LA éTICA DE LA CRUELDAD EN DON QUIJOTE

Adriana Hernández Yasnó
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Miguel de Cervantes tiene el rigor necesario para estallar en mil pedazos la maquinaria del mundo en el siglo XVII desde una ética de la crueldad, como rigor absoluto del caballero/guerrero/andante que encarna Don Quijote, su cuerpo que deviene en sí mismo, en el deseo de la defensa del otro humano, tanto del desvalido, del explotado como en el caso de Andrés en la primera parte de la novela, por otro lado de la humanidad sin escrúpulos. Según Dumolie, la crueldad como el signo de una necesidad metafísica de reconciliación con un Real que había sido ocultado: sueño de una armonía recobrada cuya expresión primera fue el deseo de reconciliación entre la naturaleza y la cultura. (Dumoulie, 1996, 33)

 

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LA éTICA DE LA CRUELDAD EN DON QUIJOTE

Por Adriana Hernández Yasnó
[email protected]
Profesora en investigadora independiente
16 de julio del 2008


Miguel de Cervantes tiene el rigor necesario para estallar en mil pedazos la maquinaria del mundo en el siglo XVII desde una ética de la crueldad, como rigor absoluto del caballero/guerrero/andante que encarna Don Quijote, su cuerpo que deviene en sí mismo, en el deseo de la defensa del otro humano, tanto del desvalido, del explotado como en el caso de Andrés en la primera parte de la novela, por otro lado de la humanidad sin escrúpulos. Según Dumolie, la crueldad como el signo de una necesidad metafísica de reconciliación con un Real que había sido ocultado: sueño de una armonía recobrada cuya expresión primera fue el deseo de reconciliación entre la naturaleza y la cultura. (Dumoulie, 1996, 33)

El caballero guerrero que no defiende los grandes territorios de los reyes medievales occidentales o musulmanes tipo Mio Cid, sino el caballero guerrero que defiende los cuerpos como territorios donde debe crecer la vida. Cuerpo reterritorializado en la novela de Cervantes donde se une la naturaleza y la cultura, la crueldad como metáfora de la vida subraya la imposibilidad para el hombre de estar de acuerdo con el mundo y consigo mismo. Si la vida es crueldad, es porque en su voluntad (de poder), en el rigor de su deseo, es del orden de lo inhumano... El esfuerzo por captar la crueldad fuera de su dimensión demasiado humana, lejos de repetir la exclusión aristotélica, responde a la preocupación por colocar lo humano en el corazón de lo inhumano, por conservar a la crueldad su fuerza de exceso y por recordar que el exceso en la dimensión del hombre. Así mantiene la apertura de ese ”mas allá" que, por ser el prolegómeno de toda metafísica, es también la condición de toda ética verdadera, la que anima nuestra voluntad de acceso a lo real. (Dumoulie, 1996, 34)


No había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba; y apenas las hubo oído, cuando dijo:

-Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión, y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos. Estas voces, sin duda, son de algún menesteroso o menesterosa, que ha menester mi favor y ayuda.

Y, volviendo las riendas, encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían. Y, a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años, que era el que las voces daba; y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprehensión y consejo.

Porque decía:

-La lengua queda y los ojos listos.

Y el muchacho respondía:

-No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez; y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato.

Y, viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo:

-Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza -que también tenía una lanza arrimada a la encima adonde estaba arrendada la yegua-, que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo.

El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió:

-Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado, que cada día me falta una; y, porque castigo su descuido, o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente.

-¿"Miente", delante de mí, ruin villano? -dijo don Quijote-. Por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza. Pagadle luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego.

El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo. él dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban setenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que para el paso en que estaba y juramento que había hecho -y aún no había jurado nada-, que no eran tantos, porque se le habían de descontar y recebir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo.

-Bien está todo eso -replicó don Quijote-, pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado; que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo; y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado; ansí que, por esta parte, no os debe nada.

-El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.

-¿Irme yo con él? -dijo el muchacho-. Mas, ¡mal año! No, señor, ni por pienso; porque, en viéndose solo, me desuelle como a un San Bartolomé.

-No hará tal -replicó don Quijote-: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto; y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recebido, le dejaré ir libre y aseguraré la paga.

-Mire vuestra merced, señor, lo que dice -dijo el muchacho-, que este mi amo no es caballero ni ha recebido orden de caballería alguna; que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar.

-Importa eso poco -respondió don Quijote-, que Haldudos puede haber caballeros; cuanto más, que cada uno es hijo de sus obras.

-Así es verdad -dijo Andrés-; pero este mi amo, ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo?

-No niego, hermano Andrés -respondió el labrador-; y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados.

-Del sahumerio os hago gracia -dijo don Quijote-; dádselos en reales, que con eso me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado; si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada.

Y, en diciendo esto, picó a su Rocinante, y en breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos, y, cuando vio que había traspuesto del bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado Andrés y díjole:

-Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel deshacedor de agravios me dejó mandado.

-Eso juro yo -dijo Andrés-; y ¡cómo que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva; que, según es de valeroso y de buen juez, vive Roque, que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo!

-También lo juro yo -dijo el labrador-; pero, por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda por acrecentar la paga.

Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto.

-Llamad, señor Andrés, ahora -decía el labrador- al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface aquéste; aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temíades.

Pero, al fin, le desató y le dio licencia que fuese a buscar su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrés se partió algo mohíno, jurando de ir a buscar al valeroso don Quijote de la Mancha y contalle punto por punto lo que había pasado, y que se lo había de pagar con las setenas. Pero, con todo esto, él se partió llorando y su amo se quedó riendo.

Y desta manera deshizo el agravio el valeroso don Quijote; el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicísimo y alto principio a sus caballerías, con gran satisfación de sí mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz:

-Bien te puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven en la tierra, ¡oh sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso!, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad e talante a un tan valiente y tan nombrado caballero como lo es y será don Quijote de la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer rescibió la orden de caballería, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad: hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasión vapulaba a aquel delicado infante.

Esta aproximación ética de la conciencia de la humanidad en Don Quijote y la relación entre una voluntad de dominio sobre el otro, que trae como consecuencia su destrucción, implica como él ataca al depredador que llevamos dentro, el depredador con múltiples rostros: la iglesia de la época, la inquisición española, Fernando quien se aprovecha de la inocencia de Luscinda, el cabrero que golpea a Andrés hasta escarificar su cuerpo, el ventero que da golpes a Don Quijote, en una iniciación carnavalesca en la venta y que hasta el final de la primera parte sólo piensa en el dinero y se hace pagar por Fernando hasta el último céntimo. Este ventero no representa nada no es metáfora, ni metonimia de nada, es un cuerpo campo que implica una complejidad de problemas de la cultura de época, de relaciones humanas en un estado de producción económica de finales del siglo XVII en España, el interés del pequeño dueño de una venta de mala muerte en el camino, en el campo no en la ciudad. La lógica del dinero invade el campo: dime cuanto ganas, dime quien eres.

Dejamos colgado del discurso al depredador, pero volvemos a él, vemos como se arroja sobre el otro roba, mata, degolla, destroza, viola. El depredador que come de tu carne y de la sangre de su víctima y se arroja como un animal sobre los cuerpos inocentes, como lo vemos a diario en el mundo entero y especialmente en nuestro país: violaciones de niños, de niñas, actos depredatorios, masacres que ya nos duelen, ataques a poblaciones inermes porque tienen una religión distinta, intromisión cultural, económica y política como la que sucede actualmente en el Tibet por parte de China por intereses externos del capitalismo depredador.

El mal es la materia del universo, el mal humano no sólo implica una constitución biológica/sicológica como consistencia del animal/humano en el cuerpo, el mal es una contraética que transgrede, no el pensamiento, porque en este caso no se piensa, sino que libera el instinto tanático o erótico sobre la humanidad del otro, sin importar la descarga mortal de dolor físico y emocional de la víctima. En cualquier de los estados límite como la muerte violenta, el secuestro, el aborto, o la violación. Todos ellos son enterramientos del cuerpo y la libertad no sólo de un humano, sino de toda la humanidad.

Todos los occidentes, americano, inglés, francés han exigido el pago de una víctima propiciatoria, un chivo expiatorio para limpiar la conciencia, como ”blanqueando sepulcros" y actuando en una lavada de manos, tanto física como simbólica ante la estupidez humana depredatoria, o acaso no es depredatorio como Gines de Pasamonte ataca a Don Quijote, después de liberarlo de las cadenas. O acaso no es depredatorio que permitamos el desplazamiento de miles de familias por la violencia, o que permitamos la mendicidad en las calles y sigamos indiferentes, o que la ley no castigue a los hombres que no cumplen con sus deberes con los hijos que engendran o no son depredatorios las violaciones en la cárcel, o el turismo sexual en la mayoría de los países del mundo, donde han habido casos en que los propios padres entregan a sus hijos para esta actividad, porque no hay trabajo, el mal es el sistema del forzamiento de un capitalismo salvaje, quiero reconocer, especialmente en la entrevistas a niños en ciudad de México, en donde a más de la explotación sexual, los niños que entraron al circulo del dolor impuesto buscan la droga como paliativo.

Hay una tratamiento muy suave al depredador llámese éste asesino o violador en las legislaciones occidentales que nos gobiernan. Garavito el asesino y violador de niños, es posible que sea liberado en algunos años, por su buen comportamiento y porque se ha convertido a la religión cristiana. Cuando al salir de la cárcel, según especialistas internacionales, volverían a las mismas andanzas.

Lo que no tiene Don Quijote, pero si nosotros en la contemporaneidad es la indiferencia ante el dolor humano, la cobardía de no asumir los cataclismos sociales, políticos y los propios corporales, recuerdo a Nerón en este momento, quien en su bestial apetito erótico/tanático insaciable quemó a Roma y culpó a los cristianos por el incendio por el provocado. O recuerdo a la sobrina de Hitler quien tuvo que soportar las aberraciones de su tío, hasta suicidarse con el arma del monstruo y todo lo sabía la sociedad romana y la sociedad alemana de entreguerras, pero qué hicieron al respecto, nada. En Colombia los grupos armados se llevan niñas, niños y adolescentes a la guerra en los campos, y quien se ha pronunciado y actuado al respecto, qué pueden hacer ellos, si no hay una ley humana que les defienda como he dicho en palabras de Giorgio Agamben, son vidas desnudas, son secuestradas en cuerpo y alma, qué ideología defienden ellos, sino la construyeron conscientemente, se les ha impuesto a través de la pasividad humana que implica un arma en la cabeza:


La vida desnuda para referirse al límite negativo de la humanidad y para exponer, detrás de los abismos políticos creados por el totalitarismo moderno, las condiciones (más o menos heroicas) de la pasividad humana"


Para Camille Dumoulié hay una crueldad perversa y una mala conciencia Esta otra crueldad ya no la del rigor, se trata de una manifestación afectiva y sicológica de un sufrimiento, el origen de la crueldad perversa es pues claramente patológico; buscada a modo de compensación, es característica de la ”debilidad" y de la impotencia de quienes como los emperadores asirios de que habla Antonin Artaud, quieren probar su poder y gustan de contemplar pruebas sangrientas de él... Nietzsche muestra como en lo débil existe una necesidad desmesurada de hacer mal, de liberar su tensión interior en acciones y representaciones agresivas. (Dumoulie, 1996, 26)

1 Ibíd. cit 1. página 319.

El acto depredador en el cuerpo se llama destrucción y violencia física y simbólica sobre el otro y que está más relacionada con el mal en nuestro cuerpo y que nunca hemos querido enfrentar, sino que se oculta bajo el egoísmo del mismo deseo-placer que debe subyugar el propio cuerpo siempre en relación con el otro.

Esa doble naturaleza del cuerpo humano sadista-masoquista e indiferente ante el otro, que consiste en el juego desde unas intensidades, ondas, soplos, flujos que dan éxtasis al cuerpo del depredador, pero infamia y dolor al otro, llámese, niño, mujer u hombre. Es que no nos importa romper la inocencia y el estado de un cuerpo en su trayecto natural y cultural.

Y qué es el mal y qué es el bien, más allá de la visión maniquea, me pregunto por lo que podría pensar Cervantes acerca de su protagonista, un hombre viejo que entra en estado de absoluta conciencia y que todos ven como loco, en este sentido, el aprendizaje de Don Quijote en los libros de Caballería fue una ética de la crueldad, un rigor implacable en la defensa del otro, amigo, hermano o extraño. Lo más excepcional en la construcción estética del protagonista por parte de Cervantes, es que no parte de un cuerpo joven, sino de un cuerpo viejo más de cincuenta años tiene Don Quijote, qué intención tenía Cervantes en este caso, la incomparable creencia en la utopía humana, sea esta cualquiera que fuere la edad física, lo que vale es la edad espiritual. La belleza de la constitución humana en la constitución misma de la libertad en la medida del juego de las libertades y el respeto por los otros cuerpos. El depredador no respeta su propio cuerpo.

Creo que en este sentido el caballero medieval es reencontrado en el espacio de una ética del rigor que instaura la vida como la potencia fundamental que hay que defender en cualquier época. Ciertas interpretaciones con las que no estoy de acuerdo como el anacronismo de Don Quijote, Don Quijote es la inmanencia absoluta, no hay alguien más actual, involucran pensar que fuera de ello Cervantes no tenía la intencionalidad que en realidad si tiene: volver a la intensidad que implica el respeto a la vida propia y a la de los otros. La vida con su secreto la crueldad como reconciliación con la inocencia y la naturaleza y cultura.






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