Cementerio como lugares de cultura y pasado de un pueblo. El cementerio de la ciudad de Paraná "Santísima Trinidad". Un estudio de caso.

Leonardo Innamorato(*)

Publicado el: 29/05/2019

    


Los cementerios relatan en sus tumbas, de algún modo, la historia de los pueblos y las ciudades donde se encuentran. Desde la perspectiva de su significado sociocultural. Su título está en plural, lo cual evidencia una aparente contradicción entre la presentación de dicho trabajo y el objeto en él abordado; sin embargo, el uso del plural se fundamenta en que los cementerios asumen ciertas homologías culturales, a partir de las cuales es posible resaltar las particularidades de cada uno y a su vez su pertenencia a un rango del espacio ocupado en términos genéricos. En lo particular, el caso del viejo cementerio de Municipal de Paraná, Santísima Trinidad. En el plano teórico, se tomará en ciertas orientaciones de los clásicos de la sociología, combinando luego dos aportes vinculados, desde la arquitectura a las vivencias populares.

 

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Una vez escuché a alguien decir a otra persona: “Si quieres conocer la historia de un pueblo, andá al cementerio”. No recuerdo quién se lo dijo a quién, dónde ni cuándo; he llegado a sospechar que ese diálogo nunca sucedió, que fue un producto de mi imaginación. Pero, cada vez que la recuerdo, la frase sigue pareciéndome tan buena que me convenzo de que no fui yo, de que tiene que habérsele ocurrido primero a otro.

Quizá en esa idea radique una de las claves de esa suerte de fascinación que los cementerios ejercen sobre muchas personas. A lo largo de mis años de joven investigador, curioso y pre científico social, pude analizar y tuve oportunidad de visitar unos cuantos: el de Père-Lachaise en París, el de los Reyes en Ginebra, el de la Chacharita en Buenos Aires, el judío de Praga, el estadounidense de Normandía, el de la Almudena en Madrid. También el Valle de los Caídos, que, además de muchas otras cosas, es también un cementerio. Desde Viena hice una excursión hasta el Friedhof der Namenlosen (“Cementerio de los Sin Nombre”), que en antes del amanecer parece hallarse dentro mismo de la ciudad y en realidad se encuentra muy en las afueras, a unos buenos 11 kilómetros del centro. Por más que busqué la tumba de la niña de la que hablan Jesse y Céline en la película, no di con ella, ni con la tumba de Borges, ni con la de Jim Morrison, de modo que lo asumí como parte de la ficción.

Y también visité, claro, cementerios pequeños y pobres, en poblados distantes y los privados, donde yacen los restos de familiares y conocidos. En todos ellos, aun, de modo inconsciente, pude comprobar la veracidad de la frase que escuché una vez. Los cementerios cifran la historia de los pueblos y ciudades, aunque en negativo, como los rollos de la fotografía analógica. Hay que saber observarlos a trasluz y entenderlos al revés: invertirlos mentalmente para convertir la claridad en oscuridad, las sombras en luces, los fantasmales iris blancos rodeados de escleróticas negras en ojos comunes y corrientes.

Dentro de los fundadores de la sociología, Emile Durkheim, se encuentran ideas que pueden complementar o ser aplicadas a la caracterización cultural de los cementerios. Porque si bien éstos, como cualquier objeto cultural, son susceptibles de ser aprehendidos desde el punto de vista subjetivo, el conjunto de prácticas en el que cobran sentido posee una objetividad que trasciende dicho punto de vista. Si se quiere, entonces, el cementerio, constituido en hecho social, aparece como un fenómeno cuya “causa determinante” debe ser buscada entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de conciencia individual" (Durkheim, 2001 [1895]: 164). Es decir, otros hechos sociales que preceden al individuo, como las concepciones de la religión sobre la muerte, que no son creados (salvo en casos muy excepcionales) por los propios creyentes. A esas creencias se hallan asociadas ciertas prácticas que poseen determinada organización, dadas por las instituciones o la tradición que, aunque no dejan al individuo en un estado de ciego seguimiento, sí marcan pautas de conducta y selección de criterios para efectuar las operaciones sociales pertinentes. Bastaría ver “Formas elementales de la vida religiosa” de Emile Durkheim.

En otras palabras, la muerte forma parte de la vida de los hombres; ni bien nacemos, empezamos a morir. Lo significante, lo trascendental, el mundo del más allá, el vagar de las ánimas o el mundo de los fieles es una preocupación del hombre desde que el cristianismo nació. Y porque la muerte en sí, tiene un lugar físico a donde reposarán los cuerpos, es necesario rescatar el valor del cementerio como un objeto social, como una institución o una entidad provista de varios factores a tener en cuenta, o quizá, lo que el común de la gente no aprecia o no sabe observar lo que subyace.

En este caso, velorios, funerales, cortejos fúnebres y formas de sepultura, están determinados por los ritos específicos establecidos por la liturgia, por lo que se ha venido haciendo y por los cánones de decoro y los estilos arquitectónicos vigentes.

El problema, entonces, puede ser expresado en el siguiente enunciado: el cementerio perteneciente a la localidad en cuestión (Cementerio Santísima Trinidad, provincia de Entre Ríos, Argentina), en tanto que espacio destinado a la sepultura de los difuntos que vivieron o se hallaron ligados a ella, asume una dimensión significativa, participante y constitutiva de los lazos sociales de la comunidad. Dicho cementerio es añejo, y en la actualidad, está prácticamente colmado. Data desde el año 1825. La pregunta que nos plantea este problema concierne a los diversos tipos de enterramientos que se encuentran en dicho lugar, y la relación que se crea entre ellos y algunos elementos de la estructura social y el pequeño cosmos cultural en el cual se inscribe este cementerio. Uno de los objetivos de este trabajo consiste en indagar la naturaleza de las representaciones que intervienen en la conformación del fenómeno funerario, el explorar la estructuración de la experiencia social en torno a los ejes de tiempo y espacio (con especial referencia al tema de la muerte), y evaluar las transformaciones de ciertas prácticas comunitarias que parecen contrarrestar los efectos de la modernidad.

Su historia

La historia de Paraná, y por qué no de la provincia, puede ser contada de otra forma. Los muros silenciosos, los bronces añejados y las galerías interminables del cementerio local aparecen como una narración alternativa de los hechos del pasado. Un verdadero yacimiento de recuerdos, congelados en el tiempo y con la verdad incuestionable de sus presencias certificadas en fechas, nombres y fotos antiguas que descansan en panteones.

El cementerio de la Santísima Trinidad se creó a partir de una ley provincial del 13 de noviembre de 1824 que autorizaba la fundación de cementerios en el territorio entrerriano. Comenzó a funcionar como tal el 8 de marzo de 1826, junto con su capilla y su oratorio. Hasta entonces, en las ciudades de esta provincia la sepultura de cadáveres junto a las iglesias era una práctica común y aceptada.

Desde 1826, la necrópolis (ciudad de los muertos) -como llamaban al cementerio los antiguos griegos- sufrió diversas transformaciones hasta llegar a su fisonomía actual. Nada ha impedido que al recorrer sus interminables pasillos se pueda descubrir interesantes historias secretas, o en todo caso olvidadas, de la ciudad y sus protagonistas.

Dentro del cementerio todavía “viven” estilos arquitectónicos que en las calles de la capital entrerriana ya han muerto bajo la piqueta del paulatino progreso. Y es por eso que en 2002 se hizo una puesta en valor de 60 tumbas con importancia histórica y patrimonial como un primer paso para empezar a descubrir y decodificar el maravilloso anecdotario que propone el Cementerio de Paraná. Una verdadera dimensión documental registrada en las inscripciones de sus placas, las siluetas de sus panteones, en lo explícito y lo implícito de sus simbologías, en la arrogancia de su arte funerario exuberante de mármoles, metales y esculturas de notable calidad. Por supuesto, no son 60, son muchas más tumbas las que recuerdan un pasado de innumerables matices.

Los diversos tipos de sepultura en tiempo y espacio. Descripción general del lugar
El cementerio de la ciudad de Paraná se encuentra en el mismo casco urbano, al final de la calle Perú; de ahí el popular dicho: último viaje “Perú al final”. Tiene una extensión de 4 hectáreas y media, donde en la parte de atrás limita con el arroyo Antoñico y el populoso barrio San Agustín. Alberga alrededor de 35.000 difuntos esparcidos en las diversas modalidades de entierros, ya sean tumbas particulares, nichos, panteones y mausoleos del siglo XIX de las diversas asociaciones de inmigrantes que supieron llegar a nuestro país. Dicho cementerio presenta una fisonomía atrapante, ya desde la entrada al apreciar los suntuosos entierros de las familias tradicionales de Paraná; el arte sacro, las bóvedas decoradas hasta con arquitectura masónica, ya desde el pórtico nos invitan a un recorrido por sus estrechos pasillos.

Tipologías y propiedades significantes

La periodización y la tipologización son actividades teóricas y científicas cuyo grado de representación de las cosas siempre puede ser cuestionado, pero como tales son necesarias para ordenar el universo de lo real. Cada época histórica tuvo sus ornamentos y decoraciones según el último design de lo que pasaba sobre todo en Europa, en una época del país, a principios del siglo XX, donde quedó plasmado el uso de los pateones y bóvedas familiares y de asociaciones de profesionales. Y hasta se trajo del viejo continente muchos materiales para embellecer las sepulturas, como también la constitución de la cúpula de la Catedral nuestra Señora del Rosario, en plaza 1 de mayo.

Los tipos de sepultura (que se muestran en primer término como formas arquitectónicas y una ocupación singular del espacio) pueden ser agrupados en tres etapas, cuyo ordenamiento también obedece a un criterio cronológico, fundamentalmente lineal y sin soluciones de continuidad estrictas. Sin embargo, el cementerio comenzó su historia como lugar "laico", es decir, no a cargo de la parroquia local, en 1890, cuando se sepultó a Francisco Bessone (la tumba más antigua). Sin duda, desde sus inicios fue un espacio dependiente de la comuna local, pese a que por la profusión de simbologías católico romanas tenga el aspecto de un cementerio confesional, lo cual se debe a que históricamente tal ha sido el culto profesado por la mayoría de la población de Sarmiento, por tal razón se le asocia al colectivo de dicha población y no a un grupo religioso en particular. La sectorización de un puñado de tumbas correspondientes a personas de confesión protestante (hecho casi desconocido por las generaciones actuales en el pueblo), aunque no hay documentos que hablen de ello, no debe haber respondido a ninguna disposición "oficial", sino a un deseo de los propios protestantes de asignarse un lugar especial dentro del cementerio, que no logró adquirir una identidad suficiente debido al escaso número de practicantes.

Hechas estas aclaraciones preliminares, se propone la siguiente tipología:
Panteones y sepulturas individuales. Los panteones a los que me refiero son las construcciones más sobresalientes, en todos sentidos, que se hallan en el cementerio de Sarmiento. Resaltan del resto por su altura, y son visibles desde cierta distancia, hecho favorecido también por la ubicación del predio en que se hallan. Destacan los de las familias Canavesio, Theler y Arnaudo, que presentan un aspecto solemne y algo lúgubre, pero también hay otros que exhiben distintos tipos de diseño (familias Roccia, Pirolay Paoletti, el cual fue construido en un estilo bastante moderno, pero, a diferencia de los otros dos mencionados, es cerrado). Seguramente había disponibilidad de espacio en la época en que fueron edificados, ya que guardan (a excepción de los tres primeros) cierta distancia entre sí. Junto con las tumbas a la manera de túmulos o las simples sepulturas en tierra, figuran entre las formas de enterramiento más antiguas. Estos panteones, construidos a comienzos del siglo XX, y en particular el perteneciente a los Theler, evidentemente fueron concebidos como lugares para albergar a los difuntos de la familia. Constituyen una muestra palpable de que los inmigrantes que los edificaron, casi todos ellos de primera generación, consideraban que ésta sería su tierra definitiva, y también la de sus descendientes.

Sepulturas y nichos: en las últimas décadas y debido a un aprovechamiento mejor del espacio se suele realizar estas prácticas. Se evidencia una pérdida del valor simbólico entre arte sacro y sentido de la religión en los enterramientos de sus seres queridos, donde en el suelo se suele realizar un pozo, a no más de un metro de profundidad.
Dentro del cementerio de la ciudad de Paraná todavía “conviven” estilos arquitectónicos que en las calles de la capital entrerriana ya han muerto bajo la piqueta del paulatino progreso. Y es por eso que en el año 2002 se hizo una puesta en valor de 60 tumbas con importancia histórica y patrimonial como un primer paso para empezar a descubrir y decodificar el maravilloso anecdotario que propone el Cementerio de Paraná. Una verdadera dimensión documental registrada en las inscripciones de sus placas, las siluetas de sus panteones, en lo explícito y lo implícito de sus simbologías, en la arrogancia de su arte funerario exuberante de mármoles, metales y esculturas de notable calidad. Por supuesto, no son 60, son muchas más tumbas las que recuerdan un pasado de innumerables matices.

Qué visitar

En primer momento se sugiere en su visita y como un punto de interés, el panteón de los Rosenbrock, familia de rancio abolengo en Paraná, símbolo de la oligarquía agroexportadora, los cuales residían en su momento en la vieja casona que hoy ocupa una esquina de San Martín y 25 de mayo, que hoy tiene como una sucursal, una cadena de comidas rápidas de origen estadounidense. La construcción neoclásica ostenta varios símbolos religiosos y funerarios grabados en el mármol, dispuestos para ser leídos desde abajo hacia arriba: el crismón que identifica a un cristiano, un lienzo que pende de tres perchas –representación del nacimiento, la vida y la muerte–, los querubines que lo recibirían en las puertas del cielo, las vasijas que contienen la flama de la vida eterna y, coronándolo todo, un ángel anunciador que espera al difunto. Luego y con una historia de amor plasmada en el ángel que custodia la cripta de Ángela Brugo de Mayer; pasando por la tumba de Edward Young Haslam –bisabuelo de Jorge Luis Borges–, plantada junto al paredón original de la necrópolis, cual testimonio de la intolerancia religiosa; y visitando el núcleo histórico del cementerio, con el panteón de la familia Rams y Rubert, que supo albergar los restos del Virrey Santiago de Liniers.

También se puede apreciar en él, el panteón que data de 1900, de la sociedad de socorros mutuos francesa, hoy en estado de abandono (lo cual recuerda al hospital de los inválidos en Paris), donde el visitante queda deslumbrado al apreciar su hermosa cúpula y columnas, en donde en su interior alberga una treintena de féretros. Además, como no nombrar al “hormiguero” de Isasi, -un panteón único en el país –diseñado por Santos Domínguez y Benguria. La construcción despojada de religión constituye un digno descanso final para un masón. También se destacó la simbología masónica del panteón de Raffo, con un temible Cronos sentado sobre el dintel de la puerta, presto a devorar a sus hijos.

Si miramos nuestra vista hacia la parte superior, hay una cantidad de multitud de detalles, un lenguaje encriptado – de un mensaje hacia el más allá- hay unas figuras antiguas pre cristianas, el cual se refleja en el “monograma de Cristo” – que refleja en una letra X cruzada por la letra P, (Crismón) que históricamente era el símbolo que tenían los cristianos para identificarse ante la persecución romana. Otros elementos que no dejan de sorprender al visitan, lo que el común de la gente llama “angelitos”, lo cual es una categoría celestial del cristianismo, en donde los querubines y serafines eran los más cercanos a la presencia Dios. Ángeles anunciadores, que portan una trompeta, que anunciaban la llamada al juicio final del alma del difunto.

Como dato no menor, hasta el siglo XIX, era normal enterrar a la gente que moría en las ciudades en el patio de las iglesias, lo cual fue convirtiendo en sus interiores por cuestiones de salubridad y de nuevos planeamientos urbanos que los cementerios hagan su aparición por las primeras décadas del siglo XIX.

El paso del tiempo, delató la necesidad de contar con más extensiones ya que la necrópolis según dicen, ya no cabe ni un alfiler, sin embargo, en estos dos últimos años 2017-2018 fueron pasadas a fosa común cientos de cadáveres que los familiares ya no hacen pago del canon necesario para su conservación original. No obstante, sigue aun recibiendo visitantes, turistas en visitas guiadas donde el viajero ocasional que visite la ciudad de Paraná, debería ser una visita obligada llegarse hasta dicha necrópolis, una de los 5 cementerios más viejos de la República Argentina.

Consideraciones finales

Las necrópolis son un espejo del pasado de la ciudad que refleja todas las etapas históricas que han pasado a lo largo de los años. La delgada línea que separa lo sagrado de lo profano, el mundo real con el espiritual, se conjugan en un sinfín de obras de arte sacro, de historias de familias y las pioneras, que supieron dar vida a las instituciones de la ciudad en épocas de antaño; también en esta necrópolis, perdura el crisol de razas y de etnias que por finales del siglo XIX supieron dar cobijo a sus hijos, alojando en Paraná sus sueños de vida, sus anhelos y sus descendientes.

El cementerio es sin duda un espacio con una gran capacidad para generar identidad colectiva pasada, en los dos planos de ésta: el individual y el social. Allí se encuentran, en el suelo mismo del propio nacimiento, los restos mortales de los ancestros y otros seres queridos hasta el milenio actual. La comunidad, por su parte, suele acudir al cementerio para honrar a sus seres que ya no están, o a asombrarse con rostros y apellidos que formaron parte de su historia resulta más que evidente, que un pueblo que aprecia su pasado, tradición, prácticas religiosas y culturales, será un pueblo maduro que se proyectará hacia el futuro.

Del conjunto de factores señalados surge la pertinencia de la lectura de los cementerios como "textos culturales", en la medida en que abren la posibilidad de plantear, con fundamentos, preguntas acerca del sentido de la vida y de la muerte, el umbral mismo de la trascendencia o no al más allá o a otra dimensión; de la constitución de los vínculos familiares, lo cual ha sido dicho en este texto, pero también nos interpelan con inquietantes preguntas a futuro, que efectuamos a partir de tendencias que se dan a escala global y local.

No solo son “museos de la muerte” sino más bien, debería representar en nuestro imaginario colectivo social, un espacio en donde la memoria, la cultura, la historia y la culminación de la vida, encuentran en él, un punto a donde muchas veces acudir ni bien no sea para degustar un espacio para la memoria, la tranquilidad, espiritualidad, el descubrimiento y el asombro.
(*)Licenciado en sociologia, UNSE




BIBLIOGRAFIA
Alexander, Jeffrey, (2000) “Sociología cultural. Formas de clasificación en las sociedades complejas”, Anthropos, Barcelona.
Cabarrou, Nanette, (1999) "Cementerios parque: un espacio para la ilusión", en SCA Revista de Arquitectura, núm. 194, Sociedad Central de Arquitectos, Buenos Aires, pp. 66-73.
Caretta, Gabriela e Isabel Zacca, (2007) "Lugares para la muerte en el espacio meridional andino, Salta en el siglo XVIII", en Memoria Americana, núm. 15, enero-diciembre, pp. 135-156
Disponible en :http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-37512007000100005&1ng=es&nrm=iso> (5 de mayo de 2011)
Durkheim, Émile, (1993) “Las formas elementales de la vida religiosa”, Alianza Editorial, Madrid
Minetti, Ricardo Ángel (2011) “Los cementerios ante la mirada de la cultura”, Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe.
Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-70172011000100013
Análisis Digital, “La Necrópolis y sus historias secretas”, versión disponible impresa del Semanario Análisis, jueves 21 de febrero de 2008.
Nota al arquitecto Carlos Menú Márquez, Director de museos y Patrimonio histórico de Paraná. Realizada el 20 de junio de 2016.
Recuperado de: http://www.analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=786&di=1&no=75317



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