ANTROPOSMODERNO
Meditaciones Mafaldeanas sobre la economía de la política y la política de la economía.
Mauricio Márquez Murrieta

No imagino, por ejemplo, los avances de la ciencia si ésta no se hubiera liberado de las ataduras políticas, económicas o religiosas que sometían al pensamiento a sus imperativos e intereses.

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Meditaciones Mafaldeanas sobre
la economía de la política y la política de la economía.

Mauricio Márquez Murrieta


Frecuentemente se menciona que es necesario no politizar tal o cual medida estrictamente económica, aduciendo que demos a ”la economía lo que es económico y a lo político lo que es político", un llamado tan sensato en apariencia como el que se atribuye a Jesús de Nazareth al exigir ”Dar a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".

De entrada, es difícil estar en desacuerdo con semejantes afirmaciones, especialmente en un país que como el nuestro ha sufrido tantos reveces en su vida nacional por la mezcla ”insana” de decisiones políticas en la forma de decisiones económicas y decisiones económicas en la forma de decisiones políticas. Si lo que llamamos modernidad trajo algo bueno, eso fue la paulatina y creciente autonomización de esferas sociales que han permitido el florecimiento de prácticas independientes, guiadas y restringidas por los imperativos de los campos autónomos en los que, y para los cuales, se realizan. No imagino, por ejemplo, los avances de la ciencia si ésta no se hubiera liberado de las ataduras políticas, económicas o religiosas que sometían al pensamiento a sus imperativos e intereses. Gracias a esta autonomía de los campos, que Bourdieu analizó magistralmente a lo largo de su obra (Homo academicus, Las estructuras sociales de la economía, Las reglas del arte, El oficio del científico, entre otros libros y artículos), las sociedades modernas fueron capaces de desarrollar actividades diferenciadas de acuerdo a sus propias lógicas, necesidades e imperativos en forma relativamente independiente de influencias externas; esta demanda de soberanía se expresa de manera por demás explícita a través de llamados al orden del tipo ”Los negocios son negocios", ”El arte por el arte", o incluso en manifestaciones de la cultura popular contemporánea del tipo de las que abundan en películas tales como El Padrino: como cuando Tom Hagen, el hijo adoptivo de Vito Corleone que se convertiría eventualmente en consilieri, le recuerda a Sony, el hijo mayor, que incluso el intento de asesinato de su padre por un mafioso llamado Solotso ”was business not personal".

Así pues, nada más sensato que hacer llamados al orden pidiendo cordura y no mezclar la política con la economía, ¡por favod!, como dijera Guille el de Mafalda.

Sin embargo, pocos aspectos de la vida humana están tan entretejidos. Tal vez uno de los peores errores económicos que se pueden hacer sea el de verdaderamente ”pensar” que hay medidas económicas que no son también políticas: pocas cosas hay tan políticas como las medidas económicas que se quieren hacer pasar por apolíticas, y pocas cosas tan económicas como las políticas que omiten el fundamento económico que les subyace. Justamente en ello reside una de las mayores fuentes de poder de la modernidad, en purificar las imbricaciones presentes en cualquier realidad social, recortándolas y distribuyendo sus atributos: aquí lo económico, acá lo político, allá lo social y más allá lo cultural, y, por favor, como en la comida francesa, no se le ocurra a usted mezclar.

Así, la información económica se nos presenta como libre de toda suspicacia; nuestros puritanos tecnócratas ” surgidos de templos del saber como Harvard, Princeton, Yale, ITAM o el TEC de Monterrey, y no de casas del vicio intelectual como la UNAM, el COLMEX o, peor aún, Dios no lo permita, de la UV o de cualquier universiducha de provincia ” por ningún motivo se permitirían el sacrílego pecado de dejarse seducir por la tentación de esos herejes que son para ellos los políticos. Cuando recomiendan apertura económica, disminución del déficit público, desregulación laboral, disminución del papel interventor del Estado en la economía ” ¿confundirán Estado con gobierno? ”, la eliminación de subsidios a alimentos básicos como el maíz y dejar a la benévola ”mano invisible del mercado” la libertad de entretejer en forma ”natural” la economía ”natural” que ”como Dios omnipresente ” dará a cada quien lo que se merece, no están haciendo otra cosa que, cual benévolo médico decimonónico, recetar lo que el paciente necesita, nada más, pero tampoco nada menos.

¿Y qué es lo que el paciente necesita?: crecimiento económico. Este parece ser la respuesta a todos los males ante el que vale la pena sacrificar todo. Resulta claro: crecer es bueno, cuando un niño cumple años lo primero que hacemos es ir con el pediatra para ver si creció midiendo su desarrollo en relación al normalmente esperado a su edad; si una empresa crece, es signo de que le está yendo bien; si el amor crece se consolida y termina en matrimonio, el cual crece hacia una familia. Así pues, crecer es bueno, y por lo tanto si hablamos en pos del crecimiento económico, éste tiene que se por fuerza bueno. Nada de políticos y mezquinos intereses en ello, nada de ser irresponsable, aunque la medicina duela es por nuestro bien: crecer.

Pero, ¿qué es crecer económicamente hablando? ¿Cómo se logra eso? ¿Dónde hay que formarse? Aquí comienzan los problemas, porque para que un niño crezca la receta es fácil ”aunque los que somos papás llegamos a dudarlo diariamente ”: tiene que comer bien y sanamente, dormir sus horas, hacer deporte y obedecer a sus papás; para que una empresa crezca ”lo cual no es tan evidente como el que crezca un niño ” hay que invertir, cuidar los rendimientos, buscar nuevos mercados, etcétera; para que el amor crezca a que querer a la persona amada, pero no demasiado, como dicen lo viejos, cuidarla, dedicarle tiempo, ser cariñoso, etcétera; y lo mismo con el matrimonio.

Si hacemos caso a las definiciones, que para eso están, para sentirnos menos confundidos en medio de una confusión mayor, el crecimiento económico es, ”un movimiento general de la economía a largo plazo ”no exento (â?¦) de fluctuaciones” manifestado en la tendencia ascendente de los valores de las variables macroeconómicas reales: PNB (Producto Nacional Bruto), inversión por habitante o trabajador ocupado, consumo por habitante, productividad" (Maza Zavala, 2002:225).

Así pues, si una sociedad goza de un movimiento ascendente de su economía a largo plazo tiene crecimiento económico, y si lo tiene va por buen camino. El problema está en como conseguirlo. ¿Qué es lo que tienen que hacer un país, o puede hacer un país, para lograr un crecimiento económico sostenido y cuándo se considera un plazo aceptable para lograrlo? Como las medidas económicas no funcionan de la misma manera que las explicaciones que de niño nos enseñaban en la primaria, en las que mediante una ecuación sencilla se podía saber que si el gandalla de pedrito le birlaba en sólo 10 minutos 20 canicas bien chidas al lento de juanito que llevaba 60 a la escuela, podíamos saber que si el recreo duraba 30 minutos, al terminar juanito se iba ir chilloteando porque le dieron baje a todas las canicas que le acababa de regalar su abuelita.

No, en la economía no queda tan claro. Y si Pedrito Aspe nos dijo hace uno años que abriendo el mercado a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte como nos lo proponía su brother Carlitos Salinas, íbamos a llegar pero que ni corriendo al primer mundo, y que había que aguantarse como buenos machos mexicanos que huimos las medidas modernizadoras dolorosas pero necesarias que había que implementar para obtener el premio anhelado, no terminamos de entender como es que nuestra casa no se termina de parecerse a la de Brandon, en Beverly Hills 90210, y no tenemos en nuestras escuelas y vecindades amigas como Kelly o amigos como Steve que, como quien te invita un trago, así no más, invita a sus carnales asquerosamente felices, a pasar un estupendo fin de semana full relax en playas rebosantes de un bienestar que difícilmente llegamos a medir con ningún índice.

Lo que nos lleva a la idea de que si todos los caminos llevan a Roma, no es lo mismo con el crecimiento, ya que hay no sólo diferentes forma de concebirlo y diferentes formas de llegar a él, sino incluso diversas formas para definir lo que estamos presenciando: crecimiento económico real, el preámbulo para su llegada, un punto de inflexión algo tardado en los ciclos sistémicos del moderno sistema mundial, una discontinuidad sistémica que nos llevará a un cambio del régimen de acumulación, mismo que requiere de cambios en su modo de regulación o el fin del capitalismo hacia otro sistema mundial ansiadamente esperado por trasnochados comunistas que creyeron que Marx era el moderno Nostradamus y sus predicciones poco que visiones adelantadas del futuro.

Así las cosas, presenciamos, con una angustia parecida a la sufrida en telenovelas esquizofrenizantes como Amor en custodia, el rumbo de ese motor de 8 cilindros de la economía que es Estados Unidos para ver si alguna de las decisiones tomadas por su gobierno o alguna de sus tendencias estructurales nos va a volver a descarrilar de nuestro ansiado crecimiento económico con bienestar para nuestra familia. Porque, eso sí hasta un niño de la calle lo sabe, nuestro destino está, querámoslo o no, inevitablemente ligado al de ese gigante en convulsiones que tenemos como vecino distante.

Pero volvamos al crecimiento económico y las profilácticas medidas que nuestros sabios de escritorio toman para alcanzarlo. Existe todo un debate ideológico (quiéranlo o no calificar como tal sus participantes ”ningún discurso se califica a sí mismo como ideológico, ese es un calificativo que siempre es útil para acusar al otro de los intereses aviesos y la distorsión de la realidad que presumimos en su postura, nosotros no hacemos nunca otra cosa que hablar de los hechos y de la realidad, somos responsables ”) que gira alrededor de dos ejes temáticos contrapuestos: un eje que opone en sus polos al Estado y el mercado, y otro, subsidiario de éste, que discute el papel de estos dos en la economía, por un lado el Estado interventor, cuyo paradigma es el Estado de bienestar y su filosofía económica el keynesianismo, y por el otro el libre funcionamiento de las fuerzas ciegas del mercado, con el Estado liberal y el neoliberalismos como paradigma y filosofía económica, respectivamente. A estos pares dicotómicos se pueden añadir muchos otros que al ser atraídos en su órbita de acción entran en su cadena significante, sobredeterminándose conjuntamente: individuo-sociedad, libertad¬-determinismo, agente-estructura, acción racional-acción estructuralmente determinada, etcétera. De esta manera, el crecimiento económico será definido dependiendo de la postura adoptada y, por lo mismo, las medidas y los indicadores variarán su peso específico de acuerdo con cada una de ellas.

Pero la cosa no para ahí, si dirigimos nuestra atención al artículo de Robert Brenner aparecido en la revista Este País en su número de octubre de 2004, titulado La trayectoria de la economía estadounidense: ¿nuevo auge o nueva burbuja?, podemos ver que no es tan fácil saber cuándo se está experimentando un crecimiento económico real o si existe tal cosa. En su artículo, al analizar el comportamiento de la economía de su país y examinar las variables que lo están determinando, Brenner constata que la aparente recuperación que parecía experimentar la economía de EU en aquel momento descansaba sobre elementos completamente coyunturales (como el sostenimiento de la economía por parte del consumidor estadounidense a través de la endeudamiento privado facilitado por, principalmente, el buen comportamiento y la confianza en la bolsa y la rentabilidad del mercado inmobiliario), que no habían alcanzado a modificar la ”prolongada tendencia descendente que ha afectado la economía mundial desde 1973" y que ha hecho disminuir la rentabilidad del capital en forma progresiva.

Desde esta perspectiva, reforzada por autores como Wallerstein (1988, 2002, 2005) y Arrighi (1999), lo que se estaría experimentando a nivel mundial, y la economía de los estados no puede sustraerse a este movimiento, es una condensación de ciclos largos y cíclicos que muy bien pudieran haber llevado a sus límites estructurales al capitalismo, gobernado por la lógica de la acumulación ampliada del capital misma que se estaría llegando al borde de sus condiciones de posibilidad. Aunque estos mismos autores admiten que también es factible la posibilidad de otra reestructuración mundial mediante la cual la clase capitalista se reorganice en forma ampliada dando lugar a un nuevo régimen de acumulación del capital con resultados inciertos para el sistema mundial.

De todo lo anterior podemos llegar a por lo menos dos conclusiones preeliminares: la primera, que nos indica que las medidas económicas tomadas por los grupos dirigentes del país desde hace 25 años, no sólo responden a necesidades y tendencias nacionales ”o que incluso, son a las que menos responden ”, y que debemos encontrar su principio explicativo en la adaptación del país y sus clases al nuevo entorno de la economía mundial y a las presiones externas ejercidas por las potencias hegemónicas del mismo. Lo que no significa restar importancia al comportamiento histórico de la economía y sus clases en el país, sin cuyo análisis tampoco podríamos entender las dinámicas particulares que las tendencias estructurales propias del sistema mundial adquirieron y pueden adquirir en nuestro país.

Y la segunda, tal vez más importante para la orientación de nuestras opiniones respecto del comportamiento de la economía y de las decisiones pertinentes que al respecto es necesario realizar: cualquier medida sea neoliberal o neokeynesiana, de liberalización de la economía o de proteccionismo, nunca es pura ni es apolítica, siempre implica tomar una postura que se sustentará a final de cuentas por nuestras inclinaciones ideológicas, culturales, políticas, éticas e incluso epistemológicas. Por ello lo mejor que podemos hacer par esclarecer el panorama del futuro de nuestro país, no es tanto quitarnos los lentes ideológicos sino darnos cuenta de que los traemos ”casi inevitablemente ” puestos, para así al menos tener un mayor control y una mayor conciencia de los sesgos que imprimen a nuestras visiones y puntos de vista.

A veces la filosofía del libre albedrío, si no somos conscientes de sus límites determinantes, nos puede arrojar al peor de los determinismos, el que se concibe a sí mismo como producto de la libertad.


BIBLIOGRAFíA


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