Juan Calvino
|
Tweet |
Este hombre, sin duda el más grande de los teólogos protestantes, y quizás, después de San Agustín , entre todos los escritores occidentales de teología el más perseverantemente seguido por sus discípulos, nació en Noyon en Picardía, Francia, el 10 de julio de 1509, y murió en Ginebra, el 27 de mayo de 1564.
Una generación lo separa de Lutero , al que nunca llegó a conocer. Estos dos protagonistas de los movimientos reformistas mostraban entre sí fuertes contrastes de nacimiento, educación y carácter. Lutero era un campesino sajón, su padre un minero; Calvino procedía de la clase media francesa, y su padre, un abogado, había comprado la licencia de la ciudad de Noyon, donde ejercía la práctica del derecho civil y canónico. Lutero entró en la Orden de los Agustinos, hizo los votos de vida monástica, fue ordenado sacerdote y concitó mucho odio al casarse con una monja. Calvino nunca fue ordenado sacerdote de la Iglesia Católica: su formación giró fundamentalmente en torno al Derecho y las humanidades; no hizo ningún voto. La elocuencia de Lutero le proporcionó popularidad gracias a la fuerza, sentido del humor, grosería y a la vulgaridad de su estilo. Calvino se dirigía a la gente culta en todo momento, incluso cuando predicaba a las multitudes. Su estilo es clásico; razona sobre los sistemas y tiene un escaso sentido del humor; En vez de fustigar con una vara él utiliza el arma de la lógica aplastante y persuade con la autoridad del maestro, no con los insultos de un demagogo. Escribe en francés con la misma corrección con que Lutero escribe en alemán, y como él, ha sido reconocido como uno de los pioneros en el desarrollo como lengua moderna de su idioma materno. Por último, si consideramos al doctor de Wittenberg un místico, se puede considerar a Calvino como un escolástico; que proporciona una expresión articulada a los principios que Lutero ha arrojado de manera tormentosa sobre el mundo en sus vehementes mítines; y los "Institutos" tal como fueron dejados por su creador han permanecido desde entonces como la norma del Protestantismo ortodoxo de todas las Iglesias denominadas " Reformadas ". Sus discípulos franceses llamaron a su secta "la religión"; así ha acabado por ser fuera del mundo romano.
El apellido, escrito de muchas formas, era Cauvin latinizado de acuerdo con la costumbre de la época como Calvinus. Por alguna razón desconocida el Reformador es comúnmente conocido como Maestro Jean C. Su madre, Jeanne Le Franc, nacida en la diócesis de Cambray es mencionada como "bella y devota"; llevó a su hijito a varios santuarios y le educó como un buen católico. Por parte paterna, sus ancestros eran marineros. Su abuelo se estableció en Pont l´Evêque cerca de París, y tuvo dos hijos que se convirtieron en cerrajeros.; el tercero, Gerardo, se convirtió en procurador en Noyon y allí nacieron sus cuatro hijos y dos hijas. Residía en el Place au Blé (mercado de maíz). Noyon, una sede episcopal, había sido desde hacía mucho tiempo un feudo de los Hangest, una poderosa y antigua familia que lo manejaba como si fuera de su propiedad personal. Mas una disputa que venía de antiguo, en la que la ciudad tomó parte, se prolongó entre el obispo y el cabildo. Carlos de Hangest, sobrino del sobradamente conocido Jorge d´Amboise, arzobispo de Rouen, rindió su obispado en 1525 a su propio sobrino, Juan, convirtiéndose en su vicario general. Juan continuó la batalla con sus canónigos hasta que el parlamento de París intervino, debido a lo cual él marchó a Roma y murió finalmente en París en 1577. Este prelado tenía parientes protestantes ; se le responsabiliza de haber fomentado la herejía que en aquellos años comenzaba a aparecer entre los franceses. De cualquier modo, las disputas entre el clero proporcionaron a las nuevas doctrinas un campo abonado; y los calvinistas estaban más o menos contagiados por ellas antes de 1530.
Los cuatro hijos de Gerardo se convirtieron en sacerdotes y se les asignó a una parroquia a una edad muy temprana. Al Reformador se le asignó una a la edad de doce años, en la que se convirtió en párroco de San Martín de Marteville en Vermandois en 1527, y en 1529 de Pont l´Evêque. Tres de los hijos asistieron al Colegio de los Capetos de la localidad, donde Juan demostró ser un alumno aventajado. Pero su familia tenía amistad con gente de alcurnia, los Montmor, una rama de la familia Hangest, lo que ocasionó que acompañara a algunos de sus hijos a París en 1523, cuando su madre probablemente ya estaba muerta y su padre se había vuelto a casar. Este último murió en 1531, bajo excomunión por el cabildo por no haber enviado sus cuentas. La causa de esto fue, según se cree, la enfermedad del anciano y no su falta de honradez. Sin embargo, su hijo Carlos, irritado por esta censura, se acercó a la doctrina protestante . En 1534 fue acusado de negar el dogma católico de la Eucaristía, y murió fuera de la Iglesia en 1536; su cuerpo fue expuesto públicamente en la horca como el de un renegado.
Entre tanto, el joven Juan estaba atravesando sus propias dificultades en la Universidad de París, donde su decano, Noel Bédier, se había enfrentado a Erasmo y hacía sentir su autoridad sobre Le Fèvre d´Etaples (Estapulenses), famoso por su traducción de la Biblia al francés. Calvino , un rigorista en el Colegio de la Marche, trabó conocimiento con este hombre (procedía de Picardía) y es posible que haya hojeado su comentario sobre San Pable en latín, fechado en 1512, el cual es considerado por Doumergue como el primer libro protestante escrito por un autor francés. Otra influencia en la misma dirección fue la de Corderius, el tutor de Calvino , a quien le dedicó posteriormente su anotación sobre la Epístola I a los Tesalonicenses, afirmando "si algo hay de bueno en lo que he publicado, te lo debo a ti". Corderius poseía un excelente dominio/estilo del latín, su vida era austera, y sus "Coloquios" le ganaron una fama duradera. Mas cayo bajo la sospecha de herejía, y mediante la ayuda de Calvino se refugió en Ginebra, donde murió en septiembre de 1564. Un tercer heraldo de las "nuevas Enseñanzas" fue Jorge Cop, médico de Francisco I, en cuya casa Calvino encontró acogida y pudo escuchar las discusiones religiosas que Cop alentaba. Y el cuarto fue Pedro-Roberto d´Olivet de Noyon, que también tradujo las Escrituras, nuestro joven hombre de letras, su sobrino, escribió (en 1535) un prefacio en latín del Antiguo Testamento y uno en francés - su primera aparición como autor nativo - del Nuevo Testamento.
Hacia 1527, cuando no contaba más de dieciocho años, la formación de Calvino se había completado en sus líneas maestras. Había aprendido a ser un humanista y un reformador . La "repentina conversión" a una vida espiritual a la que él se refiere no debe ser interpretado literalmente. nunca había sido un católico ferviente; pero las historias que circularon en un tiempo sobre su comportamiento disipado no tienen ningún fundamento; y por un proceso muy natural él se inclinó hacia el bando por el que su familia había tomado partido. En 1528 se inscribió como estudiante de Derecho en Orleans, trabó amistad con Francis Daniel y luego marchó a Bourges donde permaneció un año y empezó a predicar en privado. Margarita de Angulema, hermana de Francisco I y duquesa de Berry residía allí, rodeada de numerosos alemanes heterodoxos.
En 1531 se encuentra de nuevo en París. Wolmar le había enseñado griego en Bourges; aprendió hebreo de Vatable y mantuvo alguna relación con el erudito Budaeus. Sobre estas fechas fue impreso su comentario sobre "De Clementia" de Séneca. Sólo era un ejercicio de estudio, sin ninguna implicación/referencia política. Francisco I estaba, sin duda, tratando a los protestantes con dureza, y Calvino , que ya era doctor en Derecho en Orleans compuso, según cuenta la leyenda, un discurso sobre la filosofía cristiana que Nicholas Cop leyó el día de Todos los Santos de 1532, por el que tanto el escritor como el orador tuvieron que huir precipitadamente perseguidos por los inquisidores reales. Esta leyenda ha sido desautorizada por los críticos modernos. Calvino pasó algún tiempo con el Canónigo de Tillet en Angulema bajo una designación falsa. En mayo de 1534 marchó a Noyon, renunció a su cargo y se dice que fue apresado. Sin embargo, escapó a Nerac, en Bearn, la residencia de la duquesa Margarita, y allí se encontró de nuevo con Le Fèvre, cuya Biblia en francés había sido condenada a la hoguera por la Sorbona. su siguiente visita a París ocurrió durante una violenta campaña de los luteranos contra la Misa, lo que ocasionó represalias, Etienne de la Forge y otros fueron quemados en la plaza de Grève; y Calvino acompañado por Tillet escapó - aunque no sin tropiezos - a Metz y Estrasburgo. En esta última ciudad Bucer tenía autoridad absoluta. Los líderes reformistas dictaban leyes desde el púlpito a sus partidarios, y este viaje resultó decisivo para el humanista francés, quien, aunque de naturaleza tímida e introvertida, se dedicó a una guerra sobre por escrito contra su propio soberano. la famosa carta de Francisco I está fechada el 23 de agosto de 1535. Sirvió como prólogo a los "Institutos", cuya primera edición se publicó en marzo de 1536, no en francés sino en latín. La disculpa de Calvino para dar lecciones a su rey se basaba en que se habían distribuido por todo el reino bandos que denunciaban a los reformistas como rebeldes. Francisco I no llegó a leer estas páginas, pero si lo hubiera hecho hubiera hallado en ellas una petición no de tolerancia, algo que el reformista despreciaba por completo, sino de renuncia al Catolicismo en favor del nuevo evangelio. Sólo podía haber una Iglesia verdadera, afirmaba el joven teólogo, por lo tanto los reyes deberían poner fin al papismo. (Para una relación de las "Instituciones" véase Calvinismo). La segunda edición es de 1539; la primera traducción francesa, de 1541; la definitiva en latín, revisada por su autor, es de 1559; pero la que se utiliza normalmente, de 1560, tiene partes añadidas por sus discípulos. "Fue más una obra de Dios que mía", dijo Calvino , que tomó por lema "Omnia ad Dei gloriam", y en alusión al cambio que había experimentado en 1529 asumió como emblema una mano saliendo de un corazón en llamas.
Un capítulo muy controvertido de la biografía de Calvino es la visita que durante mucho tiempo se pensó que había hecho a la duquesa Renée, hija de Luis XII, en Ferraro. Se contaron muchas historias relativas a este viaje que han sido desmentidas por los escritores mejor informados. Todo lo que sabemos con certeza es que el reformador , después de poner en orden sus asuntos familiares y convertir a dos de sus hermanos y hermanas a las ideas que apoyaba decidió, a causa de la guerra entre Carlos V y Francisco I, llegar a Bale vía Ginebra, en julio de 1536. En Ginebra, el predicador suizo Fare, que estaba por entonces buscando ayuda para que le apoyaran en su propaganda, le suplicó con tal vehemencia que se quedara y enseñara teología que, como cuenta el mismo Calvino , le aterrorizó hasta que accedió. No estamos acostumbrados a imaginar al profeta austero asustarse con facilidad.. Mas como estudiante y solitario sin experiencia en responsabilidades públicas, bien podría haber dudado antes de meterse en las aguas revueltas de Ginebra, por entonces en su etapa más tormentosa. No se conserva ningún retrato de él perteneciente a esta época. Más tarde se le ha representado de mediana altura, hombros cargados, ojos penetrantes y amplia frente; su cabello era de un tono castaño cobrizo. El estudio y el ayuno le provocaron fuertes dolores de cabeza que sufrió continuamente. En su vida privada era alegre aunque susceptible, por no decir despótico, sus amigos siempre le trataron con esmerado/delicado respeto. Sus hábitos eran sencillos; no le preocupaban nada las riquezas y nunca se tomó vacaciones. Su correspondencia, de la que se conservan 4271 cartas, versa fundamentalmente sobre temas doctrinales. Sin embargo, su carácter fuerte y reservado se revelaba enseguida a todos aquellos con los que trataba; Ginebra se sometió a su mandato teocrático y las Iglesias Reformadas aceptaron sus enseñanzas como infalibles.
Este era el extraño que Farel recomendó a sus compañeros protestantes , este "francés" elegido para enseñar la Biblia en una ciudad con divisiones internas. Ginebra tenía alrededor de 15000 habitantes. Su obispo había sido, desde antiguo, su príncipe, aunque limitado por privilegios populares. El vidonme o alcalde era el conde de Saboya, y su familia consideraba el obispado como una propiedad que, desde 1450, habían confiado a su hijo menor. Juan de Saboya, hijo ilegítimo del anterior obispo, vendió sus derechos al duque, que era el cabeza de familia, y murió en 1519 en Pignerol. Jean de la Baume, el último de sus príncipes eclesiásticos, abandonó la ciudad, que recibió profesores protestantes de Berna en 1519 y de Friburgo en 1526. En 1527 las armas de la casa de Saboya fueron arrancadas de sus muros; en 1530 el partido católico sufrió una derrota y Ginebra se proclamó independiente. Tenía dos consejos pero el veredicto final sobre medidas públicas era decidido por el pueblo. Este designó a Farel, un converso seguidor de Le Fèvre, como su predicador en 1534. Una discusión entre las dos Iglesias, desde el 30 de mayo hasta el 24 de junio de 1535 concluyó con una victoria de los protestantes . Los altares fueron profanados, las imágenes sagradas destrozadas, la Misa abolida. Las tropas de Berna entraron en la ciudad y el "Evangelio" fue aceptado el 21 de mayo de 1536. Esto implicaba la persecución de los católicos por los consejos, que actuaron al mismo tiempo como Iglesia y como Estado. Los sacerdotes fueron encarcelados; los ciudadanos multados por no asistir a los sermones. En Zurich, Basilea y Berna se establecieron las mismas leyes. La tolerancia no formaba parte de las ideas de la época.
Más, aunque Calvino no había sido el introductor de estas leyes, fue principalmente debido a su influencia que, en junio de 1537, se votaron los "artículos" que hacían hincapié en la comunión cuatro veces al año, el espionaje a los delincuentes, el establecimiento de una censura moral y el castigo de los insubordinados con la excomunión. Se confeccionó un catecismo infantil, que él compuso y que figura entre sus mejores escritos. La ciudad se dividió entonces entre los que "juraban" y los que "no juraban", ya que muchos se negaron a jurar/acatar los "artículos"; de hecho, nunca llegaron a ser aceptados por completo. Habían surgido una serie de interrogantes en los que Berna había tocado algunos puntos que Calvino juzgó irrelevantes. Se convirtió en una figura popular en los debates de Lausana defendiendo la independencia de Ginebra. Pero los desórdenes sobrevinieron en la ciudad donde, sin embargo, se había extendido el rechazo de los católicos a las medidas impuestas; en 1538 el consejo desterró a Farel, a Calvino y al evangelista ciego Couraud. El Reformista marchó a Estrasburgo, donde se convirtió en huésped de Bucer y Capito, y en 1539 explicaba el Nuevo Testamento a refugiados franceses por 52 florines al año. El cardenal Sadolet había dirigido una carta abierta a los ginebrinos a la que respondió entonces el desterrado. Sadolet insistía en que el cisma era un crimen; Calvino replicaba que la Iglesia Romana estaba corrompida. Se ganó aplausos por su aguda facultad para el debate en Hagenau, Worms y Ratisbona. Sin embargo, él se queja de su pobreza y mala salud, que no le impidieron casarse en esa época con Idelette de Bure, la viuda de un anabaptista a la que él había convertido. Nada más se sabe de ella, salvo que tuvieron un hijo que murió poco después de nacer en 1542 y que ella a su vez murió en 1549.
Después de algunas negociaciones Ami Perrin, enviado por Ginebra convenció a Calvino para que volviese. Y así lo hizo, no de muy buena gana, el 13 de septiembre de 1541. Su entrada fue considerablemente modesta. la constitución de la iglesia admitía ahora "pastores, doctores, mayores y diáconos" pero el poder supremo lo ostentaba un magistrado. Los ministros disponían del arma espiritual de la Palabra de Dios; el consistorio, como tal, nunca ejerció/empuñó el poder seglar. Los predicadores, liderados por Calvino , y los concejales, instigados por sus oponentes, se enfrentaron a menudo. Sin embargo, se mantuvieron las ordenanzas de 1541; el clero, ayudado por ancianos seglares, gobernó despótica y minuciosamente las acciones de cada ciudadano. En Ginebra se podía contemplar una Esparta presbiteriana; se convirtió en un modelo para los puritanos que vivieron después y que hicieron cuanto estaba en sus manos para imitar su disciplina. Se tomó como patrón el Antiguo Testamento, aunque se suponía que los cristianos disfrutaban de la libertad del Evangelio. En noviembre de 1552 el consejo declaró que las "Instituciones" de Calvino constituían "una doctrina sagrada a la que nadie debía contradecir". Así, el Estado proclamaba decretos dogmáticos, cuya fuerza ya se había puesto en práctica, como cuando Jacques Gouet fue encarcelado bajo la acusación de impiedad en junio de 1547 y, después de fuertes torturas, fue decapitado en julio. Algunas de las acusaciones que se esgrimieron contra el desgraciado joven eran frívolas, otras dudosas, La parte que le correspondió a Calvino en este juicio, de haberla, es difícil de determinar. Sin embargo, la ejecución fue decisión suya; ha ocasionado una ofensa mayor que el destierro de Castiello o los castigos infligidos a Bolsec - personas moderadas, contrarias a los puntos de vista radicales en disciplina y en doctrina, y que fueron sospechosas de reaccionarias. El Reformista no retrocedió ante la tarea que se había impuesto. En cinco años se dictaron en Ginebra cincuenta y ocho sentencias de muerte y setenta y seis de destierro, además de numerosos autos de prisión de ciudadanos muy destacados. No podían liberarse de aquel yugo de hierro. En 1555 se intentó una especie de rebelión bajo la dirección de Ami Perrin. No se produjo derramamiento de sangre, pero Perrin fue derrotado y la teocracia de Calvino triunfó.
"Me siento más profundamente escandalizado", escribió Gibbon "por la sola ejecución de Servet que por la mortandad que ardió en las llamas de los autos de fe de España y Portugal". El achaca la enemistad de Calvino a su mala voluntad y, quizás, a la envidia. Los hechos de este caso están bastante bien determinados. Nacido en 1511, probablemente en Tudela, Miguel Servet y Reves estudió en Toulouse y estaba presente durante la coronación de Carlos V en Bolonia. Viajó por Alemania y en 1531 publicó en Hagenau su tratado "De Trinitatis Erroribus", una obra fuertemente unitaria que provocó una gran conmoción entre los reformistas más ortodoxos. Conoció/Se encontró a Calvino y entabló discusiones con él en París en 1534; se convirtió en corrector de prensa en Lyons; dedicó su atención a la medicina, descubriendo la circulación menor de la sangre, y comenzó una relación por correspondencia que resultaría fatal con el dictador de Ginebra a propósito del nuevo volumen "Christianismi Restitutio", que tenía la intención de publicar. En 1546 cesó el intercambio de cartas. El Reformista calificó a Servet de arrogante ( se había atrevido a criticar las "Instituciones" en comentarios marginales ) y pronunció una amenaza significativa: "Si viene aquí y yo tengo alguna autoridad, jamás le dejaré salir vivo". La "Restitutio" vio la luz en 1553. Calvino delató inmediatamente a su autor al inquisidor dominico Ory en Lyons, enviándole sus cartas de 1545-1546 y los comentarios. El español fue inmediatamente apresado en Vienne, pero escapó gracias a la confabulación de un amigo, y sólo fue quemada su efigie. Algún tipo de extraordinaria fascinación le arrastró a Ginebra , desde donde tenía la intención de cruzar los Alpes. Llegó el 13 de agosto de 1553. Al día siguiente, Calvino , que se había fijado en él durante el sermón, hizo que arrestaran a su crítico, y el propio secretario del predicador presentó la acusación.
FRANCIS MERSHMAN
Trancrito por Michael C. Tinkler
Traducido por Aurora Marí
Juan Calvino ,(1509-1564), teólogo francés, reformador de la Iglesia, humanista y pastor, a quien las sectas protestantes de la tradición reformada consideran el principal exponente de sus creencias.
Vida
Calvino nació en Noyon el 10 de julio de 1509. Recibió enseñanza formal para el sacerdocio en el Collège de la Marche y en el Collège de Montaigue, dependientes de la Universidad de París. Alentado por su padre a dedicarse al Derecho en lugar de a la Teología, Calvino ingresó también en las universidades de Orléans y Bourgues. Junto a varios amigos empezó a interesarse por los movimientos humanístico y reformista , y emprendió estudios sobre la Biblia griega. En 1532 publicó un comentario sobre el De Clementia de Séneca, poniendo de manifiesto su preparación como erudito humanista. Su asociación con Cop, que acababa de ser elegido rector de la Universidad de París, obligó a ambos a huir cuando Cop anunció su apoyo en 1535 a Martin Lutero. Aunque pocas veces se refirió a este tema, Calvino estuvo sometido a una experiencia religiosa personal más o menos por esta época.
Durante los dos años siguientes Calvino viajó con frecuencia, evitando las autoridades eclesiásticas mientras estudiaba, escribía y disertaba a partir de la Biblia y la tradición cristiana los principios básicos de su teología. En 1536 publicó la primera edición de su Christianae Religionis Institutio, un conciso y provocativo trabajo que le situó en la vanguardia del protestantismo como pensador y predicador. Durante el mismo año Calvino visitó Ginebra camino de Estrasburgo y fue invitado por Guillaume Farel a participar en el movimiento reformista de la ciudad. Calvino permaneció en Ginebra con Farel hasta 1538, cuando la ciudad votó contra Farel y los dos fueron invitados a marcharse. Calvino concluyó su interrumpido viaje a Estrasburgo y participó en la vida religiosa de esa comunidad hasta septiembre de 1541. Durante su estancia en Estrasburgo, Calvino se casó con Idelette de Bure, que era viuda. El matrimonio tuvo un hijo, que murió en la infancia. En Estrasburgo Calvino publicó además el primero de sus numerosos comentarios sobre los libros de la Biblia.
En 1541 los ginebrinos convencieron a Calvino para que regresara y les dirigiera de nuevo en la reforma de la Iglesia. Permaneció en esa ciudad el resto de su vida, excepto los breves viajes en defensa de la reforma de la Iglesia. Su esposa murió en 1549, y no se volvió a casar. Aunque recibió casa y salario del Gobierno, no tuvo cargo oficial y no se hizo ciudadano de Ginebra hasta 1559. Hasta la derrota de la familia Perrin en 1555 hubo una importante oposición al liderazgo de Calvino en la ciudad.
Calvino redactó el borrador de las nuevas ordenanzas que el Gobierno modificaría y adaptaría como constitución de Ginebra, regulando a la vez temas sagrados y profanos. Calvino apoyó también el establecimiento de un sistema de escuelas municipales para todos los niños, con una academia en Ginebra como centro de formación para los estudiantes más adelantados. En 1559 inauguró la academia, con Theodore Beza como rector, que muy pronto se convertiría en una verdadera universidad.
Mientras Calvino estuvo al servicio de Ginebra, la ciudad se vio amenazada con frecuencia por los ejércitos católicos a las órdenes de Emanuel Philibert, duque de Saboya, y de otros jefes. En realidad la ciudad era una fortaleza amurallada y recibía alguna ayuda de las granjas de los alrededores y de los aliados próximos. Por este motivo, la amenaza de conquista contribuyó a que la vida fuese muy severa en Ginebra y a su necesidad de comercio. Los cristianos disidentes eran expulsados a menudo de la ciudad, y se llegó a ejecutar a un individuo por hereje. Hombre de su tiempo, Calvino aprobó la condena a la hoguera de Miguel Servet (aunque él recomendara la decapitación) cuando el científico católico y unitario fue capturado en la ciudad. Además de sus convicciones religiosas, el factor determinante en la ejecución de Servet fueron sus estudios sobre la circulación de la sangre de los hombres, teorías que Calvino reprobaba.
Calvino se propuso mejorar la vida de los habitantes de la ciudad de muchas formas. Defendió la creación de hospitales, alcantarillado, barandillas protectoras en los pisos altos para evitar que los niños se cayeran, atención especial para los pobres y los enfermos y la introducción de nuevas industrias. Promocionó el uso del francés en las iglesias, y contribuyó de forma muy personal a su formación como lengua moderna con sus escritos en lengua vernácula.
Sin embargo los escritos de Calvino han resultado ser su contribución más duradera a su Iglesia. Compuso himnos y animó a otros a hacerlo. El famoso salterio ginebrino, compuesto en su mayor parte por su colega Louis Bourgeois, se convirtió en el modelo de muchos himnos protestantes. Compuso un influyente catecismo, cientos de cartas a compañeros reformistas , y comentarios sobre casi todos los libros de la Biblia. Se recopilaron además sus escritos y sermones.
Calvino nunca gozó de buena salud; sufría asma crónica y catarro. Estuvo muy delicado a causa del violento ataque de fiebre cuartana en 1558. Murió el 27 de mayo de 1564 y fue enterrado en una sepultura anónima en Ginebra.
La teología de Calvino
Según Calvino, la Biblia especificaba la naturaleza de la teología y de todas las instituciones humanas. Por eso sus exposiciones doctrinales comenzaban y concluían en las Escrituras, aunque citaba con frecuencia a los padres de la Iglesia y a importantes pensadores católicos medievales. Buscó minimizar la especulación sobre asuntos divinos y acercarse en su lugar a la Palabra de Dios. También exhortó a la Iglesia a recuperar su vitalidad y pureza original.
En Christianae religiones institutio, la obra maestra de Calvino y que por lo menos revisó cinco veces entre 1536 y 1559, se propuso la articulación de la teología bíblica de una manera razonable, siguiendo los artículos del credo apostólico. Los cuatro libros de la edición definitiva (1559) se centran en los artículos "Padre", "Hijo", "Espíritu Santo", e "Iglesia".
Sobre el Padre
El conocimiento de Dios está relacionado con la conciencia de uno mismo. En el mundo y en la conciencia humana se manifiestan las demandas espirituales. Dios creó el mundo y lo hizo bueno. Pero desde la caída original la humanidad, por sus propios poderes sólo ha podido comprender a Dios de modo excepcional e imperfecto. Por sí solos, los seres humanos nunca pueden alcanzar una auténtica vida religiosa basada en el conocimiento de Dios. Sin embargo, por la gracia de Dios, transmitida por Jesucristo, como se dice en la Biblia, el Creador resolvió este destructivo dilema y permitió a la humanidad obtener una clara visión de la revelación. Estas personas que aprenden la verdad sobre la depravación humana ”que incluso las mejores acciones están corrompidas y ninguna es pura” pueden arrepentirse y confiar su salvación en Dios Padre.
Sobre el Hijo
El pecado humano, heredado desde Adán y Eva, produce en cada persona una "fábrica de ídolos". Todos los individuos merecen destrucción, pero Jesucristo ejerció como profeta, sacerdote y rey para llamar a los elegidos a la vida eterna con Dios. Cristo convoca a los elegidos a una nueva vida, intercediendo por ellos en su expiación, y se halla a la diestra de Dios. Calvino hizo grandes esfuerzos para poner de manifiesto la continuidad de sus doctrinas con la ortodoxia cristiana como aparece expresada en los credos de Nicea y Caledonia.
Sobre el Espíritu
El Espíritu Santo de Dios, la tercera persona de la Trinidad, concede poder a los escritos y a la lectura de la Escritura, a la vida devocional de los creyentes, y al desarrollo cristiano en Cristo (santificación). También permite la confianza en que la resurrección de Dios de los muertos traerá a los salvados a la perfección a la presencia de Dios. Toda seguridad de elección a la gracia es dada por el Espíritu, e incluso la condenación de los réprobos según la justicia de Dios se rige por el poder del Espíritu.
Sobre la Iglesia
La Iglesia de Dios y los sacramentos son también otorgados por la gracia divina para edificación moral de los elegidos y el bien del mundo. La Iglesia, una a través del tiempo, puede ser conocida por la oración, por escuchar la Palabra de Dios y por la administración de los sacramentos. Aunque la verdadera Iglesia sea conocida sólo por Dios, la Iglesia visible está por completo relacionada con él en la Tierra. Dignatarios y jefes de la Iglesia serían aquellos individuos que intentan con rigor mantenerse en la disciplina cristiana, aunque su autoridad no puede depender de su rectitud. Los cargos deben ser aquellos designados en el Nuevo Testamento. Los sacramentos del bautismo y la eucaristía deben celebrarse como misterios en los que Cristo está presente en espíritu.
Calvino subrayó la trascendencia de la soberanía de Dios, la naturaleza de elección y predestinación, los pecados de orgullo y desobediencia, la autoridad de las Escrituras, y la naturaleza de la vida cristiana. Cada una de estas enseñanzas ha sido utilizada en algún momento por sus seguidores como doctrina central del calvinismo. Calvino sin embargo pretendía exponer la enseñanza bíblica sobre varios asuntos de su tiempo, a la luz de particulares controversias dentro de la Iglesia. Su teología ha sido reconocida como subyacente en la tradición paulino-agustiniana; Calvino intentó seguir lo que entendía como un camino intermedio entre un énfasis exclusivo en la divina providencia y un exclusivo hincapié en la responsabilidad humana.
Juan Calvino (1509-1564)
Una de las figuras más importantes de la Reforma. Nació en Francia. En 1536 pasó a Ginebra, donde se convirtió de hecho en el dictador de la ciudad (1541) y logró subordinar el poder civil a la Iglesia. El sistema de protestantismo fundado por Calvino ”calvinismo” era expresión de las reivindicaciones «de la parte más audaz de la burguesía de entonces» (Engels). El fundamento del calvinismo radica en la doctrina según la cual ciertas personas están predestinadas por Dios a la «salvación», y otras, a la «condenación». Esa predestinación no excluía, sin embargo, la vida activa, dado que según Calvino, el creyente, si bien desconoce cuál es su destino, puede demostrar que es un «elegido de Dios» con los éxitos que alcance en su vida privada. El calvinismo legitimaba el espíritu de empresa burgués de la época de la acumulación originaria. Ello se expresaba en el hecho de que se declarasen como virtudes cardinales la templanza y el ahorro, y se preconizase la observación de un régimen de ascetismo civil. Distinguía a Calvino la intolerancia religiosa hacia quienes profesaban ideas distintas. Por orden suya fue quemado en la hoguera el científico Servet (1553). Obra principal de Calvino: «Instrucción sobre la fe cristiana» (1536).
Calvino y la Iglesia de Ginebra
En primer lugar, y como primer cargo, he ejercido en esta iglesia el oficio de lector 1y después el de ministro 2y pastor. Respecto a haber tenido el segundo cargo, mantengo, por propio derecho, que lo hice legítimamente y con sincera vocación. Ahora bien, con qué cuidadosa diligencia y total entrega lo he administrado, no es necesario demostrarlo con largos discursos. No pretendo atribuirme ninguna sutil inteligencia, erudición, prudencia o destreza, ni siquiera diligencia. Pero yo sé, sin embargo, con certeza delante de Cristo, mi juez, y de todos sus ángeles, que he caminado en esta iglesia con la pureza y sinceridad que convenía a la obra del Señor: de lo cual los fieles dan amplio y excelente testimonio. Así Pues, una vez que se conozca que mi ministerio viene de Dios (como ciertamente aparecerá con claridad en el transcurso de esta materia) ¿habrá alguien que no juzgue mi silencio fingido y disimulado y no me acuse de prevaricación, si, por callarme, sufro injuria y difamación? Todos, pues, comprenden que me veo obligado por una imperiosa necesidad, y que además no tengo más remedio que oponerme y refutar tus reproches y acusaciones, si es que no quiero traicioneramente rehuir la empresa que el Señor ha puesto en mis manos. El no tener por el momento a mi cargo la administración de la iglesia de Ginebra, no puede ni debe impedirme profesarle mi paternal amor y caridad; a aquélla, digo, en la que habiéndome Dios ordenado una vez, me obligó a guardarle siempre fidelidad y lealtad.
Viendo, pues, las redes que se tendían contra aquella cuyo cuidado y solicitud quiere el Señor que tome sobre mi; conociendo también los grandes y enormes peligros y riesgos en los que, de no proveer con diligencia y medios apropiados, podía caer rápidamente ¿quién se atrevería a aconsejarme esperar con seguridad y paciencia el fin y término de tales peligros? Pensad qué ridículo seria permanecer como estúpido y atónito, sin prevenir la ruina de aquel por cuya protección es necesario vigilar día y noche. Pero bien veo que seria superfluo emplear en este punto un discurso más largo, cuando tú mismo me libras de tal dificultad. Pues si la vecindad de que hablas (que no es sin embargo tan grande) ha tenido tanta fuerza en ti que, queriendo mostrar la amistad que profesas a los habitantes de Ginebra, no has temido atacar, con tan gran atrocidad y furor, mi persona y mi buen nombre, a mi me será permitido, por derecho de humanidad, queriendo proveer y entender en el bien público de la ciudad que tengo encomendada y por mayor titulo que el de vecindad, impedir tus propósitos y esfuerzos que sin duda pretenden su total ruina y destrucción. Más todavía: aún cuando no tuviere nada que ver con la iglesia de Ginebra (de la que ciertamente no puedo desviar mi espíritu, ni amar y estimar menos que a mi propia alma), aún concediendo que no le tuviere ningún afecto, en cuanto mi propio ministerio ha sido injuriado falsamente y difamado (el cual, por haber conocido que viene de Cristo, debo defenderlo, si es necesario, con mi propia sangre) ¿cómo me va a ser posible aguantar, disimulando, tales cosas? Por lo cual no sólo los lectores benévolos pueden juzgar fácilmente, sino también tú, Sadoleto, tú mismo puedes considerar y pensar que por varias y justas razones me he visto obligado a tomar parte en este combate (si es que se puede llamar combate a la sencilla y moderada defensa de mi inocencia); si bien no puedo sostener mi derecho sin englobar y mezclar en él a mis compañeros, con los que la razón de mi administración ha permanecido tan inseparable que con sumo gusto tomaría sobre mí todo lo que se quiera decir contra ellos. Sin embargo, procuraré con todas mis fuerzas mostrar respecto a ti, al exponer y desarrollar esta causa, el mismo afecto que tuve al comenzarla. Pues yo haré que todos comprendan, no sólo que te aventajo mucho en buena y justa causa, en recta conciencia, en pureza de corazón, en lo rotundo 3de las frases y en buena fe, sino que también soy un poco más constante en guardar cierta modestia, dulzura y suavidad. Verdad es que a veces encontrarás cosas punzantes, que posiblemente desgarrarán tu corazón; sin embargo, procuraré que no salga de mi ninguna palabra fuerte ni dura, a no ser que la iniquidad de tu acusación (con la que en primer lugar he sido atacado), o la necesidad de la causa, me obliguen a ello. De todos modos procuraré que esta dureza y aspereza no lleguen a una intemperancia insoportable, a fin de que los espíritus de buen natural no se ofendan en modo alguno al ver tal inoportunas injurias.
1Es decir, exégeta (a partir de agosto de 1536).
2Hacia diciembre de 1536.
3Texto latino: Sermonis candore = sinceridad en el decir.
Intenciones de Sadoleto
Ahora bien: tengo por seguro que cualquier persona empezaría su defensa precisamente por el argumento que yo me propuse omitir. Pues sin gran dificultad podría ésta poner tan a las claras 1tus intenciones al escribir, que todos verían con evidencia que, en tu escrito, has buscado cualquier fin menos el que pretendías o intentabas. Pues si, primeramente, tú mismo no tienes fe en tu integridad, te haces extremadamente sospechoso, dado que tú, siendo extranjero y no habiendo tenido antes por aquí ningún conocimiento ni amistad con el pueblo de Ginebra, ahora de pronto dices profesarles un singular amor y benevolencia; sin embargo, de este amor jamás salió ningún fruto o apariencia de tal. Tú, que has hecho tu aprendizaje, casi desde tu infancia, en las instituciones romanas, las cuales se aprenden ahora en la corte de Roma, en esta tienda 2de toda finura y astucia; que precisamente has sido criado entre los brazos del papa Clemente 3, con cuya ayuda fuiste hecho cardenal, ciertamente tienes muchas manchas que te hacen sospechoso, en este lugar, prácticamente para todos. En cuanto a esos sutiles medios e insinuaciones, con los que creías prevenir y sorprender los espíritus de la gente humilde, cualquier hombre, que no sea tonto de remate, podría refutarlos con facilidad. Sin embargo, no te puedo imputar lo que seria quizá más di-,no de crédito, ya que eso no escapa fácilmente a hombre instruido en las buenas letras y ciencias liberales. Procederé, pues, contigo como si hubieses escrito a los de Ginebra con buen celo, como conviene a un hombre lleno de gran doctrina, prudencia y gravedad; dándoles a entender de buena fe lo que te parecía conducente a su salvación y prosperidad. Pero a pesar de ello, y por cuanto no quiero enfadarte en este punto, sea cual fuere tu intención, y como destrozas y te esfuerzas en manchar y difamar hasta el extremo, con ultrajes e injurias, lo que el Señor les ha enseñado con nuestro auxilio 4, me veo obligado, quiéralo o no, a contradecirte en esto abiertamente. Pues ciertamente el oficio de los pastores en la iglesia consiste, no sólo en llevar las almas dóciles de los fieles directamente a Cristo, sino también en estar bien pertrechados para rechazar las maquinaciones de quienes se esfuerzan en impedir la obra del Señor. Ahora bien, aunque tu carta está llena de propósitos ambiguos y circunlocuciones, sin embargo, el centro y punto principal está en que tú los apoyas en la autoridad del Papa, que es lo que tú llamas volver a la fe y obediencia de la iglesia. Pero como en causa poco favorable se requiere suavizar la acometividad de los oyentes, tú presentas, por medio de un largo prefacio y discurso, el bien incomparable de la vida eterna; después, entrando más en materia, demuestras que no hay peste más peligrosa para el alma que la falsa religión, y por supuesto dices que la verdadera regla para servir a Dios es la que fue instituida por vuestra iglesia; de lo cual concluyes que aquélla la han creado ellos, y que están totalmente perdidos todos los que han roto la unidad de esta iglesia si no se arrepienten y enmiendan. Y después pretendes que es un manifiesto abandono de la iglesia por parte de ellos el haberse alejado y separado de vuestra compañía, sobre todo por haber recibido el Evangelio de nosotros, y que todo esto no es sino un montón y mezcla de perversas instituciones y falsas doctrinas; de lo cual filialmente concluyes qué juicio de Dios les espera, si no hacen caso de tus avisos.
1Texto latino: Sermonis candore = sinceridad en el decir.
2Traducción literal de la palabra latina ”officina".
3Este juicio no es en modo alguno exagerado, ya que fue una especie de favorito del citado papa, quien le encomendaba misiones diplomáticas tan varias como delicadas, preocupado sin cesar por la reforma de la iglesia.
Quiere Descalificar a los Reformadores
Ahora bien, a pesar de que despojar a nuestras palabras de credibilidad servirla grandemente a tu causa, tu verdadera intención ha sido hacer sospechoso el celo, que ellos han visto en nosotros, por su salvación. Y así nos reprochas injustamente (pues bien sabes que es todo lo contrario) no haber pretendido otro fin que el de satisfacer nuestra ambición y avaricia. Dado, pues, que por tal motivo y con maliciosas insinuaciones nos has querido imputar tan mal proceder, turbando el espíritu de los lectores para engendrar en ellos odio contra nosotros, a fin de que no diesen crédito a nuestras palabras, antes de tratar otros puntos, responderé brevemente a tu objeción. Ten por cierto que no hablo de mi por gusto; sin embargo, puesto que no puedo en absoluto callarme, hablaré de mi con la mayor modestia posible. Así, pues, en cuanto a mí se refiere, si sólo hubiese pretendido mi provecho jamás me hubiera separado de vuestro bando. Y sin embargo no me vanagloriaré de haber tenido en él los medios para conseguir honores, que jamás deseé, ni a los que jamás mi corazón pudo dedicarse (a pesar de haber visto a varios de mis compañeros conseguirlos con cierta dignidad, honores a los que podía en parte aspirar y en parte despreciar); me bastará decir solamente que me era licito conseguir lo que habría deseado sobre todo lo demás, a saber, dedicarme al estudio con alguna honesta y libre condición. Por lo cual, jamás temeré que alguien me pueda reprochar (si no es algún desvergonzado) el haber pretendido ni pedido cosa alguna fuera del reino del Papa que no me hubiese sido ofrecido en éste.
Pero ¿quién se atreverá a achacar a Farel semejantes cosas? Si le hubieran obligado a vivir de su trabajo y saber, el bien que habla ya hecho a las letras nunca le hubiese dejado en necedad, y eso que procedía de tan noble casa que no tenia necesidad de ayuda alguna 1. Acerca de nosotros dos, puesto que nos señalas como con el dedo, he querido responderte nominalmente. Y en cuanto a que, según parece, difames y te ensañes sin miramientos contra cuantos sostienen hoy día la misma causa que nosotros, quiero que comprendas perfectamente que no hallarás ni uno solo por quien yo no responda, como lo hice por Farel o por mí mismo. A bastantes de nosotros sólo conoces de oídas; respecto a éstos, apelo a tu conciencia: ¿Crees que les habrá obligado el hambre a apartarse de vosotros, y que por no poder conseguir riquezas se han visto obligados a este cambio y nueva conversión, como si hubiesen hecho bancarrota, o como abolición general de antiguas deudas? Para no extenderme prolijamente recitando un largo catálogo, me atrevo a asegurarte que de todos cuantos ha sido motivo y centro 2de este asunto, ni uno sólo dejaría de ser recibido entre vosotros tan bien y tan honrosamente que ya no necesitaría preocuparse por un nuevo genero de vida. Por consiguiente, esto es lo que nos juzga ahora y discierne a ti y a mí: los honores y poderes que hemos conseguido. Ciertamente, todos cuantos nos han oído serán testigos de que no hemos deseado y procurado tener otras riquezas ni dignidades que las que nos han caldo en suerte. Dado, pues, que en todos nuestros dichos y hechos no han tenido tú siquiera sospecha alguna de la ambición que tú nos atribuyes, sino que han visto por indicios manifiestos en qué horror y menosprecio los teníamos ¿piensas que con tu simple palabra vas a conquistar sus entendimientos, de suerte que den crédito a esta tu vana acusación, más bien que a tantas y tan verdaderas enseñanzas como han recibido de nosotros? Y vamos a apoyarnos en hechos más bien que en palabras: el poder de la espada y otros poderes civiles que un montón de sacerdotes y obispos disfrazados habían arrebatado, con el pretexto de inmunidad y franquicia, fraudulentamente a los magistrados, ¿no hemos hecho nosotros que vuelvan a ser puestos de nuevo en sus debidas manos? ¿No hemos detestado y no nos hemos esforzado en abolir todos los medios de condenación y de ambición que habían usurpado? Si hubiésemos tenido la esperanza de enmendar estas cosas, ¡con qué finura no hubiéramos disimulado esto, a fin de que tales cosas nos hubiesen sido devueltas con la administración y gobierno de la iglesia! ¿Pero por qué hemos emprendido el destruir con grandes esfuerzos este reino y poderío, o, por mejor decir, esta tiranía 3que ejercían sobre las almas en contra de la Palabra de Dios? ¿Cómo no nos dábamos cuenta de lo mucho que hablamos perdido?
Por lo que se refiere a las riquezas eclesiásticas, la mayor parte de las mismas son devoradas por estas simas. Si, pues, esperamos que les sean arrebatadas de una vez para siempre (como ciertamente será necesario), ¿cómo es que no buscamos los medios de apoderarnos de ellas? Pero dado que públicamente hemos pronunciado y declarado que el vigilante u obispo es un ladrón que emplea bienes de la iglesia para su uso más de los que necesita para vivir sobriamente y según su condición; dado que también hemos testimoniado que la iglesia fue emponzoñada con pernicioso veneno al cubrirse los pastores de riquezas por las que finalmente se han visto cegados; teniendo también en cuenta que hemos enseñado no ser conveniente que usen de ellas en abundancia, y que, finalmente, hemos aconsejado que se diese a los ministros lo que era necesario, según su estado, pero no para que abunden en superfluidad, y que lo restante se distribuyese entre los pobres como se hacia en la iglesia primitiva; habiendo, en fin, demostrado que era necesario elegir personas serias y de autoridad, que tuviesen su cargo y administración con la condición de rendir cuenta todos los años a la iglesia y al magistrado, ¿significa todo esto que buscábamos o procurábamos aprovecharnos de estos bienes o más bien que los apartábamos voluntariamente de nosotros? Todo esto demuestra suficientemente, no lo que somos, sino lo que hemos querido ser. Si, pues, todo lo que he dicho es tan claro y manifiesto para todos, que nadie podrá negar ni el menor detalle, ¿podrás tacharnos de audaces y codiciosos de riqueza y poder desacostumbrados, incluso ante quienes no ignoran estas cosas? En cuanto a las grandes y enormes mentiras que gente de tu calaña siembran diariamente en sus países no nos extraña en modo alguno, pues no hay persona que se aperciba de ello o se atreva a contradecirles. Pero el querer persuadir de lo contrario a quienes han visto y oído lo que antes expuse no es obra de un hombre sabio, y, lo que es más deshonroso para Sadoleto, de un hombre de tan gran estima por su doctrina, prudencia y gravedad. Y si te parece que nuestro afecto debe ser medido por el efecto de la cosa, todos verán que no hemos procurado sino multiplicar y acrecentar con nuestra bajeza y humildad el Reino de Dios; tan lejos estamos de haber querido, por el deseo de dominar, abusar de su santo y sagrado Nombre.
Paso por alto y me callo muchas otras injurias y oprobios que vomitas contra nosotros a boca llena, corno se dice. Nos llamas hombres cautelosos, enemigos de la unión y paz cristiana, reformadores de cosas ya de antiguo bien establecidas, sediciosos, hombres que contagian la peste a las conciencias e incluso enemigos, tanto en público como en privado, de la conveniencia humana. Si querías evitar reproches, o no deblas atribuirnos lenguaje altanero y profundo, para hacernos odiosos a todos, o bien tenlas que disminuir un poco en cierto modo esta grandilocuencia. No quiero, sin embargo, detenerme en todos tus propósitos, pero quisiera que pensases en tu interior cuán poco conveniente, y hasta mezquino, seria acusar con extensas injurias (las cuales, sin embargo, con una sola palabra se pueden refutar) a quienes en modo alguno las han merecido ni las esperaban de ti. ¡Cuán poca cosa es injuriar así a los hombres, haciéndolo al precio de la indignidad de tan gran ultraje hecho por ti a Jesucristo y a su Palabra, cuando comienzas a entrar más adelante en materia!
1Doble alusión a la carrera eclesiástica que Calvino hubiese podido recorrer sin dificultad en la Iglesia Romana y a los éxitos universitarios que Farel obtuvo en París con Lefevre d'Etaples. Por lo demás, Farel, nacido en 1489 cerca de Gap, no pertenecía, a pesar del testimonio de Calvino, a la alta nobleza, sino a la media. Regresar
2Texto latino: Príncipes = instigadores.
3Texto latino: carnificinam = cámara de torturas.
La Gloria de Dios Ante Todo
Tú llamas abandonar la verdad de Dios al hecho de haberse apartado los de Ginebra, instruidos por nuestra predicación, del fango del error en que hablan sido sumergidos y casi ahogados, y al hecho de haber vuelto a la pura doctrina del Evangelio. Y también dices que es una verdadera separación de la iglesia el haberse apartado de la sujeción y tiranía papal, para disponer entre ellos de una mejor forma de iglesia. Examinemos, pues, ahora estos dos puntos.
Por lo que se refiere a este tu preámbulo, que llena casi la tercera parte de tu carta, predicando la excelencia de la felicidad eterna, no es necesario que me extienda mucho en responderte. Pues aunque la consideración de la vida eterna sea cosa digna de que esté día y noche en nuestros oídos y debamos ejercitarnos sin cesar en su meditación, no acabo de comprender, sin embargo, por qué te has detenido tanto en esto, a no ser para que te tengan en mayor estima y consideración so pretexto y apariencia de religión; o bien que, pensando alejar de ti toda mala sospecha, has querido hacer ver que todo tu pensamiento versaba sobre la vida bienaventurada que hay en Dios; o bien, has juzgado que aquellos a quienes escribías serian por esta tu larga exhortación atraídos y conmovidos de modo mejor (aunque no quiero adivinar cuál era tu intención); sin embargo, no creo sea propio de un auténtico teólogo el procurar que el hombre se quede en si mismo, en vez de mostrarle y enseñarle que el comienzo de la buena reforma de su vida consiste en desear fomentar y dar realce a la gloria del Señor, ya que hemos nacido principalmente para Dios y no para nosotros mismos. Pues así como todas las cosas son suyas y en él subsisten, así también (como dice el Apóstol 1deben referirse por completo a él. Y así dice que el mismo Señor, para hacer más deseable a los hombres la gloria de su Nombre, les ha atemperado y moderado de tal manera el deseo de exaltarlo que los ha unido perpetuamente a nuestra salvación. Pero dado que él ha enseñado que este afecto debe dominar todo cuidado y codicia del bien y provecho que de ello nos podría venir, y que incluso la ley natural nos incita a estimarlo sobre todas las cosas (si por lo menos queremos rendirle el honor que le es debido), ciertamente el deber del cristiano consiste en remontarnos por encima de la simple búsqueda y consecución de la salvación de su alma. Por lo cual no habrá ninguna persona bien instruida y experimentada en la verdadera religión cristiana que no juzgue esta tan larga y curiosa exhortación al estudio de la vida celestial (la cual detiene al hombre en esto sólo, sin elevarlo con una sola palabra a la santificación del Nombre de Dios) como cosa de mal gusto y sin sabor alguno. Después de esta santificación, te concederé, de muy buen grado, que durante toda nuestra vida no debemos tender a otro fin ni tener otro propósito que el de conseguir esta suprema vocación, pues es el fin principal que Dios nos ha propuesto en todos nuestros hechos, dichos y pensamientos. Y no hay, en verdad, cosa alguna que haga al hombre superior a los animales como la comunicación espiritual con Dios, con la esperanza de esta felicidad eterna. Incluso en todas nuestras predicaciones casi no pretendemos otra cosa que educar y conmover los corazones de cada uno con la meditación y estudio de esta felicidad eterna. Te puedo conceder de buen grado que todo el daño que pueda acontecer a nuestra salvación no proviene de otra parte, sino del servicio de Dios pervertido y ejecutado indebidamente. Y por cierto estas son entre nosotros las primeras instrucciones y enseñanzas en las que acostumbramos a instruir, cuando tratamos de la verdadera piedad y religión, a quienes queremos conquistar como discípulos para Jesucristo, a saber: que se guarden bien de calumniar locamente y a su placer cualquier nueva forma de honrar a Dios, pero que sepan que sólo es legitimo aquel servicio que desde el comienzo le fue agradable. Y sin embargo afirmamos, sobre todo, lo que está aprobado por el santo oráculo de Dios: que más vale obediencia que sacrificio 2. Finalmente les inducimos y acostumbramos cuanto podemos a abandonar todos los servicios y formas de falsas y calumniosas supersticiones, contentándose con una sola regla y mandamiento de Dios, según se lo ha revelado su Santa Palabra.
1Romanos 11, 36.
21 Samuel 15:22.
Oposición de Falsos Dogmas
En cuanto a la confesión auricular, hemos rechazado la constitución del papa Inocencio, que recomienda a todos que digan todos sus pecados, todos los años, a un sacerdote particular. Seria muy largo de contar, cómo y por qué razones la hemos abolido. Sin embargo, que esto sea cosa mala lo demuestra el hecho de que las conciencias de los fieles, libres de tal tormento, ya han comenzado a tranquilizarse y a confiar en la bondad y misericordia de Dios, conciencias que estaban antes en continua ansiedad y perturbación. Nada quiero decir de las grandes plagas que la iglesia ha sufrido a causa de esta confesión, por las cuales debemos juzgar con toda justicia a la confesión como algo execrable. En cuanto a lo que hacéis ahora a este respecto, bástete saber que nada hay escrito sobre ello en los mandamientos de Cristo, ni en la constitución de la iglesia primitiva. Hemos suprimido con decisión todos los pasajes de la Santa Escritura, que los Sofistas tratan de tergiversar, para probar esta confesión. Y las historias eclesiásticas que hoy poseemos nos muestran que no habla en esto novedades por aquel entonces, cuando todo se observaba sencillamente, en lo cual concuerdan los testimonios de los padres; es, pues, abuso y engaño el afirmar como tú afirmas, que la humildad ha sido en esto recomendada y establecida por Cristo y por la iglesia. Pues, si bien hay en ello cierta apariencia de humildad, sin embargo está muy lejos de ser placentero y agradable a Dios rebajarse so capa de humildad. Por eso San Pablo nos enseña que la verdadera humildad es la que está conforme con la pura Palabra de Dios y se ajusta a ella (1) .
En cuanto a sostener la intercesión de los santos, si tu propósito es sólo defender que con sus continuos deseos están pidiendo el cumplimiento del Reino de Cristo, en el que está cifrada la salvación de todos los fieles, ninguno de nosotros lo duda en lo más mínimo. Por lo que nada has conseguido con detenerte tanto en este punto. Pero se ve que no querías perder esta magnífica ocasión para zaherirnos; como si fuese opinión nuestra la de que los espíritus mueren con los cuerpos. Por lo que se refiere a nosotros, dejamos esta filosofía a vuestros soberanos obispos y al colegio de cardenales, que la han venerado muchos años y todavía la veneran ahora. Más aún, lo que añades luego (es decir, vivir voluptuosamente entre goces, sin tener en cuenta la vida futura y mofarse de nosotros pobres hombrecillos, que trabajamos con tanto afán por que progrese el Reino de Dios) eso va muy bien con su modo de ser. Y en cuanto a la intercesión de los santos nos detenemos en este punto: que no hay maravillas si no las inventan. Pues para ello ha sido necesario desbrozar innumerables supersticiones que hablan conseguido abolir totalmente de la memoria de los hombres la intercesión de Cristo: se invocaba a los santos como si fueran dioses: se les atribula lo que era propio de Dios; y no había gran diferencia entre la veneración de aquellos y la idolatría que justamente todos detestan y maldicen.
En lo referente al purgatorio, sabemos que ninguna iglesia antigua hacia memoria de los muertos en sus plegarias: sino que éstas eran raras, sobrias y resumidas en pocas palabras; finalmente estas plegarias no pretendían, al parecer, más que testimoniar brevemente su caridad para con los difuntos. Pero todavía no hablan nacido los expertos maniobreros (2) que han forjado vuestro purgatorio y que luego lo han extendido tan ampliamente y lo han elevado a tal altura y esplendor que la mejor parte de vuestro reino se sostiene y apoya en él. Tú conoces por ti mismo, que error tan monstruoso le ha precedido; no ignoras cuántas hechicerías ha engendrado voluntariamente la superstición para engañarse a si mismo; conoces cuántas imposturas y engaños ha forjado en este punto la avaricia, para chupar y apropiarse los bienes del pueblo sencillo; ves perfectamente qué peste ha padecido por esto la verdadera religión. Pues lo peor -por no decir nada del servicio de Dios, destruido por él- está ciertamente en que cuando los hombres, envidiándose unos a otros, sin ningún mandamiento de Dios, han querido ayudar a los difuntos, han despreciado los verdaderos oficios de caridad, que son sin embargo tan recomendados y requeridos.
(1) Colosenses 2:18
(2) En el texto latino: "Architecti".
La Iglesia Maculada Con Falsos Dogmas
No puedo soportar, Sadoleto, que, al atribuir tales sacrilegios han sido introducidos, sin darse nadie cuenta, con grandísimo y horrible oprobio de la Cruz de Cristo. Y nos lamentamos de que la libertad cristiana haya sido anegada y suprimida por tradiciones humanas. Por eso hemos mandado que las iglesias, que Dios nos ha confiado, fuesen depuradas y limpias de semejante peste. Laméntate, ahora, si te es posible, de que hayamos injuriado a la iglesia, de que nos hayamos atrevido a violar sus venerables constituciones. Por cierto que ya es voz común, y por eso nada ganarlas con negarlo, que en todo esto la iglesia primitiva está de acuerdo con nosotros; y que es tan contraria a vosotros, como lo somos nosotros mismos. Recuerdo en este momento que en no se qué pasaje dices, como queriendo disminuir su importancia, que si vuestra conducta es desordenada sin embargo no se sigue de ahí que nos tengamos que separar de la santa iglesia. En verdad difícilmente se podrá conseguir que el afecto del pueblo no se sienta grandemente alejado de vosotros y de vuestro partido, después de ver tanta crueldad, avaricia, rapiñas, intemperancias, insolencia y tantos ejemplos de toda clase de licencias y maldades como cometen continuamente las gentes de tu calaña. Pero ninguna de estas cosas nos ha inducido a intentar lo que por una necesidad mucho mayor hemos emprendido; necesidad que ciertamente hemos sentido al ver cómo estaba extinguida la claridad de la verdad divina, sepultada la Palabra de Dios, abolida por un profundo olvido la virtud y eficacia de Cristo, y enteramente subvertido el oficio de pastor. Sin embargo, de tal manera se mostraba la impiedad que apenas si habla algún punto de doctrina cristiana que estuviese puro y sin mitificación; o alguna ceremonia sin error, y alguna parte del servicio divino exenta de supersticiones. Quienes rechazan tales iniquidades, ¿combaten contra la iglesia, o tratan más bien de ayudarla, al verla de este modo afligida y oprimida por todas partes? ¡Y todavía te atreves a invocar vuestra obediencia y humildad, es decir que la reverencia a la iglesia os impide trabajar por evitar todas estas iniquidades! ¿Qué tendrán de común un cristiano y esta obediencia contrahecha que sirve y obedece a los hombres, despreciando la Palabra de Dios? ¿Qué tendrá de común con esta humildad contumaz y rebelde, que sólo reverencia y honra a los hombres, despreciando la majestad de Dios?
Dejemos a un lado estos falsos títulos de virtud, de los que no alardean sino para encubrir y ocultar los vicios. Vamos al asunto sin rodeos. Bien que haya entre vosotros humildad tal, que, para empezar por lo más sencillo, honre a cada uno según su dignidad; de tal modo que atribuya a la iglesia la suprema dignidad y reverencia que en definitiva ha de atribuirse sin embargo a Cristo, su Cabeza; bien, que haya una obediencia tal que nos lleve a escuchar a nuestros superiores y, a los que tienen autoridad sobre nosotros, de tal modo que atribuye sin embargo todas nuestras acciones a la única regla de la Palabra- de Dios; bien que haya una iglesia tal que no procure sino fijarse en la Palabra de Dios con religiosa humildad y mantenerse bajo su obediencia. Pero, dirás tú, ¿qué arrogancia tenéis vosotros, al vanagloriaros de que la iglesia está sólo con vosotros, y queriendo sin embargo privar de ella al resto del mundo? En verdad, Sadoleto, no negamos que sean iglesias de Cristo las iglesias que vosotros presidís; pero decimos que el papa, junto con toda la tropa de sus falsos obispos, que han ocupado entre vosotros el lugar de pastores, son lobos cruelísimos y peligrosos, que no han tenido hasta ahora otro deseo sino el de destrozar y destruir el Reino de Cristo hasta deformarlo y reducirlo completamente a ruinas y desolaciones.
Y sin embrago no somos los primeros en quejarnos de esto. ¡Con qué vehemencia flajelaba San Bernardo al papa Eugenlo (1) y a todos los obispos de su época! ¡Y cuánto más tolerable era el estado de su siglo que el de ahora! Pues hoy día se ha llegado al más alto, al último grado de malicia, de suerte que estas contrahechas sombras de obispos (en los cuales piensas que está toda la firmeza o ruina de la iglesia) ya no pueden soportar más ni sus propios vicios, ni el remedio de los mismos; por cuyos vicios decimos que la iglesia ha sido derribada y mutilada cruelmente; y que poco ha faltado para quedar arrasada y saqueada; lo cual sin duda alguna hubiera sucedido de no haberlo impedido la bondad singular de Dios, de suerte que en los lugares ocupados por la tiranía del papa a penas si aparecer algunas huellas y vestigios esparcidos y deshechos, por los cuales puedes juzgar que las iglesias yacen allí medio sepultadas. Y no te debe sonar a cosa extraña, ya que oyes a San Pablo proclamar que la sede del Anticristo estará precisamente en medio del santuario de Dios (2) .
(1) Alusión a estos dos famosos tratados de Bernardo de Claraval: ”De consideratione ad Eugenium tertium" y ”De moribus et officio episcoporum".
(2) 2 Tesalonicenses 2:4
Reformadores y Romanistas
Respecto a la falsa acusación (contraria por cierto a lo que tú mismo conoces) de que, al rechazar este tiránico yugo, no hemos pretendido sino darnos rienda suelta, entregándonos a una vida desarreglada y licenciosa, sin que pensemos siquiera (Dios lo sabe) en la vida futura, vamos a enjuiciar vuestra conducta comparándola con la nuestra.
Es cierto que somos pecadores y que abundan los vicios entre nosotros, y que muchos de nosotros caemos frecuentemente y desfallecemos muchas veces; sin embargo, la vergüenza me impide tener el atrevimiento de vanagloriarme (hasta donde la verdad lo permite) de ser nosotros mejores que vosotros y esto en todos los aspectos. Contando con que no pretendas, por ventura, exceptuar a Roma, hermosísimo santuario de toda santidad, la cual, una vez sacada de quicio y deshechas las barreras de auténtica disciplina y pisoteada la honestidad, está tan rebosante de toda clase de maldades que a duras penas podrá hallarse en toda la historia un ejemplo semejante de tan gran abominación. Yo creo que tendremos que someter nuestra vida o. tantos peligros y daños, no sea que, siguiendo su ejemplo, seamos constreñidos a una continencia más severa y estrecha. Por lo que a nosotros respecta, no rehusamos observar hoy la disciplina establecida en los antiguos cánones, ni mantenerla y guardarla con diligencia y buena fe. Por el contrario siempre hemos sostenido que esta desdichada ruina de la iglesia provenía tan sólo de haber perdido, por las superfluidades demasiados licenciosas, todas sus fuerzas y todo su vigor, y de haber permanecido enteramente abatida. Pues es necesario que el cuerpo de la iglesia, para mantenerlo perfectamente unido, esté entrelazado con la disciplina, del mismo modo que un cuerpo se halla reforzado con nervios. Y yo os pregunto ¿cómo la reverenciáis o la deseáis vosotros? ¿Dónde están aquellos antiguos cánones, con los cuales, como con su freno, se mantenía a los obispos y sacerdotes en el cumplimiento de su oficio y de su deber? ¿Cómo se elige a los obispos entre vosotros? ¿Con qué pruebas? ¿Con qué examen? ¿Qué diligencia o previsión se emplea? ¿Cómo se les nombra para el deber de su estado? ¿Con qué liturgia o solemnidad? Tan sólo para cumplir, se le toma el juramento de que ejercerán el oficio de pastor; pero, según se ve, con el único fin -sin fijarnos en otras maldades- de hacerlos perjuros. Pues apoderándose, como por la fuerza, de los cargos de la iglesia, les parece que tienen un poder que no está sometido a ley ninguna, y piensan que con este poder todo les está permitido; de suerte que podemos creer fácilmente que los piratas, bandidos, ladrones y salteadores (1) tienen una policía mejor y que observan las leyes mejor que todos vosotros.
(1) En el texto francés existe esta redundancia propia del estilo del s. XVI. En el texto latino sólo se dice: ”inter piratas et latrones": piratas y ladrones.
El Reformado Ante el Juicio de Dios
Y puesto que al final nos has citado como criminales ante e¡ Juicio de Dios, induciendo a alguien para que defienda nuestra causa, no temo, por mi parte, citarte a ti ante ese mismo juicio de Dios. Por lo que se refiere a la doctrina, nuestra conciencia está tan segura de ella que no teme a este juez Celestial, de quien sabe que proviene aquélla. Y sin embargo no se detiene en esas pequeñas burlas, con las que has querido divertirte tan a despropósito. Porque ¿hay cosa más inoportuna que inventar, después de haberse presentado ante Dios, yo no sé qué injurias y luego fabricarnos una defensa poco apropiada, que decae inmediatamente? Cuantas veces se acuerdan los cristianos de aquel día, sus corazones se llenan de una tan gran reverencia que les permite burlarse ociosamente de este modo. Dejando, pues, de lado tales lindezas, consideremos un poco aquel día, pues los corazones de los hombres deben estar siempre preparados para cuando llegue; él nos recuerda que nada hay que sea -y con razón- tan deseable para los fieles, como terrible y temible para los profanos y para los que desprecian a Dios. Escuchemos aquel sonido de trompeta, que las mismas cenizas de los muertos oirán desde su sepulcros. Levantemos nuestros corazones y nuestros pensamientos hasta este juez, que con sólo el resplandor de su rostro descubrirá todo lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto todos los secretos del corazón humano; y con sólo el Espíritu de su boca confundirá a los malvados. Piensa, pues, ahora qué razones válidas aducirás para defenderte a ti y a los tuyos; pues nuestra causa, por estar fundada en la verdad de Dios, no carecerá de una buena y justa defensa.
Respecto a nuestras personas prefiero no decir nada, pues nuestra salvación no dependerá de malas artes o de un pleito, sino más bien de una humilde confesión y de suplicante plegaria. Pero respecto a la causa de nuestro ministerio, cada uno de nosotros podrá hablar como sigue: Por mi parte, Señor, he experimentado lo difícil y costoso que es sobrellevar frente a los hombres la acusación envidiosa que me oprimía en la tierra. Pero con la misma confianza con que siempre he desafiado y apelado a Tu tribunal, con esa misma comparezco ahora delante de Ti; pues sé que impera en Tu juicio la verdad, y confortado con esta confianza, me he atrevido primeramente a emprender y he logrado completar -sostenido con su instrucción- todo lo que han hecho por mí en Tu iglesia.
Me han acusado de dos gravísimos crímenes: de herejía y de cisma. Pero resulta que llaman herejía al haberse atrevido a contradecir las constituciones observadas por ellos. ¿Qué iba a hacer? Oía de Tu misma boca que no existe otra luz de la verdad para conducir nuestras almas por el camino de vida, sino la que procedía de Tu Palabra. Ola que todo lo que inventaba el espíritu humano por si mismo sobre Tu majestad, veneración de Tu Nombre, y misterio de la religión no era sino vanidad. Sabía que era una tremenda y sacrílega osadía el hecho de estar sembradas por la iglesia, suplantando a Tu Palabra, doctrinas inventadas por el cerebro de los hombres. Y por cierto que, cuando volvía mi vista hacia los hombres, todo me parecía contradictorio: Los que se tenían por guardianes de la fe, ni comprendían Tu Palabra ni se preocupaban de ella. Abusaban del pueblo sencillo y le engañaban con extrañas constituciones y se mofaban de él con no sé qué bavosidades (1) . Para este pueblo la mayor veneración de la Palabra consistía en reverenciarla de lejos como algo a lo que no se tiene acceso, absteniéndose de toda investigación sobre ella. Y tanto pr esta perezosa estupidez de los pastores, como por la simpleza del pueblo, todo estaba lleno de perniciosos errores, mentiras y supersticiones. Es cierto que te llamaban Dios; pero, transfiriendo a otros la gloria que se te debe en propiedad se fabricaban y tenían tantos dioses cuantos querian adorar como santos y patronos. También a Tu Cristo le adoraban como a Dios y le daban el nombre de Salvador; pero en el aspecto en que principalmente tenla que ser honrado se quedaba prácticamente sin gloria, pues despojado de su virtud y poder, permanecía oculto entre la tropa de santos, como otro cualquiera. Nadie pensaba verdaderamente que el único sacrificio era el que te ofreció en la cruz, por el que nos reconcilió contigo. Nadie pensaba, ni apenas soñaba, en su sacerdocio eterno, ni en la intercesión y mediación que dependían de él. Nadie descansaba en su sola justicia. En cuanto a la confianza en la salvación que está prescrita y fundada en Tu Palabra casi habla desaparecido. En cambio tenían como cosa cierta que si alguno, protegido por la benignidad y justicia de Tu Hijo, concebía en si mismo una cierta y segura esperanza de salvación, habla que atribuirlo a su loca arrogancia y ”como ellos decían- a temeraria presunción. Existían algunas malignas opiniones que corrompían por completo las primeras constituciones de la doctrina que Tú nos hablas dado en Tu Palabra. La sana inteligencia del Bautismo y de tu Santa Cena, había sido corrompida con diversas mentiras. Y sobre todo, a pesar de poner todos su confianza en las buenas obras (no sin ofender gravemente a Tu misericordia) y de esforzarse en merecer con ellas Tu gracia, conseguir Tu justicia, purgar sus pecados y propiciarte (todo lo cual borra y destruye la virtud de la cruz de Cristo), sin embargo, no conocían cuáles eran las buenas obras. Pues, como si no hubieran sido instituidas para justicia por Tu ley, se habían forjado algunas inútiles tonterías para tenerte propicio y favorable; en las cuales se complacían de tal modo que despreciaban la regla de la verdadera justicia que nos has impuesto por medio de Tu ley. Las tradiciones humanas hablan alcanzado tanto poder que si no hablan arrancado del todo la confianza que se tenla en Tus mandamientos, por lo menos habían disminuido grandemente su autoridad. Pero Tú, Señor, me has iluminado con la claridad de Tu Espíritu, para reflexionar sobre esto: has puesto ante mi Tu Palabra, como una antorcha, para darme a entender cuán malo y pernicioso es todo esto; finalmente has tocado mi corazón para que justamente y con todo derecho las aborreciese.
(1) Texto latino: ”Inepti1s": camelos.
Actitud Romanista y Reformista
AJ, pues, Sadoleto, compara, si te parece conveniente, esta defensa nuestra con la que tú pusiste en boca de tu hombre sencillo. Seria una maravilla que no supieses cuál tenlas que preferir. Pues sin lugar a dudas está en gran peligro la salvación de aquél cuya única defensa está apoyada y fundamentada, como sobre un gozne, en la afirmación de que observó siempre la Religión que le habían transmitido sus antepasados y predecesores. Por esta misma razón, también los judíos, turcos y sarracenos se librarían del juicio de Dios. Rechacemos, pues, esta vana tergiversación ante el tribunal que ha de ser erigido no para aprobar la autoridad de los hombres, sino para mantener la verdad de un solo Dios, siendo reprobada la universal carne de vanidad y de mentira (1) . Que si yo quisiera, como tú, valerme de mofas sarcásticas, ¡qué imagen no podría pintar, no ya de un papa o de un cardenal o de cualquier otro venerable prelado de vuestro bando (y tú sabes perfectamente de qué color pueden ser pintados, hasta por un hombre poco ingenioso) sino incluso de un cierto doctor aunque fuese el más primoroso de todos los vuestros (2) . Ciertamente ya no me será necesario, para condenar a este doctor, aducir conjeturas dudosas o imputarle crímenes falsos, pues no faltarían muchos suficientemente probados y evidentes, con los que se verla demasiado abrumado. Mas para que no parezca que caigo en el mismo defecto que reprendo en ti, desistiré de comportarme de esta forma. Les suplicaré únicamente que reflexionen alguna vez; y que piensen y mediten si alimentan con fidelidad al pueblo cristiano, al cual no se puede dar otro pan que no sea la palabra de su Dios. Y que no se complazcan demasiado en representar su papel con el aplauso y consentimiento del pueblo, pues todavía no han llegado a su desenlace, en el cual no tendrán, por cierto, un puesto para vender sin riesgo sus falsas mercancías y engañar las conciencias fieles con su mentiras e invenciones; sino que permanecerán en pie (3) o caerán, únicamente por la voluntad de Dios, cuyo juicio tendrá en cuenta solamente su equidad inmutable y no la voz ni el favor del pueblo; y no indagará tan sólo los actos exteriores, sino que juzgará de la sinceridad o malicia interior del corazón. No quiero juzgar de todos en general. Sin embargo ¿quién de vosotros, cuando se trata de luchar contra nosotros, no siente remordimientos de conciencia de que, al obrar así, trabaja más para los hombres que para Dios?
En todo el transcurso de tu carta nos tratas con demasiada crueldad; pero en el útimo párrafo viertes a boca llena todo el veneno de tu maldad contra nosotros. Y aunque estas injurias en nada nos afectan, y con anterioridad ya respondimos parcialmente a ella, te ruego me digas qué te ha pasado por la cabeza para llegar hasta reprocharnos el ser avaros. ¿Crees que los nuestros han sido tan tontos que no se han dado perfecta cuenta, ya desde el principio, de que el camino que emprendían era totalmente opuesto a toda ganancia y provecho carnal? ¿No veían ellos que, al reprender y censurar vuestra avaricia, estaban por eso mismo necesariamente obligados a vivir con continencia y de una manera razonable, si no querían servir de burla hasta para los niños pequeños? ¿No se cerraban ellos mismos el camino para conseguir riquezas y abundancia de bienes, al enseñar que el medio mejor de corregir la avaricia era despojar a los pastores de esta abundancia y superfluidad de riquezas para que, estando libres de ellas, tuviesen mayor cuidado de la iglesia? ¿Qué riquezas existían entonces a las que poder aspirar? ¿Pues qué; no era el camino más corto y más fácil para alcanzar riquezas y honores la aceptación inmediata ya desde el principio de los pactos y condiciones que vosotros ofrecíais? ¡Con qué sumas no hubiera vuestro papa comprado entonces, y todavía comprarla hoy, el silencio de muchos! Si tenían la más mínima ambición de enriquecerse, ¿por qué, entonces, prefirieron permanecer pobres perpetuamente (habiéndoles quitado cualquier esperanza de aumentar sus bienes) en vez de hacerse ricos en un instante y sin gran dificultad? ¿Será, tal vez, la ambición la que les retiene...? Todavía no comprendo por qué razón nos han afrentado, ya que los primeros en emprender esta causa, no podían esperar otra cosa que ser rechazados y repudiados vergonzosamente de todo el mundo; y los que vinieron después, se expusieron consciente y deliberadamente a innumerables ultrajes y afrentas de todos.
Y esos engaños e intrigas domésticas ¿dónde están? No hallaréis entre nosotros sospecha alguna. Habla más bien de estas cosas en vuestro santo colegio, donde todos los días os agitáis entre intrigas.
(1) Nótese la gallardía y la fuerza de esta expresión, calcada por lo demás, sobre el texto latino: Universa carne vanitatis
(2) Frase irónica de Calvino que al referirse a "un cierto doctor» hace alusión al mismo Sadoleto.
(3) Precisión metafísica del latín: stabunt: mantenerse en pie.
Fuente: http://www.lafacu.com/apuntes/filosofia/Juan_Calvino/default.htm
Comentarios sobre este texto:
Condiciones de uso de los contenidos según licencia Creative Commons |
|
Director: Arturo Blanco desde Marzo de 2000. Antroposmoderno.com © Copyright 2000-2024. Política de uso de Antroposmoderno |