ANTROPOSMODERNO
WERDE, WAS DU BIST! (Heidegger y una ética de la Propiedad)
Víctor Hugo Hayden G.

Para Heidegger, la impropiedad es la forma originaria de nuestro ser ahí, óntica y ontológicamente. La impropiedad es un existenciario, es decir, una determinación fundamental del Dasein que lo envuelve desde el primer momento, y lo acompañará el resto de

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WERDE, WAS DU BIST!
(Heidegger y una ética de la Propiedad)

Víctor Hugo Hayden G.

Santiago, Abril 2004



?Hay que apreciar cuando hoy un hombre
tiene todavía la aspiración de ser algo entero?
Robert. Musil


?Internándose en la selva sin mover la hierba.
Internándose en el agua sin originar una sola onda?
Zenrin Kushin




Para Heidegger, la impropiedad es la forma originaria de nuestro ser ahí, óntica y ontológicamente. La impropiedad es un existenciario, es decir, una determinación fundamental del Dasein que lo envuelve desde el primer momento, y lo acompañará el resto de la vida. Esto significa que no me tengo a mi en forma propia, ni primeramente ni la mayoría de las veces sino que...
?Inmediatamente yo no \"soy\" \"yo\", en el sentido del propio sí-mismo, sino que soy los otros a la manera del uno. Desde éste y como éste me estoy inmediatamente \"dado\" a mí \"mismo\". Inmediatamente, el Dasein es el uno, y por lo regular se queda en eso. Cuando el Dasein descubre y aproxima para sí el mundo, cuando abre para sí mismo su modo propio de ser, este descubrimiento del \"mundo\" y esta apertura del Dasein siempre se llevan a cabo como un apartar de encubrimientos y oscurecimientos, y como un quebrantamiento de las disimula-ciones con las que el Dasein se cierra frente a sí mismo?
La impropiedad es entonces mi determinación más ?propia?, más cercana. Es a partir de ella que puedo ser propio. Gracias a la posibilidad de perderme es que puedo encontrarme.
¿Pero qué Puede significar este encontrarse a sí mismo, siendo la impropiedad lo que caracteriza más adecuada y más realmente mi ser-en-el-mundo, mi existencia?
Heidegger responde que ?el modo propio de ser-sí-mismo no consiste en un estado excepcional de un sujeto, desprendido del uno, sino que es una modificación existentiva del uno entendido como un existencial esencial.?

Nos encontramos frente y en el ?das man?, el Uno, la gente, the they, los otros, lo público, nadie y todos. Somos el uno ,en el sentido de que somos una variación, una modificación, una modulacion fortuita de este amplio ente social que tiene sus propias reglas, leyes y organizaciones internas y externa, que tiene su propia vida ontológica, anterior y más determinante que la nuestra.
El uno está en todas partes, pero de tal manera que ya siempre se ha escabullido de allí donde la existencia urge a tomar una decisión. Pero, como el uno ya ha anticipado siempre todo juicio y decisión, despoja, al mismo tiempo, a cada Dasein de su responsabilidad. El uno puede, por así decirlo, darse el lujo de que constantemente \"se\" recurra a él. Con facilidad puede hacerse cargo de todo, porque no hay nadie que deba responder por algo. Siempre \"ha sido\" el uno y, sin embargo, se puede decir que no ha sido \"nadie\". En la cotidianidad del Dasein la mayor parte de las cosas son hechas por alguien de quien tenemos que decir que no fue nadie.
Este ?Uno? determina el ser del Dasein en su cotidianidad, es decir, en su ámbito más cercano. Nuestra ocupación en el mundo, producto de nuestro originario estar-en-el-mundo es producido y traspasado por el ?se? del das man. Nos ocupamos en cuanto cumplimos con una forma de ?se? que esta dada de antemano y que dictamina el uso de los entes intramundanos.
Así, mientras caminamos, comemos, pensamos, en cuanto hacemos un trabajo, un negocio, en cuanto nos besamos y conversamos, estamos llevando a cabo una forma correcta de ?se? que le da la significación correcta a todos los actos, y donde lo correcto tiene que ver con un consenso público anterior a nuestro advenimiento como Dasein.
?No es él mismo, Los otros le han arrebatado el ser. El arbitrio de los otros dispone de las posibilidades de ser del ser-ahí. Estos otros no son empero otros determinados. Al contrario, cualquier otro los puede representar. Lo decisivo es solamente el inadvertido señorío de los otros, que el ser-ahí ya ha asumido inopinadamente. Uno mismo/ Man selbst / pertenece a los otros y robustece su poderío. ?Los otros?, que llamamos así, para ocultar la propia y esencial pertenencia a ellos, son los que en el cotidiano ser uno con otro ?están? inmediata y regularmente ?ahí?/ da sind /. El quién no es éste o aquél, no uno mismo y tampoco algunos, y tampoco la suma de todos. El quién es el neutro, el ?se??.
El uno, a través de su dictadura reguladora, modela toda interpretación del mundo a través de lo público, a través de la publicidad.
?La publicidad oscurece todo y entrega lo así encubierto como lo conocido y a todo el mundo accesible? .
En resumidas cuentas, el Uno nivela todas las posibilidades del ser cotidiano del Dasein, perdiéndolo en el mundo de los otros, allá, lejos de su propio ser.
?El sí-mismo del ser-ahí cotidiano es el uno-mismo, que distinguimos del auténtico sí-mismo, es decir, propiamente asumido.?

?Cada cual es el otro y ninguno sí mismo. El uno que responde a la pregunta por el quién del Dasein cotidiano, es el nadie al que todo Dasein ya sé ha entregado siempre en su estar con los otros? .
Pero entonces, ¿qué es la propiedad?, ¿cómo y dónde opera, si toda la historia del Dasein y su posibilidad cono ser en el mundo le va gracias a su concupiscente relación con el das-Man?
Digamos, por lo pronto, que si la impropiedad es la negación del verdadero sí-mismo del Dasein, la propiedad vendría siendo la negación de la negación. Si la impropiedad es la tendencia a huir, a perderse en el mundo, a eludir la responsabilidad consigo mismo, la propiedad resiste esta huida. La propiedad nos muestra la falta de fundamento que hay detrás del tejido social, la nada que nos circunda y que a través de nuestro aspecto impropio nos inunda y nos determina.
Las experiencias de la angustia y la muerte nos muestran al mundo libre de toda significatividad, y nos experimentamos como desamparados, como olvidados y únicos en un espacio y un tiempo que nos traspasan sin ningún sentido ni motivo.
Heidegger plantea que es a través de estas experiencias contingentes que el ser propio se nos aparece abruptamente como posibilidad de nosotros mismos, pero también como posibilidad de la nada, pues al ser propio le viene ensamblada la total falta de fundamento de todo lo que nos rodea o creemos que nos rodea.
La angustia es, en la mayoría de la gente, la experiencia que gatilla esta comprensión, que sin embargo es tenue y pasajera y lo suficientemente débil como para permitir un regreso a la impropiedad sin daños colaterales, y poder seguir viviendo como si nada hubiera pasado hasta una nueva oportunidad en que la angustia se apodere de nosotros a la vuelta de alguna esquina o en medio de una alegre celebración.
En la filosofía el proceso es distinto. La angustia es un estado que se propicia a través de pensamientos referidos al ser o a la nada, y que a su vez provoca más pensamientos abismantes que hacen que la nada nos salga al encuentro, produciendo más angustia y en algún extremo la aparición más o menos permanente del ser sí-mismo del Dasein. Pero no toda filosofía tiene el carácter de la propiedad. En general, la filosofía, sobretodo aquella que se esconde en la academia pertenece al Uno, y se mantiene en la fijeza de sentido que le va al modo impropio de relacionarse con el ser.
La filosofía para Heidegger no es una instancia de información moral ni una fábrica de supuestas objetivaciones éticas. La filosofía también puede ser, y a veces es la principal culpable de la simplificación y ocultamiento del ser. El trabajo de la filosofía, y siguiendo a Nietzsche, es el de la demolición y el desmontaje de todo lo que oculta y obstruye la verdadera comprensión del ser.
Pero aún no hemos dicho que es la propiedad. Nos hemos referido a ella como el movimiento que se opone a la huida del ser del Dasein y a su pérdida en el mundo. La hemos caracterizado como una negación de la impropiedad. Una negación de la negación del sí- mismo.
Pareciera ser que Heidegger a través de todo su ?Ser y Tiempo?, y de su filosofía, nos hace un llamado a ser sí-mismos, a ser en propiedad, siguiendo el imperativo pindárico: ?¡Llega a ser el que eres!?( Werde, was du bist!). Entonces el logro del sí- mismo es un momento importante en Heidegger y es deseable ante el aspecto impropio del Dasein.
Pero, ¿qué es ser sí-mismo y cuáles son sus posibilidades?. Vimos que la comprensión de la propiedad, del sí mismo se lograba o se aparecía al Dasein a través de ciertas experiencias límite como la angustia y la muerte (de los otros y la propia, como posibilidad ineludible). Pero una vez que esa conciencia se ha hecho presente, en cuanto al aspecto propio del ser se ha puesto ante los ojos del Dasein con suficiente fuerza, este no podrá eludir la elección y vivirá sabiendo muy en el fondo lo que es o no es. Este saber lo que no es aparecerá como angustia en el caso de no haber oído y haber hecho propio el llamado o invocación (Ruf) del Ser a través de la conciencia a ser sí-mismo, y como anhelo y difícil camino a aquél Dasein que sí hizo suyo el llamado.
Pero entonces, ¿el ser sí-mismo es un camino, una posibilidad o un destino?.
Heidegger nos dice que cuando el sí-mismo se repliega desde el Uno y vuelve hacia él, llega a la conciencia de la condición mortal y del tiempo, al conocimiento de la inconsistencia de toda protección civilizadora del ser-ahí y sobretodo, a la conciencia del propio poder ser, o sea a la espontaneidad de ser, de ser libre; a la conciencia de libertad.
Pareciera ser que esta conciencia de la posibilidad de la propia muerte como evento ineludible y la vida como finita sería el acto de propiedad por excelencia del Dasein, que permitiría el advenimiento de su poder-ser totalmente libre.
Esta nueva actitud podría resumirse en el imperativo: ?Haz lo que quieras, pero que ese querer nazca de ti mismo, pues tú y sólo tú deberás asumir la responsabilidad de lo hecho. Que nadie piense por ti ni asuma tu lugar, pues si en la muerte nadie te acompaña, en la vida tampoco?. Esta soledad debe entenderse ontológicamente, pues los otros están unidos a mí en cuanto a mi ser-en-el-mundo es un ser-con, y por tanto, estoy solo. La gran ilusión es pensar que existe un mundo separado de mí que puede venir en mi ayuda y evitar mi angustia y mi muerte.
Entonces ¿cuál es el alcance ético de una filosofía de la propiedad?
Heidegger nos incita a ser sí-mismos, es decir a ser individuos. En las preguntas y los actos decisivos de la existencia cada uno permanece sólo, por cuanto la aplicación de una ética de la propiedad en forma de un proyecto político es inaceptable. Una salida en masa de la impropiedad es altamente sospechosa, y a lo más pueden darse experimentos utópicos como el socialismo marxista o el nacionalsocialismo, en donde se pretendió crear un nuevo hombre capaz de dominar su destino y que viviera en la inocencia trágica de su finitud. Se pretendió la instauración de un estado ?propio? conciente de sí-mismo en cuanto instrumento del ?Dasein?. Pero si atendemos bien a Heidegger, eso es, por principio, imposible, sobre todo en sistemas políticos democráticos, en donde todas las opiniones e ideas tienen cabida, vengan ellas o no de la comprensión verdadera del Dasein. Lo social vive y se constituye de la impropiedad, y una dictadura de la propiedad en manos de la filosofía, al estilo de la republica soñada por Platón o del mal entendido por Heidegger, tercer reich de Hitler, por principio, siempre devendrá en impropiedad. La salida hacia la propiedad es en solitario.
Sin embargo, Heidegger nos aporta otro existenciario del Dasein, en cuanto relación con el ser-en-el-mundo y el ser-con-los-otros. Es un existenciario que tiene que ver con esa capacidad de desapego que da el pensamiento de la muerte y el de la libertad al permanecer en la propiedad. Este existenciario, Heidegger lo llama ?Cuidado? (Sorge), y se relaciona con la preocupación por los otros; Besorgen, por los entes, y Fürsorge, por los otros Dasein.
?La siguiente autointerpretación del Dasein como ?cuidado? está formulada en una antigua fábula:
Al atravesar Cura un río, ve un gredoso barro,
y cogiéndolo meditabunda lo comenzó a modelar.
Mientras piensa en lo que hiciera, Júpitar se presenta.
Pídele Cura le dé espíritu y fácilmente lo consigue.
Como Cura quisiese darle su propio nombre,
niégase Júpiter y exige se le ponga el suyo.
Mientras ellos discuten, interviene también la Tierra
pidiendo que su nombre sea dado a quien ella el cuerpo diera.
Tomaron por juez a Saturno, y éste, equitativo, juzga:
?Tú, Júpiter, porque el espíritu le diste, en la muerte el
espíritu y tú, Tierra, pues le diste el cuerpo, el cuerpo
recibid, reténgalo Cura mientras viva, porque fue la
primera en modelarlo. Y en cuanto a la disputa entre
vosotros por el nombre, llámesele hombre, ya que del humus
ha sido hecho?
Este testimonio preontológico cobra una especial significación por el hecho de que no sólo ve el ?cuidado? como aquello a lo que el Dasein humano pertenece ?durante toda su vida?, sino porque esta primacía del ?cuidado? se presenta en conexión con la conocida concepción del hombre como compuesto de cuerpo (tierra) y espíritu. Cura prima finxit: este ente tiene el ?origen? de su ser en el cuidado. Cura teneat quamdiu vixerit: este ente no queda abandonado por su origen, sino retenido por él y sometido a su dominio mientras ?esta en el mundo?. El ?estar-en-el-mundo? tiene la impronta del ser del ?cuidado?.

El ?cuidado? es entonces, un existenciario de primer orden en cuanto posible ser sí-mismo. Se es sí-mismo en el cuidado, y esto es así porque tanto a nosotros como a todos los entes nos va el Ser

Lo que hay de común entre los entes intramundanos, nosotros y los otros Dasein, es el Ser, pero además el Dasein es el ente que sirve de apertura al Ser, es el ente que abre el Ser en cuanto espacio y tiempo, y en cuanto todos los entes. Ser el ahí del Ser implica ser el mismo Ser en cuanto apertura y posibilidad. Heidegger dirá en esta etapa de su filosofía, que sin Dasein no hay Ser. El Ser nos necesita para ser abierto y para comprender su existencia.
Entonces el ?cuidado? es lo que determina nuestra relación propia o autentica con los otros. Este ?cuidado? se expresará como un dejar que los entes muestren su verdadero ser. Como un dejarlos ser (lassen=dejar), (Gelassenheit=Serenidad). Se trataría de un ?velar? por que todos los entes se muestren en su ser, es decir, lleguen a ser lo que son. Esto podría traducirse en que los entes se desarrollen en todas sus potencialidades y posibilidades de ser.
Esto, aplicado a los otros Dasein sonaría como: No permitir que los otros se conviertan en cosas, en útiles y de esa forma se mantenga el principio kantiano de que el hombre siempre es un fin en sí mismo.
Entonces tenemos completo nuestro imperativo ético heideggeriano: ?Llega a ser el que eres, es decir, que nadie ni nada usurpe tu lugar, y cuida por que todos los seres también lleguen a ser lo que son?

Pero, como hemos visto, la aplicación de esta filosofía de la propiedad en el plano de la ética aplicada es cuando menos, complicada. La comprensión permanente del sí-mismo en cuanto ?propio? requiere de un trabajo personal de largo aliento, y del abandono de la comodidad del Uno que suaviza y simplifica nuestra cotidianidad. Y como sabemos, por experiencia propia, el Dasein busca el menor esfuerzo y huye de cualquier dificultad existencial. El Uno se encarga, como un piloto automático, de fijar el sentido que necesitamos para construir sobre la arena. Por otro lado, sólo mi propia entrada en la propiedad me permitirá en forma permanente velar por el ser de los demás y convertirme en ?Lichtung?, en apertura, en ?claro? del Ser.
Por todo esto mi conclusión es que la filosofía de la propiedad en Heidegger se acerca más a una mística que a una política.
Lo que se busca, al fin y al cabo, es una mayor transparencia en la apertura del Ser. El Dasein es el Ser en cuanto lugar en donde el Ser aparece y comparece ante sí mismo. El ser sí-mismo implica una relación de extrema cercanía con el Ser. Implica un convertirse en el Ser en cuanto aspecto. Esta relación es totalmente personal pues cada Dasein es irrepetible.
?El ser que está en cuestión para este ente (Dasein) en su ser es cada vez mío. Por eso, el Dasein no puede concebirse jamás ontológicamente como caso y ejemplar de un género del ente que está-ahí..(...). La referencia al Dasein ? en conformidad con el carácter de ser-cada-vez-mío (Jemeinnigkeit) de este ente ? tiene que connotar siempre el pronombre personal: ?yo soy?, ?tú eres?.

Es interesante hacer notar que en las tradiciones mística-religiosas como el Budismo Zen o el Taoísmo, también se busca la comprensión del Ser en cuanto transparencia y aparición, y también el camino siempre es personal y solitario. Dentro de las muchas comprensiones que poseen estas tradiciones está el de la inseparabilidad de sujeto y objeto. Tal división sólo es producto de una ilusión del Ser para consigo mismo, un juego de escondidas; a veces está, a veces no. A veces soy propio, y veo, y otras soy impropio y caigo en la ilusión. También el tema de la muerte es de mucha relevancia en cuanto límite y motor de cualquier despertar. Sólo la plena y descarnada relación con la muerte puede impulsarnos hacia nuestro verdadero Yo, que no es otro que el Ser, o Atma en sánscrito. Tanto es así que en el Tantrísmo, tanto búdico como hindú, se utilizan cadáveres y tumbas para ejercicios iluminatorios.
Pero no quiero alargarme en comparaciones que necesitarían un poco más de detención y análisis. Aunque quisiera dejar abierta la posibilidad de un futuro estudio de estos puntos de encuentro, que bien podrían ayudarnos a entender mejor a un filósofo como Heidegger, que por momentos parece más un maestro místico, al estilo de un Shankara o de un Krishnamurti, que un intelectual occidental de la academia. Para ello, dejo en el aire, al modo de nubes desde siempre conocidas, algunos poemas y aforismos taoístas, con un penetrante aroma a propiedad.

?El hombre de la virtud perfecta, cuando descansa, no tiene pensamientos; cuando entra en acción, no posee ansiedad. No reconoce el bien y el mal, lo bueno ni lo malo. En el interior de los Cuatro Mares, donde todo sirve... ahí reposa. Los hombres se aferran a él como niños que han perdido a sus madres; se -reúnen a su alrededor como viajeros que han equivocado su rumbo. Posee riquezas para ahorrar, pero no sabe de dónde provienen. Tiene alimentos y bebidas más que suficientes, pero no sabe quién los suministra...
En época de perfecta virtud, los hombres buenos no son apreciados; el talento no es visible. Los gobernantes son simples guías, mientras las personas son tan libres como el ciervo salvaje. Son honrados sin ser conscientes de las obligaciones hacia sus vecinos. Se aman mutuamente sin ser conscientes de la caridad. Son honestos sin ser conscientes de la buena fe. Actúan libremente en todas las cosas, sin reconocer obligaciones hacia nadie. Así, sus actos no dejan huella; sus asuntos no pasan a la posteridad?.

?La verdadera naturaleza humana exige una gran capacidad, y el camino que conduce a ella es difícil de alcanzar. No. puedes levantarlo con tus manos y no puedes alcanzarlo caminando. Aquél que se aproxima en mayor grado que otros, ya puede ser llamado «un verdadero hombre». ¿No resulta difícil para un hombre tratar de alcanzar este modelo por el mero esfuerzo? Por lo tanto, si el caballero, mide a? los hombres por el modelo absoluto de la rectitud, entonces es difícil ser un hombre verdadero. Pero si los mide de acuerdo con ? el modelo del hombre, entonces las personas superiores tendrán algún modelo al que ajustarse...
Durante mucho tiempo ha resultado difícil hallar ejemplos de hombres verdaderos. Sólo el hombre superior puede alcanzar ese estado. En consecuencia, el hombre superior no intenta criticar a la personas por lo que falla en él mismo, y no avergüenza a las personas por sus fallas... El que no es un hombre. verdadero no puede soportar la pobreza durante mucho tiempo, ni puede soportar la prosperidad durante mucho tiempo. Un hombre verdadero es feliz y natural viviendo de acuerdo con los principios de la verdadera naturaleza humana, pero un hombre [meramente] sensato piensa que es ventajoso hacerlo así... El hombre superior realiza su vida sin ningún curso de acción preconcebido y sin ningún tabú. Simplemente, decide lo que es correcto hacer por el momento... Los santurrones son los ladrones de la virtud.

?Has tenido el valor de nacer humano, y te sientes contento. Pero este cuerpo se ve expuesto a innumerables cambios que nunca concluyen. ¿No te brinda esto ocasiones incalculables de goce? Más aún, el sabio goza de aquello de lo que no tiene posibilidad de separarse y que hace que todas las cosas se sientan protegidas. Tiene igualmente en cuenta la muerte temprana como la vejez tardía, su principio y su fin, y los otros hombres lo imitan en esto. ¡Cuántos más harán lo mismo con respecto a eso [el Tao] del que dependen todas las cosas y del que surge toda transformación!?

Pero a mitad de camino entre lo valioso y lo no valioso, aunque parece existir un buen trecho, en realidad no lo hay... nunca escaparás a la aflicción. Todo sería distinto, sin embargo, si escalaras el Camino y su Virtud y fueras flotando y errando, ni alabado ni condenado, ora un dragón, ora una serpiente, transformándote con los tiempos, nunca dispuesto a atarte a un solo curso. Ora arriba, ora abajo, encontrando la armonía acorde a tu medida, flotando y errando con el progenitor de las diez mil cosas, tratando a las cosas como cosas, pero sin permitirles que te traten como a una cosa... entonces, ¿cómo podrías meterte en un problema?








BIBLIOGRAFíA:

- Acevedo, Jorge. ?En torno a Heidegger?. Editorial Universitaria. Santiago. 1990.
- Dreyfus, Hubert. ?Ser-en-el-mundo?. Editorial Cuatro Vientos. Santiago. 1996.
- Heidegger, Martín. ?Ser y Tiempo?. Editorial Universitaria. Santiago. 1997.
- Heidegger, Martín. ?Filosofía, ciencia y técnica?. Editorial Universitaria. Santiago. 2003.
- Heidegger, Martín. ?Hermeneútica de la facticidad?. Editorial Alianza. Madrid. 1999.
- Holzapfel, Cristóbal. ?Aventura ética: Hacia una ética originaria?.Ediciones Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Santiago. 2000.
- Lao Tse. ?Tao te King?. Editorial Cuatro Vientos. Santiago. 1990.
- Rivera, Jorge E.. ?Heidegger y Zubiri?. Editorial Universitaria. Santiago. 2001.
- Suzuki.D.T. ?El ámbito del Zen?. Editorial Kairós. Barcelona. 1981.
- Watts, Alan. ?El camino del Tao?.Editorial Kairós. Barcelona. 1988.



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