ANTROPOSMODERNO
CUADERNO 8
Juan Carlos Marín [email protected]

Mediados de 1980, Marín se interroga: ”¿Cómo explicar la ausencia curricular, en el campo de las ciencias sociales, de la problemática teórico-metodológica acerca de la guerra y de sus consecuencias, en momentos en que el gasto en armamentos es el hecho más sustantivo de la historia de la especie humana?". Décadas después, la paradoja puede ser retomada con tremenda ”y trágica” actualidad. Apuntalar el camino para desandar dicha paradoja es la apuesta de este libro. El mismo reúne una serie de entrevistas en las cuales el Prof. Juan Carlos Marín aborda la guerra, o mejor dicho la dimensión político-militar del ámbito del poder, con el objetivo de promover su investigación y, en paralelo, una intervención sobre la misma, en la perspectiva de construir una estrategia anticapitalista. (continúa)

Damián Pierbattisti ” Julián Rebón Buenos Aires, enero de 2009

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Nota de Antroposmoderno: Debido a los extenso del libro de Marín es que publicamos solo el comienzo a modo introductorio.
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Acerca del ”Cuaderno 8" de CICSO.

Con este título apareció publicado como Cuaderno de CICSO, a
fines de la década del setenta, una serie de materiales diversos que fueron
construidos a lo largo de diferentes circunstancias. En algunos casos, seña-
larlas y describir cuáles fueron esas circunstancias es conveniente para una
mejor comprensión del sentido que se intentó instalar en esos materiales.
Comencemos.

I. Con relación al contenido del texto ”Obstáculos epistemológicos en re-
lación a las formas que asumen las luchas: análisis de situación".

El texto que aparece con este subtítulo, fue originalmente elabo-
rado como una introducción a un texto más extenso que intentaba descri-
bir y explicar ”en México” lo que sucedía en la Argentina en la década del
setenta. Apareció publicado con el título de ”La guerra civil en la Argentina",
en la revista Cuadernos Políticos de México, en el número 22, correspon-
diente a los meses de octubre/diciembre de 1979. El elemento central del ar-
tículo estaba constituido por parte de lo que se publicó y conoció en
Argentina como Cuaderno 34 (mimeo) del CICSO, con el título ”Acerca de
la relación poder-saber y la relación saber-poder", de su Serie Estudios, en no-
viembre de 1978.
En ese momento, 1978, necesitaba hacer comprensible ”en México”
lo que estaba sucediendo en Argentina; advertir y aclarar que no sólo se
trataba de la tradicional lucha contra la represión que ejercía una dictadura
militar latinoamericana. En este caso, señalar que la imagen de lucha contra
la represión encubría el proceso real de lo que estaba sucediendo. En reali-
dad, se trataba de una situación en que la lucha social había asumido el
desarrollo de una guerra generalizada, en la cual había quienes buscaban el
exterminio de su antagonista. Esta era la determinación de la sociedad ca-
pitalista contra lo que consideraba la subversión. Captar y comprender cuál
era la distancia real que había entre represión y aniquilamiento nos permiti-
ría comprender cuál era la perspectiva y direccionalidad que le otorgaba el
consenso de la sociedad capitalista a su lucha: el desarrollo de una guerra
y la ocupación militar del territorio para ejecutar un exterminio.
Pero también nos interesaba que se comprendiera que esa deter-
minación de la sociedad capitalista, cualesquiera fuera el tiempo y el espa-
cio de su dominio, tenía una larga tradición que se entroncaba con la
historia de todas las clases sociales dominantes: la determinación del ani-
quilamiento se desencadenaba e instalaba inexorablemente contra todo
aquel que amenazara con generar una crisis de su hegemonía. Con la gue-
rra se creaban las precondiciones políticas necesarias para instalar la reali-
zación del exterminio; a su vez el desenvolvimiento de la guerra permitía
encubrir y justificar el proceso de una política genocida. La observación de
lo que realmente sucedía nos permitiría comprender el proceso real cons-
tituyente del exterminio; hacer observable la yuxtaposición real entre la
guerra y la política y no dar por supuesto que se trataba de un movimiento
pendular y secuencial entre la guerra y la paz.
Para ello era necesario desplazar los obstáculos que impedían una observación y reflexión adecuada
acerca de lo que ocurría. ésta fue la meta y el sentido que intentamos lograr
al investigar los hechos armados y escribir el contenido introductorio de lo
que en el Cuaderno 8 figura como ”Obstáculos epistemológicos en relación a las
formas que asumen las luchas: análisis de situación".
A lo largo de estos últimos 27 años, he tomado conciencia de la
complejidad y limitación de mi intento. Aún hoy día se mantiene una fuerte
resistencia a consensuar y aceptar cuál fue el carácter de lo que sucedió du-
rante ese período de la historia Argentina; en otras condiciones los dife-
rentes bandos en pugna continúan su lucha. Caracterizar ese período como
el del desenvolvimiento de una guerra ha sido y es fuertemente rechazado por
muchos de los que intentan representar y defender el campo de las víctimas
del exterminio. ”No hubo guerra" es la frase dominante que los representa.
Consideran que aceptar que hubo guerra legitimaría y justificaría el exter-
minio que realizaron los victimarios. Sería, a su vez, aceptar una corres-
ponsabilidad en la resultante de los hechos; y con ello, el triunfo de la teoría
de los dos demonios. Otorgarle una victoria a los genocidas.
Desde mi perspectiva, es necesario reinstalar el problema e inten-
tar desbloquear un obstáculo sustantivo: es necesario ”nuevamente” distinguir entre guerra y exterminio puesto que constituyen dos procesos di-
ferentes. Las tareas de la guerra no tienen necesariamente como meta ex-
terminar al oponente sino solo lograr su desarme.
Cuando en su momento convocamos los textos de Carl Clausewitz,
como expresión de una teoría rigurosa de la guerra, lo hicimos para enfa-
tizar cuál era la resolución y respuesta al dilema de ”¿cuándo y quién co-
mienza la guerra?".

Clausewitz es elocuente al respecto:

"Si pensamos como surge la guerra, veremos que la con-
cepción de la guerra no surge de la ofensiva, porque ésta tiene
como objetivo absoluto, no tanto el combate sino el tomar pose-
sión de algo. La guerra surge primero con la defensa, porque ésta
tiene como objetivo directo el combate, ya que la acción de dete-
ner el golpe y el combate son, evidentemente, una misma cosa.
Detener el golpe es una acción dirigida por entero contra el ata-
que y, por tanto, lo presupone necesariamente; pero el ataque no
está dirigido contra la acción de detener el golpe, sino hacia otra
cosa: la posesión de algo y, en consecuencia, no presupone la pri-
mera. Por consiguiente es natural que quien haga entrar en acción
el primer elemento de la guerra, quien desde su punto de vista sea
el que primero concibe dos bandos opuestos establecerá también
las leyes para la guerra, y es natural que lo sea el defensor".

Y a continuación retomábamos nuestra reflexión y decíamos, ”Es la
conciencia de la clase poseedora que la burguesía tiene de sí misma -como expresión
de su ser social- la que la lleva permanentemente a "sentirse" atacada ante cada in-
tento de conquista o recuperación social y política de los sectores desposeídos. La
burguesía considera un delito, una apropiación indebida, todo intento de los ex-
propiados reales por recuperar parte de lo que históricamente han constituido o de
lo que socialmente son. De ahí su vocación de clase propietaria -dominante- de hacer
la guerra ante cualquier intento de los sectores desposeídos por establecer la conti-
nuidad de las luchas sociales y políticas. La guerra es para la burguesía la otra cara
del proceso de acumulación capitalista en la que la crisis de acumulación es me-
diatizada por esa capacidad de "potencia económica" que Marx otorgaba a la vio-
lencia en el capitalismo".
En Argentina, la decisión de iniciar, promover y desencadenar las
condiciones de guerra fue una determinación de la sociedad capitalista en
su conjunto. Así como también lo fue la decisión moral de exterminar la
subversión. Las tareas de la guerra y las tareas políticas del exterminio fue-
ron las dos caras de la determinación del conjunto de la sociedad civil y
militar que expresaban la hegemonía del dominio de los capitalistas. Guerra y política de exterminio. La decisión parlamentaria convocando a las
fuerzas armadas a aniquilar la subversión, fue realizada en condiciones de
un gobierno constitucional; mostró con claridad como la conceptualización
política de aniquilar se constituyó en la bisagra que articuló al conjunto de
la ciudadanía capitalista: ciudadanos que fueran civiles o militares asu-
mieron el exterminio como la determinación social de su unidad moral.


II. Con relación al resto del material del Cuaderno 8.

En realidad se trata de las transcripciones de un conjunto de con-
versaciones realizadas en México, a partir de interrogantes que me fueron
presentados. El orden de exposición fue consecuencia del orden en que se
me interrogó. Quiénes me interrogaban formaban parte de la militancia po-
lítica de diversas organizaciones comprometidas con la lucha en Centroa-
mérica. Es una pena que, en la trascripción, el texto haya perdido los
momentos y los modos de interrogación. Cuando me entregaron las trans-
cripciones las envié inmediatamente al CICSO (Argentina) para su conoci-
miento, y tiempo después fueron publicadas (mayo, 1981) formando parte
sustantiva del Cuaderno 8.
Releyendo el material me interesa hacer algunas aclaraciones que
considero pueden ayudar a una mayor comprensión del sentido, de lo que
dije y de lo que finalmente se transcribió y publicó de esas conversaciones.
Comencemos.

a. Con relación al texto de ”Reflexiones acerca de la relación entre teoría
y conocimiento."


Las preguntas que desencadenaron este momento de la conversa-
ción giraban en torno al tema de la ”estrategia revolucionaria", ”¿cómo cons-
truirla?"; y el papel de la teoría en dicha empresa. En primer lugar, me
interesaba distinguir entre teoría y conocimiento, porque me era necesario
al desarrollo posterior de la reflexión. La tendencia que encontraba era a
usar la teoría como si esta constituyera un conocimiento inmediato acerca
de cualquier situación y, en consecuencia, pudiera instalarse directa y me-
cánicamente presuponiendo, y dando por conocidas, las condiciones de la
realidad en las cuales se intentaría su aplicación. El momento constituyente
del conocimiento de las condiciones reales era obviado y subsumido en la
identidad enunciativa de la teoría. Existía una tendencia a reducir la teoría
a su marco conceptual atomizado y desarticulado; a usar el marco conceptual
de la teoría como un instrumento clasificatorio aplicable directamente sobre
la realidad sin que mediara previamente explicitar criterios de observación
que fueran legítimos y consistentes con la teoría. La necesidad de desarro-
llar una mayor claridad acerca de qué observar en la construcción del co-
nocimiento de esa realidad; lo que luego, a partir de ese proceso de
observación, nos permitiera determinar su correspondencia en el plano de
la teoría. Debía hacer entender que la teoría tenía una función instrumen-
tal diversa en los diferentes momentos de la construcción del conocimiento
y de la búsqueda de una estrategia política.
En principio, era preciso aclarar que la teoría nos sugería qué ob-
servar pero no nos adelantaba el resultado de esa observación: había que re-
alizarlas y no entrar en el proceso de atribuciones sin realizar las necesarias
observaciones sistemáticas. Por otra parte, la teoría nos sugería no solo qué
observar en la realidad, sino también analizar las relaciones (que debíamos
registrar) entre dichas observaciones; mediaciones necesarias en la cons-
trucción del conocimiento del ”cómo" se desenvolvían las luchas sociales.
Intentábamos enfatizar, en la conversación, que el uso de la teoría para la
construcción del conocimiento acerca de las condiciones era prioritario a
cualquier otro uso de dicha teoría.

b. Con relación a los temas que comienzan a continuación del texto de
”El concepto de Fuerza Social."


Me interesaba comenzar a avanzar hacia la construcción de un
campo teórico acerca del desarrollo de las luchas sociales, que articulara
los diferentes momentos de su desarrollo. La posibilidad de vincular los
avances y reflexiones de Lenin, con relación al desarrollo de las luchas so-
ciales, con las que realizó Clausewitz acerca de la teoría de la guerra. Mos-
trando cómo ellos enfatizan que ambas luchas se desenvuelven mediante
confrontaciones entre fuerzas sociales. Intentaba avanzar hacia la posibili-
dad de construir un esquema ”a partir de una conjunción Lenin/Clause-
witz” de una estructura analítica cuya centralidad instrumental lograse
captar el carácter social, de clase, de cada fuerza en confrontación; a su vez,
procuré que dicho esquema se registre y se ordene en función de su jerar-
quización, según el modo dominante instrumental en que objetivamente
se desarrollaba la lucha de clases en cada período.

Juan Carlos Marín
Buenos Aires, abril de 2007



Nota de Antroposmoderno: Debido a los extenso del libro de Marín es que publicamos solo el comienzo donde trata El Duelo.
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