La tortura del goce no es una tortura política.
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Estas notas son el resultado de la lectura de dos textos conratapuestos. Para precisar los alcances de esa contraposición es necesario tomar nota de las condiciones que la hacen viable. Una de esas condiciones está formulada por Michel Foucault cuando aborda los saberes locales, los saberes singulares:
Se trata, de hecho, de hacer jugar saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitimados, contra la instancia teórica unitaria que pretendería filtrarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de un conocimiento verdadero, en nombre de derechos de una ciencia que sería detentada por algunos (1) .
Aceptando esta precisión estas notas se proponen leer los hechos y la construcción de los argumentos desplegados en un debate entre dos textos: Helena Besserman Vianna publicó No se lo cuente a nadie
Política del psicoanálisis frente a la dictadura y a la tortura (2). Este texto y su presentación pública en París promovió la respuesta de Jean Allouch, La etificación del psicoanálisis. Calamidad (3).
¿La tortura involucrada en la experiencia del psicoanálisis?
El libro de Helena Besserman Viana, psicoanalista, denuncia el caso de Amílcar Lobo, médico psicoanalizado, alumno de un instituto de formación perteneciente a una asociación psicoanalítica de Brasil, mientras ejercía su profesión en un campo de concentración clandestino del ejército de Brasil. Allí se prácticaba la tortura a los prisioneros. Amílcar Lobo fue reconocido por una prisionera que escuchó ese nombre en boca de un prisionero cuando regresaba de la sala de torturas (4) . Besserman efectúa una denuncia en el terreno ético y político e interroga el fin del análisis, los efectos de una cura y el acceso al lugar de analista. El tema tratado por Helena Besserman V., tiene en Brasil un largo historial público que remonta a 1973 (5).
El tema tomó un nuevo sesgo público a partir del 9 de febrero de 1997 cuando la Sociedad Internacional de Historia de la Psiquiatría y del Psicoanálisis junto con la Asociación para los estudios freudianos presentó la edición en lengua francesa en el Hospital de Sainte-Anne. La edición en portugués pasó sin despertar respuestas o comentarios en las publicaciones del psicoanálisis. Esa presentación parisina y los incidentes que la acompañaron no son ajenas a su edición castellana. Los incidentes de ese episodio público están narrados en otro libro escrito por Jean Allouch, psicoanalista parisino. él participó en esa reunión y escribió una respuesta: La etificación del psicoanálisis. Calamidad.
Ambas ediciones comparten la forma de llegar a nuestra lengua. El texto de Besserman, escrito en portugués, llega a nuestra lengua a través del francés; la respuesta de Jean Allouch se presenta como un texto escrito en francés para ser editado como edición orginal en castellano; en ambos textos queda obviada la articulación de la edición castellana con su lengua de origen.
El incidente parisino ejecutó una denuncia del caso y además fue el vehículo a una apuesta político-institucional a cargo de Elisabeth Roudinesco -historiadora con gran presencia en los medios de comunicación parisinos- y Rene Major, psicoanalista parisino, quien ese día presenta su renuncia a la Asociación Psicoanalítica Internacional. Jean Allouch señala esta apuesta y agrega, que comprendía otro elemento de alcance epistemológico: el acto sería la avanzada para presentar un ?psicoanálisis derridiano? (6), un psicoanálisis orientado por el conocido filósofo Jacques Derrida que parece impactar a sectores del psicoanálisis en la ciudad de París, Francia.
Pese a los distintos métodos de estudio y a tener horizontes discursivos no compartidos No se lo cuente a nadie..., y La etificación del psicoanálisis... ambos textos confluirían en: a) el psicoanálisis ante una denuncia de una práctica de la tortura; b) la presentación pública y análisis de ese espectáculo y c) para ambos textos habría allí una situación analítica donde se amalgaman denuncias políticas, éticas, la tortura, una torturada, un torturador, un /a psicoanalizada /o, un psicoanalista; psicoanalizante y psicoanalista torturador.
Besserman se apoya en la denuncia ética, la denuncia política y en la denuncia de estrategias institucionales, detalles para nada triviales, así, por ejemplo, denuncia que Werner Kemper, fundador de una asociación de psicoanálisis en Brasil, recomendado por Ernest Jones, participó de las obscuras y nefastas negociaciones con Mathias Heinrich Göring (alias ?Papy?,sobrino del mariscal de campo Göring) para depurar a la sociedad psicoanalítica de Alemania de sus miembros judíos, negociaciones que terminaron transformando al psicoanálisis en la Alemania nazi (7).
No se lo cuente a nadie...da a conocer que el Dr. Amílcar Lobo, según su declaración, era, desde 1970 a 1974, ?médico militar en el 1er. Batallón de policía militar, donde se torturaba a presos políticos? (8)y que, en esas mismas fechas, Lobo inició su ?análisis didáctico? con el Dr. Cabernite, análisis interrumpido, según H. Besserman V., ante el escándalo producido por la denuncia de las actividades médico militares del analizado, el 27 de junio de 1974. El hecho entonces sería el de un psicoanalista en formación que era también un médico que colaboraba en la tortura.
La etificación del psicoanálisis... comienza con la siguiente ocurrencia (bon-mot):
M. Eastman.-¿Qué es usted políticamente??
Sigmund Freud.- Nada.
La ausencia en Freud de una práctica política, en tanto psicoanalista, es puesta en evidencia, mediante el corte y pegado de frases, con lo cual se obvia un elemento, la ausencia o no del impacto de la política en las curas. La respuesta de Freud, si fue dirigida a Eastman, deja sin responder el interrogante del probable impacto de la política en el psicoanálisis. Por ejemplo, cuándo en Berlín, en los años treinta, fueron quemados por los nazis los libros de Freud ¿eso tuvo o no impacto sobre el psicoanálisis y sus curas?
No se lo cuente a nadie... debido a la fuerza necesaria para una denuncia política, une la misma con los efectos de un análisis sin que la unión deje en claro cuál es el problema específico para el psicoanálisis, sea del orden clínico, sea del orden doctrinario. Sólo deja en claro la pertinencia de efectuar una denuncia política. La etificación... haciendo un recorrido de corte y pegado logra introducir un Freud que habría repudiado la ética y, en particular, un Freud que rechaza el impacto posible de la actividad política sobre el psicoanálisis. El aislamiento y la uníon de superficies tienen en la topología subjetiva un límite preciso: las partes cortadas y luego vueltas a pegar son válidas si conservan su posición de partida. El alcance de esa operación marca la diferencia con un pastiche El pastiche de esa ocurencia queda ensamblado con un pegamento de marca: Freud dixit.
Los autores parecen coincidir. Lo ocurrido entre Amílcar Lobo y la prisionera que escuchó su nombre en el campo de concentración era y es parte del psicoanálisis. Besserman denuncia que un médico cómplice de la tortura haya recibido formación en el seno de la Asociación Psicoanalítica Internacional ( IPA es su acrófono en inglés) y propondría como solución la necesidad de establecer una legislación ?ética? para impedir tal despropósito (9), su proposición redobla el despropósito y obscurece más aún el tema. A su turno, llamado de reacción ante un happening (p.17), Allouch va a proponer que estamos ante un caso revelador de la falta de límites de la transferencia y del sujeto supuesto al saber. Más aún va a presentar el caso como una mostración de la erótica que condujó a una ?[¿ex?] analizante? a decir, en esas condiciones ?Es [¿era?] mi analista?.
Ese acontecimiento del decir constituiría la punta de un caso de psicoanálisis que objeta las denuncias políticas y éticas. Incluso más aún, ese decir de la ?analizante? mostraría el brillo opaco de un objeto, a minúscula, objeto causa del deseo. Esa prisionera sería una prisionera de la erotología que ilumina la opacidad sexual descubierta por Jacques Lacan. Ese detalle, he ahí la cuestión, esta situación no está en el libro de Besserman V, y sólo entra en juego en el momento en que la frase atribuida a la prisionera fue expresada por Besserman - ella dice que la otra dijo-, convertida luego, erotología mediante, en un decir de una ?ex[¿?] analizante?. La frase fue de Besserman pronunciada en público, en medio del intenso ?debate? ?un happening, un desmadre, un quilombo (10) - ocurrido en el Hospital de Sainte-Anne el 9 de febrero de 1997.
Sin el proyecto político de Elisabeth Roudinesco y de Rene Major la denuncia de H. Besserman V., no habría alcanzando un lugar en el público del psicoanálisis parisino, una denuncia era el pretexto para un ajuste de cuentas con una institución corroída por su lógica institucional. La IPA hace tiempo que dejó de ubicar los temas que interrogan al psicoanalista y a su práctica. La respuesta de Jean Allouch inventa un ?caso? para hacer pasar una lectura teórica de la erotología analítica, y de paso trata de llevar a debate a una star de los mass-media, Elisabeth Roudinesco, para lo cual no calcula afirmaciones genéricas respecto de la presencia de la política en el psicoanálisis.
Los interrogantes desatados por la presentación pública y las publicaciones giran alrededor de la clínica del ?caso?, en consecuencia propongo leer ambos elementos desde cada uno de los ?casos? involucrados. El primer elemento a subrayar es que las posiciones de los textos responden, a su manera, a los impasses actuales del psicoanálisis. En esa dirección comenzaremos por estudiar los deslizamientos de un término recurrente en esos planteos: ?tortura?.
El desliz de las palabras
Jacques Lacan , en sus primeros seminarios, escribió una fórmula que encontró un gran eco: A, lugar del Otro. Esa notación mínima tenía a su cargo dar cuenta ?del lugar del tesoro de los significantes?, ese lugar se caracterizó por tener un sitio en los registros del simbólico, el imaginario y el real. El lugar del Otro con mayúsculas fue presentado sólo o de manera insistente, hasta la crisis doctrinaria señalada por J. Lacan en 1961, en su faz simbólica por excelencia, lugar al que se atribuía, y quizás aún se atribuya la sobredeterminación de la cura analítica, en particular por el privilegio indebido otorgado al significante. Bastará recordar que Lacan partió de la ?otra escena? (Freud), ese lugar está compuesto por elementos simbólicos,los significantes; elementos imaginarios, propios de cada escena y elementos reales,los objetos organizadores de la escena.
Esa tripartición del sueño permite hacer frente a un problema clínico: las articulaciones del significante ?tortura? con la cura analítica. El término ?tortura? tiene en el habla cotidiana diversos sentidos, indicamos algunos tomados al azar: (1) ?La espera del transporte es una tortura?; (2)?La culpa lo tortura?; (3) ?Está torturado por su moral?; (4) ?Hacer un trámite es una tortura?; (5) ?La torturaba con sus celos?; (6) ?Se montó una exposición con los objetos de tortura?; (7)?Su padre lo tortura con sus exigencias?; (8) ?Tomar la sopa ¡qué tortura!?; (9) ?Los niños son objetos de tortura para sus maestros?; (10) ? El neoliberalismo es la tortura de los mercados?; (11) ?Se denuncia la muerte por tortura de un prisionero?.
Las investigaciones de María Moliner en su Diccionario ideológico de la lengua castellana arrojan el siguiente resultado: tortura, del latin «tortura», de «torquere». Cualidad de tuerto (torcido).«Tormento. Padecimiento físico o moral de alguien, muy intenso y continuado.«Tormento. Padecimiento muy intenso que le es infligido a alguien como castigo o para hacerle confesar algo. Cosa que produce la tortura: ?Este estado de duda es una tortura. El verbo torturar implica ?causar o infligir una tortura a alguien. El sujeto puede ser una idea o pensamiento?. Su raíz ?tors? o ?torz? pariente del latín torquere da cuenta de la acción de torcer el objeto al cual se aplica.
El término ?tortura? está presente en el habla cotidiana. La última de las frases citadas, en el parrafo anterior, produce una constricción al deslizamiento del término ?tortura? y le da una precisión que captura la singular naturaleza del acto que causa la muerte de un prisionero. ¿Cuál fue el mecanismo que logró detener el incesante deslizamiento en la cadena del término ?tortura?? La metonimia -el objeto, en esa frase- detuvo el deslizamiento de los términos ?metáfora. El psicoanálisis permite localizar, además, otro elemento que produce diferencias entre las frases del (1) al (10) respecto de la frase (11): el lugar del goce. El goce presente en la expresión (11), ilustra una tripartición del campo del goce: el goce de otro, el goce fálico y un goce absoluto del Otro. Este último es un goce aniquilante para la condición de un sujeto (11) . J. Lacan al presentar, en forma escrita, el 16 de diciembre de 1975, esa tripartición, circunsbrió el campo del goce del Otro con una recta infinita.
En algunos laboratorios de experimentación en el campo de la neurofisiología se solía realizar un experimento. La experimentación requiere de un montaje, llamado protocolo, constituido por elementos simbólicos, imaginarios, reales más el síntoma de sus articulaciones. En el experimento un perro era sometido a condiciones de hambre extrema, en forma previa se le instalaba un contacto para estimular la zona del cerebro encargada del control de su descarga seminal. Luego, se le acercaba el alimento al tiempo que iba en aumento la estimulación de la zona cerebral. En un tiempo x se presentaba el punto de catástrofe y el perro dejaba de alimentarse para quedar presa del carácter inagotable, infinito, de la estimulación sexual. El animal moría víctima de esa estimulación y el experimentador se quedaba sujeto. En esta ficción se muestra una práctica del dominio absoluto que reduce a un perro al estado de cosa experimental.
La tortura ejercida por los aparatos del estado, es claramente distinguida en el campo del Otro, como un ejercicio del poder absoluto donde el torturado es desposeído de tener un cuerpo y a partir de allí, ese cuerpo queda a merced del uso impuesto por el torturador. El usufructuo es una institución jurídica, llamada goce por los juristas romanos. Esta distinción que circula en la calle no parece encontrar todavía una recepción en el campo del psicoanálisis como lo revela la amalgama compuesta por una escena pública; ?casos?; ediciones de libros y sus proposiciones. Al parecer las diferencias entre el Marques de Sade y una tortura política no están establecidas para algunos psicoanalistas.
LA ARTICULACIóN CON EL OTRO DE LA CULTURA: CASO POR CASO
El loco está concernido por su acto
La etificación... señala que ?en una reunión íntima fue relatada la siguiente historia? ( p. 83). Cuando presenté, en forma oral, esta lectura, varias asistentes indicaron en alta voz que esa historia fue contada en público por Jean Oury, psicoanalista, quien narró un hecho de orden clínico, en la ciudad de París. La historia es la siguiente. Ocurrió en una institución psiquiátrica, durante la segunda guerra mundial cuando Francia estaba ocupada por el ejército alemán. En esa institución psiquiátrica funcionaba un grupo de la resistencia, hecho que también ocurría en otras instituciones de salud. El lector tomará en cuenta que los oficiales del ejército alemán encargados de la vigilancia de los hospitales, en particular psiquiátricos, no tenían mucho interés en ?hacer ola? pues corrían el riesgo de ser tratados de irresponsables y ser trasladados al frente ruso, gracias a lo cual esos hospitales eran buenos refugios para los resistentes (12).
La institución psiquiátrica albergaba a un enfermo que en su delirio y con él, en voz alta, informaba, a quien quisiera escucharlo, la presencia y actividades de la resistencia en el hospital. El grupo de la resistencia tomando ese delirio en su cara de denuncia, y por ende haciéndole lugar al decir, a pesar de provenir de un loco, decidió fusilarlo, cosa que hizo ante el peligro en ciernes. La resistencia no pretextó que, por tratarse de un loco, se estaría ante un decir ?irresponsable? o que se trataría de un acto ?inimputable? de quien lo profería pues era un loco. Los resistentes operaron desde su lugar, no lo hicieron desde una teoría jurídica: la irresponsabilidad del loco ante sus actos.
Un psicoanalista ante esa ejecución no puede ampararse en ninguna ética de hacerle el bien al paciente, incluso de pretextar su locura para aminorar las consecuencias de sus actos, no puede por el simple hecho de que las neurosis, las psicosis y las perversiones son tres formas de la normalidad (13) y no otorgan un bill de indemnidad ante los actos en los que participa tal o cual sujeto. Así como no puede hacer eso, tampoco puede indicarse que el fusilamiento formó parte de una cura y, sería la consecuencia de vaya saber qué sujeto supuesto al saber pues el paciente sabía, no le suponía nada a nadie. Acaso su médico tratante ¿podía ponerlo a cubierto de las consecuencias de su denuncia? En este episodio, la incidencia de la situación política era una respuesta frente a una manifestación subjetiva cuyos efectos no podían elucidarse, ni para los denunciados ni para el denunciante. Queda claro un evento: a consecuencia del fusilamiento, si hubiese un análisis en curso, este quedaría afectado de manera absoluta.
Este hecho es considerado del ?mismo orden que este otro: en sus diarios, escritos entre 1914 y 1916...Wittgenstein no ha consagrado una sola palabra a la guerra? (La etificación...,p. 83). Dado que no se precisa cuál es el mismo orden que equipara dos acontecimientos, veamos el incidente donde participa L. Wittgenstein.
El borracho, un premio nobel, la política
La denuncia efectuada por H. Besserman Viana, sobre la violación de los derechos humanos realizada por un médico torturador, se llevó a cabo en el terreno de las instituciones del psicoanálisis y así quedaría, por contagio, comprometido el psicoanálisis en esa cuestión. El psicoanalista haría una denuncia política. Ante semejantes situaciones se puede escribir, como lo hace Jean Allouch que
No sólo nadie puede garantizarnos que un premio Nobel de química interrogado sobre el genocidio en Ruanda, tenga algo más o mejor que decir que el borracho de la esquina con quien comparte un vaso sin preguntarse por el número de moléculas ingurgitadas (p. 96).
Dejemos de lado que , nos guste o no, el decir de un borracho y el decir de un premio Nobel sobre el genocidio en Ruanda no tienen las mismas consecuencias. Gracias a una diferencia semejante fue posible la salida de Freud de Austria cuando la Gestapo había puesto a su familia en la mira de la persecución. La intervención de un analista movió a Benito Mussolini a intervenir ante Hitler para permitir la salida de la familia Freud de Viena.
Para colmo en la zona de conflicto de Ruanda y el Congo se lleva a cabo una guerra genocida entre Hutus y Tutsis. En la república del Congo, Yerodia Abdoulaye Ndombasi es su Ministro del Interior ?psicoanalista lacaniano, que vivió y practicó durante cerca de treinta años en la ciudad de París?. él apoyándose en su lectura de Foucault [sic] y en su experiencia de psicoanalista [sic], califica a sus enemigos de ?gusanos? y ?cucarachas?, mismos que recibirán el trato implicado en esos calificativos ¿No es engañarnos equiparar su decir con las palabras etílicas del borracho de la esquina?(14) .
Ludwig Wittgenstein, un filósofo prisionero de guerra
En el último número de su semanario holandés, van Emden publicó una declaración, que me había pedido, sobre la guerra en la cual, por supuesto, el psicoanálisis tiene algo que decir.
Sigmund Freud, 25 /01/1915
A efectos de mostrar la distancia entre militancia política del psicoanalista y el impacto de la política en la vida subjetiva, La etificación... remite a la posición del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein quien ?en sus cuadernos, escritos entre 1914 y 1916, y donde se puede leer la primer versión del Tractatus, Wittgenstein, se lo ha indicado, no consagra una sola palabra a la guerra?. Entonces, si los borradores del Tractatus logico - philosophicus (15) no contienen una palabra destinada a la guerra, esa obra de Wittgenstein no guardó articulación alguna con ella. Mutatis mutandis, un psicoanalista estaría ante una situación semejante, su posición ante la guerra es confundida con la posición que la guerra le otorga. Esta posición sostiene por extensión la ausencia de articulación entre la guerra y la escritura de esa obra de Wittgenstein. él habría hecho filosofía sin estar impactado por el lugar, el tiempo y los acontecimientos en los cuales él escribe. Ese no fue el caso de los fundadores griegos y latinos de la filosofía en Occidente (16) .
Wittgenstein hizo un ajuste de cuentas con su obra de 1921 y formuló:
Llamaré a estos juegos ?juegos de lenguaje?, y hablaré a veces de un lenguaje primitivo como un juego de lenguaje... Llamaré también ?juego de lenguaje? al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido (17) .
Esta propuesta indica un método de análisis: no separar las palabras de las acciones, entre ellas hay un tejido. Recorramos el sesgo literal de la experiencia de Wittgenstein ¿Por qué el sesgo de la letra? Por una maniobra clínica, sin la letra no tenemos acceso a lo transmisible de una experiencia que como tal es intransmisible; en lo que nos ocupa, sin la literalidad no contaríamos siquiera con un esbozo de caso.
Los Diarios Secretos, son parte del documento original de los Diarios 1914-1916, estos últimos fueron editados por los herederos del filósofo. Wilhem Baum hizo en 1981 el siguiente descubrimiento:
En el verano de 1981 pude ver las fotocopias de los diarios que Wittgenstein había llevado durante la primera guerra mundial. Nada más tenerlos en mis manos se me aclaró de repente qué era en verdad lo que sucedía. Wittgenstein no sólo había llevado los Diarios de índole filosófica..., sino que había llevado...unos verdaderos Diarios secretos escritos en clave, de los cuales los administradores nunca habían hablado con claridad. De ordinario Wittgenstein escribía en clave las páginas pares (izquierda) de los cuadernos, y en escritura normal en las impares (derecha)... La edición publicada por los administradores contiene únicamente la parte redactada en escritura normal
Ahora podemos tomar al azar una y leer, por ejemplo, la del día 17 de octubre de 1914:
Trabajado muchísimo ayer. El nudo fue estrechándose cada vez más, pero no encontré una solución. A última hora de la tarde nos detuvimos en Baranow, y ahora, a las 6 de la mañana, proseguimos viaje hacia Smuzin -¡¡¿¿Me llegará el pensamiento redentor, me llegará??!!-Ayer y hoy me he masturbado.
La multiplicación de las articulaciones cifradas entre la guerra, su subjetividad ?en particular su relación con David- y los temas de filosofía está esparcidos en estos diarios. En otra entrada Wittgenstein escribe:
Dormido mal (¡demasiado poco movimiento!) Nuestro comandante es vulgar; altanero, nada amable, y trata como siervos suyos a todo el mundo. Por la tarde hacia Tarnobrezeg, donde nos quedaremos esta noche. Trabajado muchísimo, todavía sin resultados ciertamente, pero con mucha confianza. Ahora estoy sitiando mi problema .
Wilhem Baum subraya los términos militares en la pluma de Wittgenstein para dar cuenta del estado de su elaboración ante los problemas filosóficos. Ese ambiente indica las condiciones mínimas y necesarias que articulan el arte de la escritura con la persecución descripta por Leo Strauss. Wittgenstein escribió sus Diarios secretos intercambiando las letras del abecedario: una letra a ocupaba el lugar de una letra z. Escribir bajo la persecución implica escribir de un tema que no se puede escribir, ni siquiera mencionar (19). Al no mencionarlo puede ocurrir que se pueda hablar de él.
Hoy, debido al estado público del Diario secreto , integrante del borrador del Tractatus..., hemos avanzado un pequeño paso: la guerra, como término, está presente en esos borradores. A partir de esa constatación se cae la consistencia de una demostración que le atribuyó, al texto, la ausencia de una palabra.
Carne de su uña: Uña y carne, avatares de la filiación
En los manuales de lucha contra la insurgencia figuran técnicas detalladas para infringir tortura a los prisioneros. Esos manuales circulan en las academias militares y de policía, allí se llega incluso a efectuar ?prácticas?, así lo ilustran escenas del filme francés La batalla de Argelia. En la guerra de Vietnam una tortura cobró especial auge, se trataba de extraer a los prisioneros, fuertemente atados, uñas de sus manos o pies o de ambas extremidades para obtener la información que se negaban a revelar; a veces se empleaba una variante al introducir entre carne y uña fragmentos de bambú.
¿Qué relación guarda esto con el tema que nos ocupa?
En una sala del Hospital de Sainte-Anne se llevó a cabo durante un tiempo prolongado la práctica de la presentación de enfermos a cargo del psicoanalista Jacques Lacan. Esa actividad consistía en interrogar a un paciente frente a un auditorio restringido. El procedimiento se ponía en marcha por una solicitud del psiquiatra tratante y se efectuaba cuando el enfermo daba su consentimiento para el encuentro. Los asistentes no intervenían en el diálogo. Aquí, el contexto detiene la metáfora y con la precisión de la metonimia distingue ese ?diálogo?, ?interrogatorio? , ese ?encuentro? del psicoanalista con un enfermo del interrogatorio de un torturador.
Una de esas presentaciones es introducida en La etificación del psicoanálisis. Calamidad con el siguiente preámbulo:
Si cumplen estrictamente con esta declaración [La tortura jamás], excluyendo como dicen ?la práctica de cualquier clase de tortura?, también excluyen la práctica del analizar (p. 102).
Esta abrupta equivalencia de ?tortura? y ?práctica de analizar? (excluir una sería excluir la otra), se organiza al cortar una frase ?La toruta jamás? del texto que la cotiene: una denuncia contra el empleo de la tortura política. En un documento político de una institución psicoanalítica de Brasil está la frase. Se ilustra esa equivalencia con el relato de una presentación de enfermos:
¿Qué haría, por citar sólo un caso, el analista que ha firmado semejante declaración pública [La tortura jamás], al que se dirigiera, para terminar con su síntoma, esa mujer obsesiva que alguna vez fue objeto de una presentación de enfermos de Lacan y que contaba (ese era el síntoma en cuestión) que le cortaba las uñas a su hijo hasta hacerlo sangrar y que gozaba con ese acto? Ese analista no podría sino negarse a recibirla, dejarla de lado, dejándose a sí mismo de lado, porque de lo contrario se convertiría en cómplice de la tortura (p. 102).
El relato transmite la posición ocupada por esa madre. También precisa el lugar de ese síntoma obsesivo al mostrar la dificultad de una madre para simbolizar como hijo al producto de su carne. Ella ejercía en el real de la uña el corte simbólico e imaginario de la filiación madre e hijo. Su corte real de la uña y la sangre no dejan de mostrar las relaciones de una madre con su hijo. Esas relaciones, en ciertas circunstancias, la lactancia por ejemplo, se presentan como ?carne y uña?. La imagen que surge del relato de la presentación trae a colación una localización que Jacques Lacan dio del inconsciente: entre la piel y la carne.
Esta lectura del relato y su localización extrae su pertinencia del contexto donde eso ocurrió. Estamos ante una presentación de enfermos en un Hospital Psiquiátrico, en el curso de una actividad de un analista, Jacques Lacan. Esto nos da la solución, se trata de un problema de la clínica y como tal no guarda articulación alguna con las prácticas de los soldados torturadores que arrancan las uñas a sus prisioneros. Entre una y otra actividad hay una clara distinción. El relato de la actividad de esa madre dirigido a un analista daría lugar para el psicoanálisis; las actividades de los torturadores no dan lugar a nada, salvo a una cosa: el silencio del cuerpo. Quizás, gracias a esta distinción elemental, un analista que recibiese la pregunta de esa madre sobre su síntoma pueda dar lugar a un análisis. Ese análisis para iniciarse no requiere de ningún enunciado previo de contenido ético, político o erotológico.
¿Qué ocurre con el psicoanálisis puesto que este hecho basal es olvidado por algunos psicoanalistas en París?
El tormento del hombre de las ratas
Los avatares abiertos por los casos de análisis escritos por Freud ofrecen una punta clínica para abordar el modo de existencia del significante "tortura" en el psicoanálisis. Freud en A propósito de un caso de neurosis obsesiva (1909) escribe el relato de un tormento: introducir a un prisionero ratas que lo penetrarían por su ano. Cuando Freud recibe ese decir, escribe respecto del narrador:
Se notaba en él una expresión del rostro de muy rara composición, y que sólo puedo resolver como horror ante su placer, ignorado [unbekennen] por él mismo. Prosigue con todas las dificultades: ?En el momento me sacudió la representación de que eso sucede con una persona que me es cara?.
¿Qué lleva a Freud a detenerse en el rostro de su paciente? La observación se produce a consecuencia de un decir previo, Freud le informó a su paciente no poder evitarle la pintura de los detalles pues no está a su alcance dispensarlo. Freud no lo libera de la asociación libre, sea de la naturaleza que sea. Así un psicoanalista o un analizante concernidos por el secreto militar, caso que se da en Francia y otros páises ¿qué harían con la asociación libre? La posición de Freud sacude a su paciente y la sacudida le presenta la representación de que eso sucede con una persona que me es cara...
El ?placer ignorado? era mostrado a Freud, era dirigido a él. Así el tormento en el campo analítico es llevado al terreno del significante y, por ende, a hablar de otra cosa; en ese pasaje de registro, el cuerpo en el real del torturado no interviene, pues sólo queda el cuerpo del goce y una serie de significantes, lo cual es una pequeña diferencia. El hombre de las ratas no fue torturado, sólo relataba lo que a él le relataron, dirigendo su relato a su analista. Esa expresión del rostro de un horror ante su placer, ignorado [unbekennen] por él mismo no es ajena al supuesto impacto causado en su auditorio, Freud en la ocasión, manifestación mínima del goce del Otro. La operación provocada por la asociación no dispensada revela el cuerpo del hombre de las ratas, ese cuerpo hablaba el horror del goce que lo habitaba.
Las claras distinciones entre el ejercicio de la tortura y los relatos del campo del goce en la cura no deja sin embargo todo resuelto. Así ¿cómo se podría encarar el caso de alguien que solicita una cura y allí indica que su trabajo incluye ejercer a la tortura? Ese caso, al igual que otros, por su singularidad permite establecer la respuesta a esa solicitud. Por ejemplo, un Si o un No (sí es que una tal solicitud ha llegado a formularse alguna vez en la práctica analítica). Algunas demandas de análisis son para no recibirse, por ejemplo, la puesta en práctica de la actividad de ?torturador? o ?de médico militar? del psicoanalizado de nombre Amílcar Lobo (20). Es conveniente aclarar que esa actividad no lo coloca a Lobo dentro de lo que se llama una perversión, al menos no necesariamente. Un analista puede decir ?No acepto?. Esa no-aceptación solo puede provenir de la situación en juego, el rechazo no viene de amarres con una ética o política institucional ajena al caso ni tampoco de una ideología del erotismo. Bastaría, incluso, que el analista no esté en disposición de recibir esa demanda. Gracias a esa ausencia de amarres se puede en acto, ante tal caso, decir sí o decir no.
Freud es claro al respecto, en un caso donde es consultado, y así se lo hace saber a Edward Weis, psicoanalista que ejercía su actividad en Roma:
Creo que es un caso malo, nada adecuado para el análisis. Para analizarse le faltan dos cosas, primero el cierto conflicto doloroso entre su yo y aquello que sus pulsiones le exigen, pues en el fondo está muy contento de sí mismo y sufre solamente por la resistencia de circunstancias exteriores, segundo un carácter medianamente normal de este yo, que pudiese colaborar con el analista... Opino pues que no serviría para nada que él acudiese a mí o a algún otro para un tratamiento psicoanalítico. Pero también comprendo que la madre no lo quiera desahuciar sin hacer otro intento. En el peor de los casos, a gente como el Dr. A. se la embarca para ultramar, digamos hacia Sudamérica, y se le deja buscar allá su destino (21). [el subrayado es mío]
Extraño poder profético de Sigmund Freud, su propuesta de enviar a Sudamérica a tal ejemplar fue seguida veinticinco años más tarde por los jerarcas nazis. El Dr. Ménguele, médico experimentador con los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz, fue localizado en refugios sea en Paraguay, sea en Argentina, sea en Brasil. Este último refugio dio lugar a un filme Los niños del Brasil.
Arribados a este punto, consideramos haber constatado las articulaciones que el poder, imperante, en tal o cual ciudad, impone al psicoanálisis. Imposición efecto del impacto de la política sobre la actividad del analista, una de ellas, quizás la única que efectúa, es la de analizar. Este recorrido permite recuperar la diferencia que separa la tortura política de las formas inimaginables de los goces que soporta el cuerpo de tal o cual analizante. Esa diferencia permite albergar ciertos acontecimientos del orden del amor que ocurren en esos espacios, por ejemplo, la situación descripta en la película Portero de noche: una prisionera de un campo de exterminio nazi sólo contó con la actividad sexual para ubicar algo de la vida para hacer frente a su condición de objeto de exterminio.
La inconsistencia de una ficción clínica
Pues no es evidente que delante de las exclamaciones agitadoras puedan afinarse, tratarse, producirse eso que pueda dar un giro decisivo a alguna cosa.
Jacques Lacan
La denuncia de Helena Besserman está situada en el Brasil de la dictadura. En ese contexto político-histórico-cultural, y las relaciones entre las varias sociedades de psicoanálisis de ese país se produjo en París, 1997, un episodio escándaloso [happening, quilombo,desmadre]. Esas sociedades analíticas y esos psicoanalistas de Brasil, como una gran parte de la ?comunidad? analítica internacional, no tenían la menor idea de la enseñanza de Jacques Lacan, miembro de la pequeña comunidad analítica francesa. Jacques Lacan era un ilustre desconocido. A partir de ese contexto ella tiene la ocurrencia de denunciar el caso del psicoanalizado Amílcar Lobo, médico, miembro del ejército, destacado en un centro de detención clandestino, lugar donde se torturaba a prisioneros políticos. No parece que el objetivo de Helena Besserman Viana sea otro que la denuncia.
A su turno, Amílcar Lobo narró una situación acaecida en la sala de espera de su consultorio en 1981. El evento se desplegó en una sala contigua al lugar donde él atendía a sus pacientes:
Dr. Lobo, ¿no me reconoce? Soy Inés Atiene Romeau
Ud. Me atendió en Petrópolis, ¿no se acuerda?! (22)
El recuerdo de A. Lobo tiene un contexto y por eso precisa sus alcances. Con estos elementos básicos no contamos con ningún asidero testimonial para dar cuenta del cambio de eso a un ?paciente en análisis?, incluso ?un psicoanalista en formación?. La denuncia de H. Besserman V. interroga un tema delicado ¿cómo es posible que el Dr. Amílcar Lobo haya sido aceptado o continuado en análisis en esas condiciones? Ella y muchos analistas de la IPA o impugnadores de esa institución consideran pertinente esa pregunta. Sus argumentos se enfilan a proponer una ?solución? a cargo de las instituciones analíticas e incluso a insinuar que cada cura debiera garantizar que episodios como ese no deberían presentarse.
Ese desfase de los avatares de una cura hacia el control ético de una institución no da cuenta de ¿cómo se pasó de la denuncia política a una ? ex [¿?] analizante? diciendo ?Pero, Es [era] mi psicoanalista?? La denominación y la frase serían la ocurrencia (bon mot) (23) que da sostén, nada más y nada menos, a la posibilidad de hablar de un caso donde el psicoanálisis, una cura, un analista y un /a paciente / analizada / analizante estarían amalgamados a un acto de tortura, escribo un acto y no un significante.
Si tiene algún asidero que el hombre es el estilo, el estilo de aquél a quien se dirige, y como estamos ante una ocurrencia (bon mot), queda por determinar cómo se presentó esa respuesta (?Pero, es...?). Jean Allouch en La etificación... construye la punta del caso a partir del tratamiento en los marcos de la IPA; tratamiento que consistió en eliminar el punto de partida clínico (24). Así descubrió que a lo largo de dos décadas la cuestión fue abordada fuera de su punta visible:
Un decir público de una ex(¿?) psicoanalizante referido a su ex(¿?)analista, o sea, su experiencia del análisis, al menos de la transferencia y del modo en que esa transferencia fue recibida. Sí, había existido alguien que al principio indentifico al Dr. Torturador A. Lobo como un psicoanalista torturador y esa persona era...hay que adivinar...¡una ex(¿?)analizante de A. Lobo? (25)[subrayado es mío]
El término ?analizante? no está presente en la obra de Helena Besserman V. En la enseñanza de J. Lacan durante sus seminarios están presentes diversos términos: psicoanalizando, paciente, psicoanalizante, analizante, analizado. El término ?psicoanalizante? hace su primera aparición en los años de 1960-1961, año destinado a un estudio detenido de la transferencia. Mientras, para los discípulos de Lacan, los términos ?analizante/ psicoanalizante? han dejado de lado a los otros con buenas razones clínico doctrinarias.
¿Pertenece al territorio psicoanalítico de Helena Besserman Viana la designación de ?ex(¿?)analizante? (26)? En el seno de la IPA se encuentran los términos ?paciente?; ?psicoanalizado?. La designación de ?analizante? delata su origen lacaniano; el termino designa a quién está en esa posición en el curso de una cura; la presencia activa del analizante indica que aún el caso no se constituyó. La cura está en curso, sólo habrá sido un caso cuando la misma haya finalizado.
Esas diferencias entre los significantes tienen efectos de estructura, pues son la materia prima del sujeto supuesto al saber. En ese punto el texto revela un problema en el párrafo recién citado: indentifico. Allí encontramos una letra ?n? y una ?o? sin acento que opaca la identificación de una ex(¿)analizante de A. Lobo. No se sabe a quien pertenece esa escritura ¿al autor? ¿ a los editores? ¿al linotipista?, pertenezca a quién pertenezca, allí quedó escrito. Y la identificación quedó opacada.
El autor de la ocurrencia ofrece los detalles de la misma:
La escena habría sido la siguiente (la transcribo de memoria, fue relatada en medio de un cierto griterío). Alguien habría dicho, delante de esta ex(?)analizante, que un médico integrante del equipo de tortura tenía prendida en su guardapolvo la etiqueta donde figuraba su nombre propio. Ese nombre, en el relato, fue dicho en voz alta. Al escucharlo está persona [¿cuál? ¿la que habló [sic] en voz alta o la que escuchó esa alta voz?] habría declarado algo así como: ¡Pero es (¿era?) mi psicoanalista!. Este es el caso . Pese a su inicio incierto, abre la perspectiva de un caso donde aún queda mucho por construir (27) .
Allí se colocó una cita al pie:
Otras dos personas presentes, durante la jornada del 9 de febrero de 1997, que escucharon ese relato oral, me aseguran que la escena ocurrió en el mismo lugar donde se torturaba, en una pieza cercana a la sala de torturas en la que los presos estaban encerrados...¿Cuál era la posición de la primera denunciante respecto de ese cambio de terreno? En todo caso, nada nos indica por ahora que ella también hubiera deseado que otros psicoanalistas se hicieran cargo del asunto (¿una manera de llevarlo a otra parte y no al lugar de su psicoanalista pero siempre en el psicoanálisis del sujeto supuesto saber?), que fuera reconsiderado como algo atinente a lo psicoanalítico (28) .
La construcción de la punta clínica muestra: 1.-un ?ex(?)analizante? aparece en el relato, sin que el relato le dé entrada; 2.- luego para darle entrada se requiere de una ?persona?; 3.- el relato le da entrada a la ?ex(?)analizante?; 4.- en el pie de página desaparece esa figura y toma su lugar ?la primera denunciante?; 5.- luego esa ?primera denunciante? aparece con la posibilidad de desear o no ?que otros psicoanalistas? se hicieran cargo del asunto, se le sugiere a ella que debiera llevarlo al ?lugar de su psicoanalista? pero ¿quién lo llevará: la ?primera denunciante?; ?la ex analizante?; ?la segunda denunciante?? ¿a cuál consultorio de Amílcar Lobo; al de Helena Besserman Viana; al de...? Si leímos bien, el testimonio del pie de página trastabilla respecto del lugar, oscila de la ?sala de torturas? a una ?pieza? (29) cercana a ella, ?pieza? donde estaban los presos.
El recorrido de la punta clínica arroja un final inesperado: la frase ?Pero [¿era?] mi psicoanalista? fue pronunciada por Helena Besserman Viana. Queda afectado el filo clínico y doctrinario de esa punta. El lector recordará que Helena Besserman Viana fue objetada por ubicarse como vocera de lo ocurrido a otra persona (La etificación... p. 10). Se le objetaba que esa persona tendría hoy condiciones para hacer la denuncia. Esa objeción es válida: el analizante no representa a otro u a otra en el diván, incluso cuando se identifica con otros como el caso llamado ?sesos frescos? analizado por Ernest Kris o cuando la Dora de Freud hablaba desde el lugar de la señora K.
El tono mesurado al presentar la ?punta clínica? es nítido pues la argumentación se sostiene con testimonios precarios:? Este es el caso. Pese a su inicio incierto, abre la perspectiva de un caso donde aún queda mucho por construir?. Y de pronto, cuatro meses después, cuando el autor participa de la presentación de ese libro en la ciudad de Córdoba, Argentina (30), el relato sufre una transformación en el tono, la mesura y pasa a :
Me he dado cuenta al escucharlos hoy, que, de hecho, si había alguno que había dicho que Lobo era ?psicoanalista torturador?, ese fui yo, este libro[ La etificación...] precisamente lo tomó al nivel en que fue dicho: analizante. Alguien planteó la pregunta, de qué tiene que ver el torturador y el psicoanalista, la pregunta está planteada por un analizante (31) .
El cambio de tono realiza una triple sustitución:
1.- No fue el relato de H. Besserman Viana, en medio de un griterío, que lo dijo; ahora se trata de Jean Allouch quien afirma dos cosas: a.- Lobo era ?un psicoanalista torturador?; b.- el ?ex? desapareció, ahora ya es un ?analizante?. En otros momentos será ?una analizante?, nombrada /o por el decir de Jean Allouch;
2.- Luego se localiza el punto de catástrofe, de calamidad, que afecta a la erotología desplegada en el libro:
A partir de que lo hace saber públicamente, ¿qué ocurrió? Bueno, se hicieron diez mil cosas para que no surgiera que fue dicho por una analizante, a partir de ahí la distinción no existe más entre la tortura como método o técnica, las diferencias entre torturas, perversa o no, política o no, estas distinciones no valen nada. Alguien dijo que en tanto psicoanalista es torturador. Esto es un golpe, uno no puede quedarse sentado ante eso?, entonces vamos a ver la continuación (32) .[ el subrayado es mío]
3.- Para corroborar esta sustitución el lector deberá tener a su alcance la edición francesa de El psicoanálisis, una erotología de pasaje. En esa edición, la frase y el capítulo citado fue suprimido y, en su lugar, sustitución mediante, se encuentra un artículo destinado a presentar la invención del objeto a en la enseñanza de J. Lacan. El debate objetaba las generalizaciones de La etificación´... Si se llegase a traducir y publicar el texto sustituto ¿qué lugar ocupará el texto sustituido?
El momento de concluir
La conclusión de estas notas de lectura es una toma de posición: ante ciertos temas hay una diferencia entre decir Sí y decir No. La bella indeferencia ante apuestas con tales alcances sólo conduce a cambiar la opacidad por el brillo de la luz. El psicoanalista ¿podría quedarse sentado ante la afirmación de que la distinción entre torturas, perversa o no, política o no, estas distinciones no valen nada?
Llegados a este momento de nuestas notas de lectura podrá quedar claro que J. Allouch no tenía interés en estudiar un caso donde está en juego la tortura política. él propone la ficción de un caso para mostrar los desfiguros éticos que azotan al psicoanálisis parisino. Su ficción indicaría que en el campo ilimitado del sujeto supuesto al saber y el objeto erótico del mismo, bastaría con que alguien diga que está con un analista torturador, con eso bastaría para hacer caso. Ante eso se caerían las pretensiones de la ética, de la moral como guía para resolver tamañas afirmaciones. Esa ficción muestra la acción de un director de teatro que les ?muestra? a los actores, en este caso a otros psicoanalistas, cómo deben actuar. A tal grado les muestra que es él quien designa a la ?analizante? y al ?analista torturador?.
La ficción escrita por J. Allouch confunde un elemento clínico: la suposición del saber atribuida opaca un saber a secas pues el Dr. Amílcar Lobo sostenía, con su conocimiento médico, la práctica de la tortura en el campo clandestino. Acaso ¿no hay diferencias notorias entre una suposición y un saber?
Esa conclusión arrastra otra cuestión delicada: el cuerpo de un torturado en la tortura no guarda relación con el cuerpo del goce, en tal o cual análisis, inclusive en el caso de un analizante que haya vivido, antes, la experiencia de la tortura.
El Dr. R. Horacio Etchegoyen protagonista cercano a los episodios narrados por Helena Besserman Viana, se hizo cargo de prologar No se lo cuente a nadie... Allí se nos informa que es ?Psicoanalista. Past president (¡¡¡resic!!!) de la International Psychoanalyst Association ? (33) ). El prologuista confiesa su abierta simpatía con la ?heroína?, ?héroe?, ?autora? y escribe:
A mí me sirve para tomar conciencia de la historia y la responsabilidad...
La cantidad de halagos impide notar que la autora no es mencionada como ?psicoanalista?. Ese título precedido por un asterisco aparece a pie de página. Inútil es recorrer el prólogo para encontrar a quién corresponde ese signo diacrítico. La falta de esa correspondencia ¿no será el último golpe a la punta clínica de un escándalo parisino?
México,Tlalpan, noviembre del 2000.
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1)"Il s'agit, en fait, de faire jouer des savoirs locaux, discontinous, disqualifiés, non légitimés, contre l'instance theórique unitaire qui prétendrait les filtrer, les hiérarchiser, les ordonner au nom d' une connaissance vraie, au nom des droits d' une science qui serait détenue par quelques-uns" Michel Foucault, Il faut défender la societé, Cours au Collége de France (1975-1976), EHESS, París, Gallimard, Seuil,1997.La frase contiene el término locaux, que al pasarse el castellano admite : ?locales?, tanto en el sentido de localizados ?en el tiempo, en el espacio, en la historia- y acepta su extensión vía ?localizados? a, por ejemplo, ?saberes singulares?. Una opción en nuestra lengua no elimina a la otra, quizás, en francés admite también las dos posibilidades.
2)Texto editado por la Colección Psicoanálisis y Salud Mental, Editorial Polemos, Buenos Aires. 1998. Edición original portuguesa, 1994. La edición se hizo desde una versión en francés.
3)Libro publicado por Edelp, école lacanienne de psychanalyse, Buenos Aires. 1997. Traducción del francés de Carlos Schilling, la página legal no remite a ninguna edición previa en otra lengua.
4) Amílcar Lobo, en La hora del lobo, la hora del carnero, revela la identidad de la denunciante, reconoce haberla atendido en el Centro Clandestino. El reconocimiento lo efectúa en las instalaciones de su consultorio analítico.
5) Cuestionamos 2, psicoanálisis institucional y psicoanálisis sin institución, colección Izquierda Freudiana, Granica Editor, noviembre,1973, pp. 93-94.
6) La edición francesa contiene una faja de presentación con la siguiente frase ?¿Existe un psicoanálisis derridiano??.
7) H. Besserman Viana en, No se lo cuente a nadie. Política del psicoanálisis frente a la dictadura, Editorial Polemos, Bs. As., 1998 pp. 142-144.
8) Helena Besserman, en la página 178 de su libro, refiere esta declaración al Juicio ético profesional del Consejo regional medicina del Estado de Río de Janeiro (TRE-1134/87).
9) Alguien puede detener los avances biólógicos y genéticos de la ciencia, ¿por el sólo hecho de imponerle un código ético? ¿Un tal código detuvó alguna vez esos avances científicos?. ¿Será posible pasar del terreno de la ciencia al campo de la subjetividad con el mismo criterio? Véase al respecto: Alberto Sladogna, ?Excluir la locura de la ciencia y del psicoanálisis ¿tiene la misma consecuencia??, Artefacto, 7, mayo del 2000: Psicoanálisis, ciencia, locura.
10) Vocablo del habla cotidiana en Argentina, y otros país sudamericanos, para designar un prostibulo, pasando por una confusión de ideas hasta un desorden social, su origen es africano. La edición castellana lo coloca como traducción del término inglés: happening. El término inglés era empleado en Buenos Aires, Argentina, debido a las actividades culturales desplegadas, entre otros, por Oscar Masotta frente a la dictadura del Gral. Ongania, en los años sesentas. Masotta comenzó su introducción, en la Argentina, de la obra de Jacques Lacan.
11) J. Lacan presentó en forma escrita el 16 de diciembre de 1975 la condición para esa tripartición.
12) Testimonio del Prof. Georges Lanteri-Laura y Marie Magdeleine de Lanteri-Laura respecto de la vigilancia nazi en los nosocomios franceses. Las participantes asistieron al coloquio ?Psicoanálisis y tortura. A propósito de confusiones clínicas, doctrinarias, políticas, institucionales?, organizado por Artefacto los días 4 y 5 de marzo del 2000, en México, DF y allí dieron a conocer el relato de J. Oury. Los represores argentinos ante una situación semejante ejercieron una represión dirigida a los servicios de psiquiatría, psicoterapia, psicología de los hospitales generales y psiquiátricos; esos servicios fueron parte de los primeros blancos en su accionar terrorista.
13) J. Lacan, 2 de mayo de 1962.
14) Ministerio del Interior es semejante a una Secretaría de gobernación. A reporter at large. Forsaken?, Philip Gourevitch, The New Yorker, september, 25, 2000, pp. 53-67.
15) Editado en español en 1957 . Primera edición en alemán con el título de Logisch ?Philosophisque Abhandlung,1921, como apéndice de los Annalen der Natur ? Philosophie.
16) Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?, FCE, México, 1998.
17) Investigaciones Filosóficas [versión ?bilingüe], UNAM-Editorial Crítica, México, 1988, p. 25. Las comillas vienen en el original y el subrayado es mío.
18) Diarios Secretos, edición de Wilhem Baum, Alianza Universitaria, Madrid, 670. En castellano fue la primera edición pública de estos diarios, quizás hoy día aún no están editados en Francia. Debo el hallazgo de este texto a Antonio Montes de Oca.
19) Leo Strauss, Persecución y el arte de escribir y otros ensayos de filosofía política, Novatores, Valencia, 1996. Lacan citó en sus Escritos la edición inglesa Persecution and the art of writing (1952), sólo en 1989 apareció en francés. Este texto, quizás, fue la brújula que orientó el estilo de Lacan para presentar su lectura de Freud y sus formulaciones doctrinarias para el psicoanálisis.
20) Amílcar Lobo en La hora del lobo, la hora del carnero, Documentos, Edelp, julio de 1998. Allí da cuenta que de que su psicoanalista, sus supervisores y sus compañeros de formación analítica estaban al corriente, por boca de él, de su empléo en el campo militar durante el gobierno militar de Brasil. No se sabe el alcance que cubría esa información.
21) Freud, Edoardo Weiss, E.: Problemas de la práctica psicoanalítica. Gedisa. Barcelona. 1979. Carta del 3 de Octubre de 1920. Carta citada por Juan Carlos Volnovich en su reseña crítica del texto de Jean Allouch, publicada en la revista Tramas, Uam-Xochimilco, México, DF, 1998.
22) Amílcar Lobo, op.cit., p. 52
23) Jean Allouch, -Hola...Lacan - Claro que no, Epeele, México, DF, 1998. Es de lamentar que los editores no hayan incorporado a esa edición castellana el texto de Alain Chevrier ?De mauvais bons mot? [Nervure, 3/04/1988] pues a él dirige Jean Allouch su nueva introducción. El libro es otra versión, contiene 321 ocurrencias, de la edición de 213 ocurrencias con Jacques Lacan, Libros de Artefacto, Epeele, México, 1992. Edición que no fue publicada en lengua francesa.
24) Ibídem, p. 9.
25)J. Allouch, Ibídem, p.10 y p. 78.
26) Para el estudio de la citación, ver: Antoine Compagnon La seconde main ou le travail de la citation , Editions du Seuil, Paris, 1979.
27) J. Allouch, op. cit., pp.78-79.
28) Ibídem, pp.78-79.
29) ?Pieza?, empleado como habitación, cuarto, recamara ¿es un significante de la traducción de Buenos Aires? ¿Quizás uno de los testimonios es de un argentino que vive en París?
30) Algo no funcionó en la edición de este libro pues se lo presentaba en Córdoba, Argentina cuando aún no había sido editado en lenguaje hablado en ese país; la primera edición castellana verá la luz cuatro meses después. Entones ¿a quién se lo presentó?
31) Jean Allouch, El psicoanálisis, una erotología de pasaje, Edelp, Buenos Aires, Argentina, marzo, 1998, pp. 53-54. En esas páginas se recoge la presentación aludida.
32) Ibídem, p. 54.
33) Helena Besserman V., op. cit, p. 7.
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