ANTROPOSMODERNO
De la histeria a la historia.
Gustavo Eliécer Bustos Gajardo?

Este ensayo/análisis teórico político pretende dar cuenta de cómo la Prisión Política y la Tortura buscaron desarticular la operación de sentido ideológica de los militantes de izquierda para establecer una realidad sostenida bajo la lógica del capital en su fase neoliberal.

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A mi padre. Osvaldo Eliécer Bustos Saavedra, ex Preso Político, hombre de fuertes convicciones e ideales materializados en la lucha armada contra la tiranía y la opresión del pueblo del cual es hijo. A él por ser un Sujeto Político, por haberme mostrado un camino recto, digno, valeroso, porque me enseño a no temerle a nadie así como a respetar y defender la vida de hombres que son siempre representantes de sus relaciones sociales.

Gustavo Eliécer Bustos Gajardo


Resumen

Este ensayo/análisis teórico político pretende dar cuenta de cómo la Prisión Política y la Tortura buscaron desarticular la operación de sentido ideológica de los militantes de izquierda para establecer una realidad sostenida bajo la lógica del capital en su fase neoliberal. En este contexto, este trabajo se establece como una interpelación política y ética, donde la historia y la histeria se presentan unidas a través de actos de violencia que afectan la subjetividad a partir de la represión como acto de repetición, es decir, que en los sujetos políticos quede descentrada la subjetividad de la relación economía ? política estableciéndose así, el status quo o la neutralización de los antagonismos en tanto sostén de la lucha de clase.

Palabras claves: Tortura, ideología, historia, histeria, política, ética, represión como acto de repetición, Subjetividad, Sujeto político, lucha de clases.









Introducción

La fuerza-fuego y la razón- sangre.

?Aquí se torturó?. Mantener silencio imposible. Escribir tan solo un análisis teórico sobre Prisión Política, Tortura, Transición y Democracia sería un atentado a la ética militante, al ?como sí? de la realidad social desde el lugar histórico que nos corresponde como sujetos políticos. Este ensayo/análisis, entonces, se establece en forma de análisis teórico, crítico y político, por cierto, también ideológico.
Desde su constitución como Estado-Nación Chile ha sido un país histerizado, un país con historia. Su historia no ha sido la de una línea recta, pero tampoco la de una circularidad que va de un punto inicial a un punto muerto, aunque, lamentablemente se inscriban en ella más de una lista de muertos: desde los pueblos originarios hasta los sujetos políticamente organizados en torno a los ideales-materiales revolucionarios marxistas. Chile un país de histeria. Histeria que es resistencia a la interpelación o identificación simbólica predominante, interpelación fallada en la que se niega el universo simbólico impuesto, sin embargo, la identificación de los sujetos no es otra cosa que la inversión de la forma dominante de identificación. ¿Un país con histeria de historia o una histeria historizable?
Sin duda, una historia constituida a sangre y fuego, ?Por la Razón o la Fuerza? dice el emblema patrio, siendo la fuerza el fuego de las metrallas y la razón la sangre atrozmente derramada. Entre Thanatos y Eros, Muerte y Vida, existen sobrevivientes de esa historia? hay quienes estuvieron en el límites, son quienes vivieron la tortura y la represión por partida doble. ?Aquí se torturó?, en otras palabras, en Chile se reprimió, pero, esta acción no se consolido en un solo golpe sino tuvo que repetirse para ser efectiva. Primero, fue golpes de puños y pies, electricidad en las zonas erógenas, simulación de fusilamientos, asfixias-sumersiones, violaciones, manipulación de los miedos, es decir, un plan de aniquilamiento de la voluntad, atentado a la dignidad, búsqueda de anular y mutilar lo humano que había en los prisioneros, convertirlos en humanoides. Segundo, repetición, revuelta, antitesis, la represión se inscribe en el cuerpo como marca ha ser llevada por hombre derrotados moralmente, sin embargo, al ser el cuerpo psiquis, se instala en esta última con el fin de vaciar en ella un contenido ominoso para el sujeto, de ello no hay escape posible, el síntoma se extenderá por el tejido social.
Ante la ?perdida de realidad?, expresión ?si es aceptable- de lo real-traumático, el efecto en el sujeto es la imposibilidad de simbolizar el trauma que lo barra como sujeto con un determinado significante. Así, la historia como una cadena significante que estructura el contexto socio-político no puede deshacerse de la contingencia ocurrida, es decir, no puede deshacerse del pasado, porque este recobra vida retroactivamente, se encarna como fantasma de la sociedad. En ese sentido, la represión política no es una simple y llana irrupción en la realidad, sino es desde antes-ya parte de la constitución de lo cotidiano, en otras palabras, el contexto desplaza y condensa las marcas mnémicas para significar las relaciones sociales y los discursos del presente. De ahí que quienes vivieron la tortura, la represión ontogénica o filogenética, quienes fueron atravesados por la lanza que ya había atravesado a Caupolican, nos recuerdan que el cuerpo de Chile, su tejido social, se instaura a partir de la derrota de sujetos, para nosotros, Sujetos Políticos.
La represión, sea desde una concepción psicoanalítica o desde un acto político, será trabajada aquí a partir del ?entendimiento? de que partimos de la figura de Sujeto Político, a saber, más allá de ser hombres y mujeres, jóvenes o viejos, militantes o simpatizantes de una causa ideal, son sujetos y no in-di-vi-duos, son sujetos y no conciencias, en definitiva, son sujetos porque forman parte de una alteridad simbólica, una relación inevitable con el otro, con una exterioridad cuyo deseo y mirada los constituye como sujetos. Son sujetos políticos porque son un proyecto del Otro, son efectos del lenguaje y por ende alienados en el, son puro inconsciente atravesado por lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Más aún, son sujetos políticos porque nos hablan del antagonismo político ideológico de una sociedad y no de agonismo democrático, nos traen a la memoria (cuando somos capaces de recordar) que siempre hay ideas que materializar y dignidades por las que luchar.
Ahora, si la represión da cuenta de sí como acto de repetición, este acto va tras la fragmentación del sujeto como posibilidad de la atomización del tejido social, y desde ese lugar inscribe una subjetividad con ausencia de contenido político, o, deja bajo sujeción un pensamiento al que se le niega el estatuto de ser y hacer política. Así, la represión se convierte en la herramienta política fundante de una subjetividad en la que se descentra al sujeto de la política.
En síntesis, este análisis/ensayo es situarse desde un lugar que se asume contra la supresión de los antagonismos, el terrorismo de Estado y el status quo que nos impone la democracia agonista que sostiene la economía capitalista neoliberal.



Aproximación histórica e ideológica a la derrota de la izquierda.

?Entre histeria/historia hay más que un juego de palabras trivial; la histeria es el modo en que el sujeto resiste a la forma de interpelación o identificación simbólica prevaleciente, históricamente especificada.?
Slavoj ?i?ek: Porque no saben lo que hacen.

Tanto la historia como la ideología deben pensarse en cada análisis, en cada lectura y en cada ojeada a lo pasado. Generalmente, se piensa que tanto la historia como la ideología constituyen discursos constantes, los cuales se arman desde un significante amo que articula la cadena que da cuenta de un determinado sentido. Ambas experiencias discursivas son significadas como hechos naturales y dados, sin embargo, no son otra cosa que una articulación contextualizada, construida a partir de sesgos enunciados por sujetos políticos. Es así que la historia de Chile ha sido contada por diversas voces, las cuales representan distintas miradas sobre la realidad, por tanto, solo pueden presentarse ante el sujeto en perspectiva, es decir, sólo puede analizarse retroactivamente.
Por una parte, la historia fracasa en el momento justo en que pretende cerrarse sobre sí misma, mientras la ideología como: ?relaciones vividas, que existen sustancialmente en el nivel inconsciente y suponen una inevitable estructura de falso conocimiento? , hacen caer al sujeto de la ideología en la ignorancia de sus verdaderas condiciones de existencia. La idea anterior de ideología es básicamente la interpretación althusseriana de la obra de Freud. Así, la <> es desde Freud la expresión de la <>, en la cual, la falsa conciencia es menos un cuerpo de creencia que un deseo que penetra los trayectos políticos del sujeto, es decir, la ideología es el lugar de la alienación. La ideología está inscrita en lo profundo de la estructura del sujeto, forma parte del inconsciente. El discurso ideológico de la historia es, entonces, la búsqueda de reconciliación entre el ser humano y sus renuncias instintivas. Renuncia impuesta por la civilización que nos presenta la idea de mito como imagen ideal para dar solución a las contradicciones reales, de ahí que, cuando el mito fracasa la rebelión se hace evidente contra la civilización. La posibilidad de rebelión se presenta, en este marco, como la movilización del descontento político, conduciendo al sujeto y su porvenir a una triste verdad expresada por Freud de la siguiente manera: ?el hecho de que sólo mediante cierta coerción puedan ser mantenidas las instituciones culturales es imputable a (?) la ineficacia de los argumentos contra las pasiones? . Al tener que renunciar a la gratificación nos sometemos al mandato superestructural de la civilización capitalista, nos vemos obligados por las instituciones hegemónicas a ejercer la reproducción material impuesta, sin embargo, cuando la movilización del descontento político no llega a ser sublimada se expresa la histeria como tensión del lazo social, expresándose en el instante en que la satisfacción del deseo fracasa, aún más, es la forma en que el sujeto opera para no saberse castrado, esa es su razón de ser. Desde esta lógica de los acontecimientos, la histeria y la historia son intentos temporales en el que los efectos se resisten a su propia causa, se resisten a la interpelación ideológica. La realidad, campo dentro del cual la histeria constituye la historia, se presenta en imágenes como el motor que conduce al sujeto hacia el abismo de una imposibilidad. Lo que se resiste a la simbolización, lo que obtura el acuerdo o la posibilidad de llegar a un fin sobre sí mismas no es otra cosa que el antagonismo. En otras palabras, el antagonismo es ?lucha de clases? y su expresión en la sociedad es el momento totalizador de ésta. La lucha de clases es le point de capiton, es lo que mantiene unida a la sociedad a través de su realización: el antagonismo. Cualquiera que intente cerrar o dar por superado la historia, se ve enfrentado inmediatamente a una interpelación histérica, provoca el malestar en un otro que difiere, por lo general un otro excluido, menospreciado, un otro vencido en el sentido de que su habla no tiene cabida al interior de los márgenes del Discurso oficial, en consecuencia, donde el lazo social abre las heridas o impide que éstas se cierren, mientras los sujetos esperan que se les reconozca como Otro legítimo e integrado a un cuerpo social pensado como único e indisoluble, sin embargo, esta interpelación siempre fracasa, porque el antagonismo pone en juego el rechazo al mandato del universo simbólico. El rechazo a lo Absoluto significa que la hegemonía comienza a destruirse cuando la ley ya no puede sostener la cultura de la desigualdad, es decir, ?no puede esperarse una interiorización de las prohibiciones culturales en las personas desposeídas? . En este sentido, el principio estructurante de la sociedad ?la lucha de clases- traba el establishment, se resiste para hacer fracasar cualquier voz con aires de monólogo homogeneizante, cuestión que se hizo patente a partir del quiebre constitucional por la falta de acuerdo entre los tres tercios político-ideológicos de la década del ´70 (Derecha, Centro e Izquierda). Si bien, los tres tercios representaban tres vertientes subjetivas, éstas se fraguaban en un acto democrático desde la formalización del amo, cada sector acudía a las urnas a defender sus propuestas e ideas. Sin embargo, las tensiones, las desavenencias y las muñecas que negociaban cada palabra, proyecto y espacio en el cual se ejercían las relaciones de poder se presentaban como un artificio comunicacional, un engaño a la sociedad civil en su conjunto. Las divergencias, las ideologías (conservadora, progresista y marxista) en su expresión máxima de antagonismo ocultaban la autentica verdad del periodo, a saber, quién realmente actuaba como agente con voz hegemónica. Los partidarios de la Unidad Popular creían que eran ellos la fuerza principal para transformar desde sus cimientos la sociedad burguesa. Los ?ni chicha ni limoná? ?como dijo Víctor Jara- en esa época, se sabían a sí mismos como la fuerza que podía desequilibrar la balanza hacia la izquierda o la derecha, solo hacia falta que se pusieran de acuerdo; hasta que lo hicieron. Por último, la derecha política era la única que reconocía su poderío, sabían callar su potencialidad estratégica no para volver todo al punto de origen, sino, para mejorar más aún sus creencias integrando lo viejo con lo nuevo, incluyen sus valores tradicionales con los nuevos modos y relaciones de producción, es decir, se emancipa la forma del contenido gracias a un ?mediador evanescente? : la división/disolución de los contenidos políticos de su forma económica provocan no un nuevo contenido social, sino la transformación del viejo contenido en uno nuevo.
Mientras unos soñaban con el ?Pueblo Unido jamás Será Vencido?, los otros ya sabían que el Pueblo Vencido Jamás Estuvo Unido. Pero, ¿Cómo lo sabían? En palabras de Walter Benjamín, el gobierno de Salvador Allende no fue otra cosa que la encarnación de la socialdemocracia, ya que el programa de reformas progresivas del estado le adjudico a la clase obrera ?el papel de redentora de generaciones futuras (?) la clase desaprendió en esta escuela tanto el odio como la voluntad de sacrificio, puesto que ambos se alimentan de la imagen de los antecesores esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados.?
La voluntad de sacrificio fue despojada de su trono por aires de triunfo anticipado. Los trabajadores manuales, intelectuales, estudiantes y campesinos, todos sujetos políticos dejaron fuera de sí la política por un instante para regocijarse de un triunfo anhelado y desesperado. De ahí que, los 1000 días de alegría se convirtieron en los gestores de 17 años de miedo y amargura. En esta misma dirección, Benjamín nos señala en su décima tercera Tesis de Filosofía de la Historia que: ?La teoría socialdemócrata, y todavía más su praxis, ha sido determinada por un concepto de progreso que no se atiene a la realidad, sino que tiene pretensiones dogmáticas.? Es decir, la izquierda, con excepción de algunos de sus militantes, se sostenía sobre las bases de un ideal de progreso, siendo esto ante todo un desarrollo de la humanidad en sí y para sí, luego, un avance permanente sin límites. Pero, a pesar de ello, la realidad se alejaba de esta premisa, ya que la sociedad chilena cada día decaía más y más.
Las oposiciones políticas entre los partidarios de la izquierda, el centro y la derecha se fue agudizando poco a poco, hasta llegar al nivel en que la violencia dejó de lado las expresiones retóricas para pasar a la exaltación de los puños. La escalada de violencia llegó a tal nivel, que aquel día 11 de septiembre los tanques se apoderaron de las calles y los aviones bombardeaban la Casa de Gobierno, mientras la población la Legua, en un ejemplo de heroica resistencia y consecuencia inaudita, combatía con lo que estaba a su alcance, situación que se prolongó por dos días. En esos mismos momentos, los cordones industriales eran desmantelados, las tácticas de combate callejero no lograban frenar el avance de las fuerzas militares convencionales, el análisis político-militar de izquierda había fracasado.
?Fue una guerra?, sostenían los oficiales del Glorioso Ejercito de Chile. Mas, nosotros diremos: fue una Matanza la que llevaron a cabo los cobardes oficiales tras las tropas obligadas a disparar contra su propio pueblo. Recién con el quiebre de la ?democracia?, con el advenimiento del golpe de estado nos percatamos que ?La forma más elemental de violencia simbólica es, como se sabe, la de la elección forzada: <>? . ¿Quién escogió el rumbo de la historia de Chile ante los acontecimientos? Los acontecimientos, o, la catástrofe para remitirse a Alan Badiou, son de responsabilidad, ante todo, de los sujetos vencidos.
Al considerar la lectura hegeliana de ?i?ek, comprendemos que ?la lucha de clases es el sujeto (no la sustancia) de la historia? . A partir de esta idea podemos sostener que la ?totalidad racional? siempre fracasa, sin embargo, el antagonismo plasmado en la lucha de clases se ajusta al devenir de una dialéctica en que los fracasos permiten una totalización a modo de sistema, en este caso, de sistema social o como sociedad. ?El derrumbe de una totalización genera otra totalización.? Ante el vacío, la falta, el agujero autoriza a los intentos frustrados del pasado ser taponeados, por lo que el antagonismo expresa en su justa medida la posibilidad de dar con el Absoluto, es decir, con la totalidad racional cerrada, con la definición de cuerpo social cerrado sobre sí mismo, en consecuencia, desde una lógica hegeliana, la sociedad vendría a representar el paso del ?en sí? al ?para sí?. No cabe duda, entonces, que la lucha de clases nos habla de un obstáculo al surgimiento de nuevas simbolizaciones que están predestinadas al fracaso final, y es justamente, el obstáculo el elemento estructural que nos permite visualizar una ?totalidad ajustada?, es decir, la posibilidad de determinar a la sociedad como un tejido social en tanto lugar en el que se enfrentan tanto(s) Discursos como lazos sociales son posibles. El tejido social, la realidad política, estructurada y asida socio-simbólicamente, es y no puede ser otra cosa que la imposibilidad de complitud homogeneizante; el fracaso es desde ahí la posibilidad de que la lucha de clases mantenga unida a la sociedad, siendo ?lo único que realmente desutura (es) la sutura misma? , lo que nos presenta a la lucha de clases, al antagonismo, como el ?punto de almohadillado? , por lo que la identidad social siempre se ve atravesada por un ?excedente de lo Real? que produce una tensión en la red de vínculos simbólicos. Cualquier intento por suturar, por establecer un proceso cicatrizante en el que las clases desaparezcan para dar paso a un tiempo sin contradicción ni conflicto, de armonía entre sujetos, de democracia total y absoluta llega a un punto muerto porque no puede zanjarse la diferencia ni puede hacerse un contrato en el que se elimine la lógica del Amo y el Esclavo. Lo que une a unos provoca la exclusión de otros, y lo que une a los excluidos los separa del Amo. Entre Esclavos y Amos la diferencia esta en que los primeros le otorgan al segundo el poder de destruirlos; es el súbdito quien da estatuto al Amo, le permite una posición privilegiada, la permite, sin embargo, puede cancelarse el rito liberando al Amo de su investidura.
?Un significante representa al sujeto para otro significante?, como dijo Lacan alguna vez. Bajo esta lógica el lograr dar con un equivalente general es un absurdo. Recordemos la pregunto que Lenin instauro en torno a la Democracia: ¿Democracia para quién? Si un significante representa al sujeto para otro significante, la democracia qué es. En tanto significante adquiere el estatus de ser flotante, sus posibilidades de establecer un acuerdo redundan, rebotan contra la pared, la cual viene a representar otro significante que disputa el lugar privilegiado por excelencia, es decir, el lugar del Amo, lugar de inscripción en el que el sujeto es representado para todos los otros, por lo tanto, en el marco de la lucha de clases siempre ambas clases antagónicas buscan representar para la otra el lugar de la equivalencia universal. No debemos olvidar que la noción marxista de la revolución, nos señala que debe realizarse un trayecto en el cual se condense en la conciencia política que las luchas particulares deben resolverse en su conjunto, debido a que si son abordadas de manera fragmentaria unas de otras solo se dirigen a su propio fracaso. La razón de esta derrota es la imposibilidad de resolver el carácter antagónico de la totalidad social. Además, tampoco podemos dejar de lado que la articulación de las luchas particulares en una plataforma de paridades depende ante todo de la contingencia radical del contexto histórico social, por eso la democracia obrera es dictadura del proletariado a fin de cuentas.
Hegel nos puede dar una pista para seguir un camino en que las luchas particulares y diferentes se plasmen en un mismo lugar. Si aplicamos en el análisis político-social sus conceptos de ?universalidad abstracta? y ?universalidad concreta?, podemos encontrar un elemento para formular, desde la economía política, un nudo subjetivo de las inherentes diferencias entre sujetos. Lo universal abstracto es justamente lo común a varios entes particulares, y lo particular es la propiedad misma de la realidad, es decir, lo abstracto gira en torno a una forma, la cual posee un contenido transversal en la esfera de las condiciones subjetivas de la vida cotidiana (valor), al fin de cuentas: es pensamiento, más aún es integración no entre forma y contenido, sino, entre contenido y concepto, mientras el universal concreto es ese pensamiento que se pone en práctica, en otras palabras, es el pensamiento que se construye como condición objetiva, edifica la realidad a partir de cada particularidad, por lo que lo universal si bien es diferente en cada uno, opera desde una noción de bien común contingente; si bien el establecimiento de una estrategia que tienda hacia una formula de la equivalencia es posible, ella siempre representará a unos y excluirá a otros, de ahí que el Amo ocupe el lugar del Esclavo y a la inversa, el Esclavo el lugar del Amo. Estos desplazamientos entre Amo y Esclavo no pueden ser otra cosa que histeria, ya que todos, en algún momento, luchan para evitar la castración? y si lo vemos en el tiempo que nos habla de espacios e intercambios la historia es de histerias.
Sí el fracaso de la izquierda estuvo en su incapacidad de ponerse de acuerdo en una plataforma de lucha que unificara las reivindicaciones particulares de los distintos sectores del pueblo, ¿Cómo se fundo materialmente esta derrota? Tentativamente, la respuesta estaría en las operaciones lingüísticas de la izquierda, en la alienación fundamental que nos señala el psicoanálisis lacaniano. Sin embargo, si retomamos la problemática entre lo universal y lo particular, notaremos que ni el universal abstracto en general ni el universal concreto en particular por si solos nos dan una respuesta capaz de restituir una noción de bien común. Para encontrarse con lo colectivo, es necesario asumir que tanto en el lenguaje como en toda relación discursiva existe un sistema de diferencia. Ya Sausurre lo había planteado al señalar que todas las unidades significativas son parte de una cadena de unidades siempre diferenciales. Esto, nos permite plantear un camino político donde el sujeto estampe su compromiso en cada acto de significación en el que este implicado. Cuando Paul Ricoer plantea, por ejemplo, el ?sí mismo como un otro?, deberíamos leer en ello una dimensión que oscila entre lo universal abstracto y lo universal concreto, en definitiva que existe en ?la presencia, dentro del propio Yo, (de) un reino de otredad irreducible, de absoluta contingencia e incomprensibilidad? . Ahora, si bien el Otro es irreducible, contingente e incomprensible desde que lugar podemos establecer un nudo subjetivo entre las diferencias. ?i?ek, nos señala en Mirando al sesgo que ?el papel de lo real lacaniano es radicalmente ambiguo: por cierto, irrumpe en la forma de un retorno traumático, trastorna el equilibrio de nuestras vidas, pero al mismo tiempo es un sostén de ese equilibrio? . Lo real en este sentido responde, a partir de un encuentro casual, permitiendo que un acto comunicativo se logre estableciendo una red simbólica-discursiva de las diferencias, a pesar de que esta red pertenece al sujeto en su necesaria dependencia al Otro como tal, por lo tanto, ese retorno traumático se traduce en la expulsión de la política de la subjetividad actual, es decir, se encarna como apoliticismo, que por supuesto, funda un nuevo marco político en torno a las relaciones de producción, circulación e intercambio económico .
El fracaso de la izquierda no debe leerse solamente en la caída del gobierno de la Unidad Popular, o, en la imposibilidad de hacer frente y derrotar militarmente a la dictadura. La capitulación de la izquierda esta en su incapacidad de reflexionar autocríticamente en torno a las estrategias y tácticas a llevar a cabo, es decir, en una especie de negación a preguntarse por como reinventar las coordenadas de su proyecto, sin traicionar sus ideales. En esta misma dirección, las secuelas de la mutilación del cuerpo de Chile, el cuerpo herido por la lanza ha sido incapaz de visualizar en la propia lanza la posibilidad de superación. La violencia del Estado Terrorista (1973-1990) apuntalo e inscribió la agresión física y la violación de los límites entre cuerpo y cuerpo, para desmantelar, o intentar por lo menos, desgarrar al sujeto de su subjetividad; las herramientas fueron diversas, entre ellas estaban la tortura, el encarcelamiento y la expresión de un discurso monológico.
La tortura, la privación de libertad y el discurso en tanto herramientas, fueron pensadas con el fin de controlar tanto los cuerpos como la subjetividad. Este control solo pudo operar en la medida en que atentaba contra el yo, aquel núcleo ?por decirlo de alguna manera- que ocupa el lugar del desconocimiento. El fundamento del psicoanálisis, es justamente que el criterio del Yo, como punto de enlace con el mundo exterior, aquello que permite el vínculo entre uno y otro no es más que un intruso, un pedazo de basura inserto en el psiquismo que no sirve de mucho. De ahí, que Lacan acuñe el concepto de «sujeto del inconsciente», es decir, una instancia mucho más profunda que el Yo y que es muda, que no puede hablar porque el Yo hace de ?colchón? en el centro del ser entre la realidad y el inconsciente, es decir, dificulta la expresión clara de voces profundas.
La tortura se convirtió en el acto político por excelencia, ya que no solo requiere la presencia del cuerpo de una persona, sino, tiene la ?ventaja? de actuar extensivamente, es un golpe al sujeto y a su lazo social, como a su vez es un golpe atemporal, se sitúa más allá del momento mismo de su ejecución. No necesita mantener el cuerpo encerrado ya que puede ocasionar un trauma que inmoviliza al sujeto. La tortura trata de romper los nudos subjetivos del sujeto, más allá de recopilar información. En este sentido, su finalidad es romper el discurso como lazo social. Sin embargo, es posible que a partir de ello se fragüe una respuesta igual de violenta, a saber, la insurrección ya que al ?dar muerte a los súbditos, despojarlos, usar violencia contra las vírgenes y otras cosas semejantes, es cambiar el temor en indignación, y por consiguiente, el estado civil en estado de guerra? .

Transición de un Amo a otro Amo

Con el progreso de las tecno-ciencias, y la perdida de horizonte de la izquierda se instala en nuestro escenario cotidiano una orientación predominante que tiene claras consecuencias en lo que los sujetos actuales piensan, creen, anhelan, temen, consumen, dicen o callan, hacen o dejan de hacer. Sin embargo, estas consecuencias no surgen por generación espontánea, no son una casualidad ni tampoco son producto de la acción de una divinidad. El sujeto no se adscribe a una determinada forma de pensar porque así le place y nada más, sino, existen movimientos sofisticados y complejos que van configurando esa realidad. Aunque así fuese, hay tras ello una pregunta que nunca podrá ser respondida. Esta pregunta, es la pregunta del origen.
Los avances en materias de tecno-ciencias representan determinadas orientaciones culturales, de las cuales hay efectos a tener en cuenta. Si nos retrotraemos a los eventos de los últimos 32 años, desde la irrupción de la dictadura hasta la llamada transición a la democracia, no podemos negar que los aires de muerte, de tristeza por sobre los de alegrías, han sido los que han marcado el rumbo de la historia. Adorno en su Dialéctica Negativa enlaza el pensamiento filosófico con Auschwitz, llegando a establecer un nuevo imperativo categórico. Básicamente, Adorno señala que para que no se repita la experiencia del holocausto es necesario reorientar el pensamiento y la acción. El pasado puede volver a presentarse, en tanto, los significantes que articulan la cadena significante se alineen de una determinada manera. No olvidemos que la historia de la humanidad esta atravesada por conflictos, por hechos de sangre, en definitiva la historia de los hombres es un transitar en la barbarie. Si leemos la historia de Chile más allá de la dictadura militar del `73, podemos encontrar una cantidad no menor de matanzas, de luchas entre proletarios y burgueses, de burgueses entre burgueses, más aún, si nos remontamos a los tiempos previos de los anales de la patria, encontramos una cruenta y larga guerra entre indígenas y colonizadores. Cada una de estas situaciones se concentra en una figura de barbarie extrema, la cual culmina en un proceso histórico de violencia. Entre Auschwitz y Chile, las diferencias no son substanciales, sin embargo, lo ocurrido en Auschwitz puede ser conocido aunque ?no lo podemos comprender en el sentido de que no podemos identificar causas históricas que de una manera y necesaria lleven a ese resultado.? Tampoco, podemos encontrar en el caso de Chile, una causa que nos permita comprender en ningún sentido la represión filogenética, sin embargo, si podemos identificar causas históricas que condujeron a los acontecimientos y que en cierta medida los siguen conduciendo.
La gran contradicción es que por más que se proclame la Ilustración, más presente y activa es la barbarie. No podemos olvidar que el golpe de Estado es diseñado y planificado en pro de la Ilustración, o de la razón en un sentido racionalmente económico. Las transformaciones económico políticas buscadas por los sectores obreros a lo largo del siglo XX, no habían estado más cerca de realizarse hasta el momento en que asume Salvador Allende. No obstante, es tan fuerte el antagonismo de intereses entre clases, que las posibilidades de lograr establecer un cambio real en un país dividido en tres tercios es realmente una hazaña. Tras esta contradicción, el idealismo es la figura preocupante, ya que es justamente este quien lleva entre sus ropajes el germen del totalitarismo. El idealismo concibe la necesidad de reducir la pluralidad a un único elemento; en el caso del sujeto, es el idealismo el que pretende consolidar un sujeto universal y ontológico, es decir, un sujeto que integre en sí mismo la siguiente premisa: un Uno único en un Todo total. Ahora, en este trayecto, lo político configura el idealismo como una ideología de guerra , cuestión que se inscribe con facilidad en los fundamentos de la subjetividad capitalista.
Las inscripciones subjetivas son abstracciones que se materializan en el orden de una causa, de ahí que si esa causa esta orientada por las implicancias del progreso, en la historia se pierden los costos de los efectos del acto. O sea, la interpretación es una batalla en la cual el costo humano y material es insignificante, debido a que las operaciones o inscripciones de la subjetividad (del progreso) en la realidad importen tan solo en relación al éxito que se pueda alcanzar. ?Nada impide que el crimen se repita, se perpetué y alcance cada vez mayores proporciones.? Entonces, el sujeto puede abordar lo ocurrido históricamente en torno a las inscripciones actuales de la subjetividad, no obstante otro camino sería ?reconocer en la Caída misma la anhelada liberación?, es por ello que, hoy, los procesos de identificación y diferenciación no pueden ser analizados fuera de los efectos y/o consecuencias de la dialéctica del amo y el esclavo. El sujeto es un proyecto del Otro, pero, ¿de quién es proyecto el Otro? La relación entre lo privado y lo público se fragua, precisamente, en la interacción entre el significante amo y el del saber, ya que el sujeto resulta de ello. Claro que el resultado, parte ?de la relación de un significante con el significante, del enlace del significante de aquí con el significante que esta ahí, de la relación puramente significante, es decir homonimita, entre aterrado y terror, podrá ejercer la acción que es de engendramiento de significación, a saber, la introducción de una matriz por parte del terror en lo que ya existía como sentido sobre una base metafórica? . Al ser el sujeto evanescente, y por lo general puntual, el sujeto es un significante en relación a otro significante. Lo que se juega, es la relación en la que el sujeto se constituye solo en la medida que exista el Otro, y que este se movilice en primer lugar, por la imagen del Otro, y luego por las inflexiones del discurso.
Retomando el imperativo categórico de Adorno: para reorientar el pensamiento y la acción no podemos deshacernos del recuerdo, no hay cabida para el olvido, pero, tampoco podemos conformarnos con solo recordar, sino por el contrario, hay que leer en el sufrimiento el principio de toda verdad. En otras palabras, hay que vivir el dolor de la lucidez. La pregunta que nos inquieta, entonces, no puede ser más que una interpelación ¿Cómo la Prisión política y la tortura desarticulan la operación de sentido ideológica de los militantes de izquierda para establecer una realidad social sostenida bajo la lógica del capital en su fase neoliberal? Nuestro supuesto teórico ha sido, hasta aquí que la represión debe ser un acto de repetición que afecta los procesos de subjetivación descentrando del sujeto la relación economía-política en tanto política de la transición.
El problema de la transición es que supone la existencia a priori de la democracia. Entre los partidos que ostentan plazas de poder formal se promueve el respeto a las diferencias, sean de culto, raciales, étnicas y/o políticas, sin embargo, sus actos se revelan en su opuesto, por lo que concentran su mirada y crítica contra el exceso, cualquiera sea este, perdiendo de vista que es, precisamente, esta preocupación por el exceso la que hace aceptable cualquiera otra forma más moderada de exclusión o abuso. La transición política deviene así en un ?oportunismo pragmático sin principios? , aunque en el discurso los partidos traten de investir su pragmática con principios, con el fin de acomodarse a las nuevas circunstancias, esto es, justificar la humanización del capitalismo como acto político de buena fe. Para ello, es necesario establecer los ?<> con el enemigo declarado (?) por medio de la reconciliación de los opuestos, es decir, de su propia posición con la del oponente declarado? . Pero, ante esto, la transición se deja ver como la política de la mentira, de los opuestos reconciliados, del agonismos contra el antagonismo. Ante esta situación, nos compete recuperar el acto político, en tanto, este sea una intervención excesiva, en el sentido de que es estratégicamente transversal a todos los procesos y sea capaz de redefinir los límites y las normas del ordenamiento social hegemónico, en otras palabras, hay que luchar por mantener el lugar.
La transición política en realidad es parte de una política cuyo objetivo es hacer transferible lo político por lo económico. En este contexto, la izquierda ha tomado como su camino el de la rendición, ya que no podemos llamar de otra manera el acto de hacerse parte de las elecciones sin un trabajo político cotidiano fuerte que siembre bases para una plataforma amplia y de unidad para la lucha contra el capital. Es por eso que mantener el lugar signifique el rechazo total del enemigo, sobretodo en su dimensión humanitaria. Este rechazo total del enemigo es asestar golpes contra el enemigo en el lugar mismo en que el pretender ayudarnos, ya que solo así ?nos dice ?i?ek parafraseando a Bataille- lograremos recuperar nuestra autonomía y soberanía revolucionaria. Tenemos que escapar de la trampa liberal de la ayuda humanitaria, no podemos tomar lo bueno y rechazar lo malo, sino por el contrario, debemos rechazar y combatir todo lo que proviene de esa ayuda.
Tal y como sostuvo Lukács en Historia y conciencia de clase, la lucha democrática no debe ser fetichizada. Para no caer en la fetichización de la lucha democrática es necesario evaluar estratégicamente las circunstancias en su entrecruzamiento, convirtiendo la política en actos autorizados por si mismos prescindiendo de cualquier garantía externa. De lo contrario, la única política que fragua la realidad político-económica es la política de la transición, es decir, el acto hipócrita de cambiar un Esclavo por otro Esclavo del capital, pero, que sin embargo, se convierte en el nuevo Amo que instituye lo políticamente correcto y las lógicas del mal menor descentrando al sujeto político de la mantención de su lugar contra el enemigo.

Prisión Política, Tortura, Transición y Democracia.
El transito del capital.

Desde la versión de la economía política de Marx, así como desde una propuesta antropológica y psicoanalítica: la represión como acto de repetición busca instalar un giro en el ámbito del intercambio, sea este pensado como relaciones sociales o como transacción comercial, es decir, busca eliminar una economía del don (más bien de carácter solidaria) con el fin de garantizar una economía del despilfarro.
La economía desde la vertiente del despilfarro, se presenta como pura irreflexión, siendo el sacrificio y la envidia sus motores principales. La sociedad post-dictadura elimina la justicia social y se desplaza hacia el liberalismo, por tanto sobrepone a nivel discursivo las posibilidades de la equidad en tanto desestructuran las contradicciones presentes por las exigencias del mercado. Por otra parte, no debemos olvidar que Jacques Lacan propuso la inexistencia de una justicia distributiva del goce (no confundir con la legítima exigencia de una justicia distributiva de los "bienes" de la sociedad), entonces, las posibilidades que los dominantes le confieren a los sujetos son mediatizadas por el mercado, por las imágenes que permiten ciertas garantías para eludir el displacer. Por su parte, Sigmund Freud nos propone una justicia situada entre la venganza y la envidia. Ahora, si bien la venganza fue un valor para los griegos, es transformada en la administración de la justicia moderna en rutina. En cuanto a la envidia, sabemos que no se trata de una apetencia del objeto del otro, sino de lo insoportable de una imagen de completud formada por el otro y su objeto, para y por la mirada envidiosa, así no es difícil dar cuenta que la apelación a un acto de queja (golpe militar) se presenta como la posibilidad de dar curso a su reverso, es decir, la movilización del descontento político no logra ser sublimada expresándose como histeria, como tensión en el lazo social, sino se formula precisamente en el instante en que la satisfacción del deseo fracasa o en que la castración en el sujeto queda desplazada. En esta dirección, la operatoria política de la Junta Militar se encuentra atrapada bajo la lógica histérica y desde ese lugar instituye a la historia, pero, asimismo lo hace la izquierda, lo que da cuenta de que todos intentan resistirse a los efectos su propia causa, se resisten a la interpelación ideológica en cuanto ella justifica un determinado marco económico político; en el caso de los militares y la clase dominante la resistencia es al socialismo, mientras para la izquierda la resistencia es al capitalismo, sin embargo, la lógica de la queja y el acto se dirige en el caso de la izquierda hacia la defensa de la dignidad y el cuerpo. Lo que no puede ser simbolizado, lo que obtura el acuerdo o la posibilidad de llegar a un fin sobre sí mismas no es otra cosa que el antagonismo. En otras palabras, el antagonismo es ?lucha de clases? y su expresión en la sociedad es el momento totalizador de ésta. La lucha de clases es le point de capiton, es lo que mantiene unida a la sociedad a través de su realización: el antagonismo.
No es seguro que a cada uno le guste lo que tiene el otro, pero sí que es difícil soportar el hecho de que alguien tenga lo que uno quiere. En esta dirección el antagonismo propio de la lucha de clases, se expresa en las esferas de la economía, pero, desde el psicoanálisis esto es posible en el instante en que el sujeto se centra en la posibilidad de dar curso a sus pasiones, lo cual resulta de un compromiso entre la pulsión (Trieb) y las defensas del yo. Los llamados "mecanismos de defensa del yo", vienen a ser la respuesta a las exigencias pulsionales. Mientras, la expresión de la regulación de las pasiones en el tejido social se expresa bajo una nueva lógica del dinero, en tanto este está garantizado por un pasado y así promete un porvenir, modula la temporalidad que para el yo funciona como la articulación objeto ? pulsión ? objeto, por tanto, lo que la dictadura elimina por parte del goce será recuperado en un futuro, es decir, la plusvalía devendrá de los resultados del plus-de-goce, por lo que cambia en la esfera subjetiva es el paso de la relación Mercancía ? Dinero ? Mercancía a su formula posterior (propuesta por Marx): Dinero ? Mercancía - Dinero . Inversamente, para el análisis clínico lo importante se encuentra en la articulación pulsión ? objeto ? pulsión, siendo la principal diferencia el que no se rescata ningún excedente producido.
En 1920, lejos de la versión del deseo como nostalgia de un objeto perdido, Freud nos señala que los deseos neuróticos son deseos muertos; si no fueron satisfechos en el pasado, tampoco lo serán en el presente. El dinero circulante, en tanto equivalente general a todas las mercancías, a todos los objetos en venta, promete así la sustitución de cualquier objeto, la anulación de cualquier pérdida. Por supuesto, sólo logra su propósito para la mirada del que está desprovisto, de ahí la necesidad del marketing y la exhibición de escenas deseables que acompañan al producto que se intenta convertir en condición de goce, pero para ello es de vital importancia antes hacer circular imágenes de brutalidad que den cuenta de cual es la actitud esperada para no alcanzar tales niveles de displacer. El dinero como medio sólo puede facilitar los fines que cada uno, por su cuenta, se propone realizar. Pero en la medida que existe quienes consideran que el dinero es un fin, hay otros que lo consideran un medio, de ahí surge lo que Marx llamó "contradicciones" (dentro de una misma clase) y "antagonismos" (entre clases). La dimensión sacrificial del despilfarro se introduce en cuanto: "El pensamiento de que la economía pueda ser un medio para dominar la violencia ?escribe J-P.Dupuy- no puede sino parecer descabellado para los espíritus acostumbrados, (?), a considerar que la economía es la violencia misma?. La ironía de la historia es grande. Como escribe Hirschman, "el capitalismo estaba precisamente llamado a realizar eso mismo que iba a ser pronto denunciado como su peor característica." Sin embargo, la economía sigue ?para nosotros- siendo el zócalo de la violencia, solo será que la agresión y la represión se llevara a cabo contra cualquier voz que anule o disienta de los efectos de la imposición hegemónica, es decir, la economía ?siempre? será el soporte ideal y real de los antagonismos sociales, solo hay que releer la distribución de los intercambios a partir de las lógicas del fantasma, el deseo, la plusvalía y el plus-de-goce, es decir, combinar los movimientos de la libido con las del dinero e interpelar las imágenes o realidad desde la perspectiva de un equivalente general imposible.
Ahora la diferencia entre el amor de sí (intereses inmediatos) y el amor propio (pasiones mediatizadas) nos conduce hacia el amor narcisista. De lo que se trata, entonces, es de la anudación entre el cuerpo y el sujeto transubjetivo definido por el lenguaje. Si bien Hobbes definió que no basta con el lenguaje para que exista un pacto social, es importante destacar que ningún pacto social podrá hacerse sin el lenguaje. Desde el pacto social mediado por el lenguaje adquiere sentido la economía desde una perspectiva sacrificial y no donativa, ya que, por ejemplo, dentro de la lógica del sacrificio: los derechos de un hombre son violados para dar curso a una paralización del discurso ideológico del enemigo interno, pero, la violación de los derechos de todos los hombres no puede darse, ya que si fuese así no podría instalarse la operación de la castración, es decir, la amenaza de llegar a ser uno a quien se le prive? en otras palabras es una situación sacrificial todo contexto social en el que el principio de unanimidad concluye en la lógica de un sacrificio.
De acuerdo a un contexto en el que el sacrificio estructura las bases de la economía, podemos aproximarnos a que lo que se reprime es la femineidad en tanto condición para que la renuncia pulsional también sea impuesta a los hombres, y la organización económica sea posible, en otras palabras, el Yo Ideal (castigador, sádico, etc.) ataca al Ideal del Yo, se impone para un determinado transcurso de la historia con el fin de anular el proyecto radical de transformación de la sociedad. De esta manera la pulsión reprimida es primero encarnada en el sexo femenino que, como sacrificio primario, representa simultáneamente una relación de producción basada en el alumbramiento, de ahí que los hijos, esposos y padres detenidos, encarcelados, torturados sufran los vejámenes, primero a partir de los golpes, pero, que esta represión se extienda a todo el tejido social.
Esta represión primaria se realiza ante todo en la represión de la sexualidad femenina; para ello, aparece como primer producto de cultura la mujer, más exactamente la madre, como encarnación de esa economía. No olvidemos el artículo de Sigmund Freud sobre la trasmutación de los instintos y especialmente el erotismo anal, donde vemos una economía de la donación entre madre e hijo (excremento, regalo), que se convierte en una economía del intercambio paterno (pene, niño...dinero-falo). En la primera economía se trata del narcisismo (amor de sí y amor propio juntos) y, en la segunda, de un sacrificio que se llama "castración". Esta es justamente el proceso efectuado por la Dictadura, se reprimió el Don para establecer la lógica de la castración.
La estructura libidinal del dinero para la sociedad, la peculiaridad de la misma para cada sujeto, ya sea por sus modos de goce, como por las condiciones sociales en las que se despliegan, suponen revisar críticamente las posibles diferencias y nudos que puedan establecerse entre: investimento, beneficio, economía, transferencia, entre otros términos de interés. Después de la dictadura el dinero formaliza su condición de variable independiente que no se puede excluir de las relaciones de intercambio social, puesto que el sujeto tasa su deseo. No obstante, cada sujeto ?decide? sus actos en el campo del mercado, como también define sus responsabilidades, puede que algunos la reduzcan a un cálculo de utilidades, mientras otros traten sin cesar de escapar de la razón instrumental.



Bibliografía


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Referencias de Internet

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Laclau, E. Democracia, pueblo y representación.

Reyes Mate. Auschwitz, acontecimiento fundante del pensar en Europa (o ¿puede Europa pensar de espaldas a Auschwitz?). Ponencia realizada en la primera Conferencia del III Seminario de Filosofía de la Fundación Juan March. Abril de 2003.




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