporación puede hacer algo prohibido a las demás.

En resumen, el planteo de este escrito es que la discusión acerca del lenguaje inclusivo tiene otras aristas que no pueden obviarse. Además de una cuestión de género, toca una cuestión generacional. Un relevo generacional que deja al descubierto la enorme resistencia al cambio que padecemos como síntoma los seres humanos, y que muchas veces se profundiza a medida que estamos sometidos inevitablemente al paso del tiempo. Roza el tema central que dispara toda angustia, aquello que para el ser humano aún permanece fuera de su control: la muerte. Sabemos que con los hábitos, las costumbres, la repetición, los rituales, la permanencia, intentamos mantenernos en la ilusión de eternidad. En el ámbito calentito y protector de la Lengua Materna.

Puedo agregar algunos datos recogidos en un trabajo de voluntariado realizado el año pasado, relacionado con las letras y fuera del marco terapéutico, con adolescentes de entre 17 y 20 años. Todos aceptaban con sencillez, y casi diría alegría, el lenguaje inclusivo. Y también aceptaban con total naturalidad la idea de la iniciación sexual sin mediar la distinción de género.

El cambio ya llegó. La lengua habla para explicarlo. El que no pueda -o no quiera- verlo se estaría quedando afuera. Muy afuera. Mucho más cerca del fin de lo que podría imaginarse.

Perla Hardoy



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