La increible crueldad de una gente condenada

por Robert Fisk

Publicado el: 2001-10-15

    


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Así se ha acabado el tema. La historia moderna entera de Oriente Medio (el colapso del imperio otomano, la declaración de Balfour, las mentiras de Lawrence de Arabia, la revuelta árabe, la fundación del estado de Israel, cuatro guerras árabe-israelís y los 34 años de brutal ocupación por parte de Israel de tierra árabe), toda borrada en cuestión de horas al responder los que pretenden representar a una población aplastada y humillada con la sagacidad e increíble crueldad de una gente condenada. ¿Es justo (es moral) escribir esto tan pronto, sin pruebas, sin gota de evidencia alguna, cuando el último acto de barbarie en Oklahoma resultó ser obra de auténticos Americanos? Me temo que sí. América está en guerra y, a menos que me equivoque de forma grotesca, muchos miles de personas más morirán en Oriente Medio, quizá también en América. Algunos de nosotros habíamos avisado de la "explosión por llegar". Pero jamás soñamos con esta pesadilla.



Y sí, Osama bin Laden viene a la mente, su dinero, su teología, su terrorífica dedicación a destruir el poder americano. He estado sentado frente a bin Laden mientras éste describía cómo sus hombres ayudaron a destruir al ejército ruso en Afghanistán y por ende la Unión Soviética. Su confianza sin límites les permitía declarar la guerra a América. Pero ésta no es la guerra de la democracia contra el terror que se intentará hacer creer al mundo en estas próximas horas y días. También es la guerra de los misiles americanos destruyendo casas palestinas y de los helicópteros de los EE.UU. disparando misiles contra una ambulancia libanesa en 1996 y de bombas americanas cayendo en un pueblo llamado Qana unos días después y de una milicia libanesa (pagada y equipada por el aliado israelí de América) mutilando y violando y asesinando en los campos de refugiados.



No, no hay ninguna duda del horror indescriptible, brutal, de lo que ha ocurrido en los EE.UU. Que los palestinos pudieran celebrar la masacre de 20.000 o 35.000 personas inocentes es un símbolo no sólo de su desesperación sino de su inmadurez política, de su incapacidad de concebir aquello de lo que siempre habían acusado a sus enemigos israelís: el actuar desproporcionadamente. Pero nos avisaron. Todos los años de retórica, todas las promesas de atacar el corazón de América, de cortar la cabeza de la "serpiente americana", nos las tomamos como amenazas vacías. ¿Cómo podría un grupo corrupto, atrasado, conservador, antidemocrático, de pequeñas y violentas organizaciones llevar a cabo esas propuestas disparatadas? Ahora ya sabemos cómo.



Y en las horas siguientes a la aniquilación de ayer, empecé a recordar esos otros asaltos extraordinarios, increíbles, contra los EE.UU. y sus aliados, ahora minúsculos en comparación con las muertes de ayer. ¿Es que los pilotos suicidas que mataron a 241 americanos de servicio y casi 100 paracaidistas franceses el 23 de octubre de 1983 en Beirut no planificaron sus ataques con impensable precisión?



Pasaron sólo siete segundos entre el bombardeo a la Marina y la destrucción de los franceses tres millas más lejos. Luego hubieron los ataques contra bases estadounidenses en Arabia Saudí, y el intento el pasado año (ahora parece que casi lo consiguieron) de hundir al USS Cole en Aiden. Y también, qué fácilmente fracasamos a la hora de reconocer la nueva arma del Oriente Medio que ni americanos ni otros occidentales podían igualar: el piloto suicida enloquecido, cegado por la desesperación.



Todo el poder y riqueza de América (y su arrogancia, dirán los árabes) no pudo defender al mayor poder que ha conocido este mundo de esta destrucción.



Para los periodistas, incluso aquellos que han caminado literalmente a través de la sangre del Oriente Medio, las palabras se secan en este punto. Impresionante, terrible, imperdonable, atroz; en los próximos días estas palabras serán agua en el desierto. Y habrá, de forma natural e inevitable, y también inmoral, un intento de ocultar los agravios históricos y la sangre y las injusticias que yacen detrás de los ataques de ayer. Se nos hablará de "terrorismo fanático", siendo el adjetivo "fanático" básico para no darnos cuenta del inmenso odio que se ha ido generando contra América en la tierra del nacimiento de tres grandes religiones.



Preguntadle a un árable cómo responde a 20 o 30.000 muertes inocentes y os responderá, como toda persona buena y decente, que es un crimen impensable. Pero os preguntarán porqué no se usaron esas palabras para las sanciones que han destruido las vidas de quizá medio millón de niños en Iraq, porqué no nos pusimos histéricos ante los 17.500 civiles muertos por Israel en la invasión del Líbano en 1982, porqué permitíamos que una nación del Oriente Medio ignorara las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU pero bombardeábamos y sancionábamos al resto que lo hiciera. Y estas razones básicas de porqué se incendió el Oriente Medio el septiembre pasado (la ocupación israelí de la tierra árabe, el desahucio de los palestinos, los bombardeos y las ejecuciones auspiciadas por el Estado, las torturas israelís) , todo eso debe ocultarse no fuera que presentaran la más mínima razón para la masacre salvaje de ayer.



No, no se debe culpar a Israel (aunque podemos asegurar que Saddam Hussein y los otros dictadores grotescos lo harán) pero la influencia maligna de la historia y nuestra parte de esa carga debe mantenerse bien lejos del tema de los pilotos suicidas. Nuestras promesas rotas, quizá incluso nuestra destrucción del imperio otomano, llevaron inevitablemente a esta tragedia. América ha patrocinado las guerras de Israel durante tantos años que acabó creyendo que eran gratis. Ya no. Sería un acto de extraordinario coraje y sabiduría si los EE.UU. se pararan a pensar por un momento en su papel en el mundo, la indiferencia de su gobierno al sufrimiento de los árabes y la indolencia de su presidente actual.



Pero, por supuesto, los EE.UU. querrán represalias contra el "terror mundial", ¿quién puede culparles? De hecho, ¿quién podrá ya jamás acusar a los americanos por usar ese término peyorativo y a veces racista, "terrorista"? Habrá los que condenarán rápidamente cualquier sugerencia de examinar las razones históricas reales para un acto de violencia de esta escala. Pero, a no ser que lo hagamos, nos encontraremos con un conflicto de un tipo que no hemos visto desde la muerte de Hitler y la rendición de Japón. Corea y Vietnam empiezan a palidecer en comparación.



Hace ocho años, ayudé a hacer un documental de televisión que intentaba explicar porqué tantos musulmanes habían llegado a odiar a Occidente. Anoche recordaba algunos de los musulmanes de esa cinta, sus familias quemadas por bombas y armas hechas por los EE.UU. Hablaban de cómo nadie podía ayudarles excepto Dios. La teología contra la tecnología, el piloto suicida contra el poder nuclear. Ahora hemos aprendido lo que esto significa.


Traducido por Alfred Sola



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