LOS PSICOTERAPEUTAS Y EL CONTROL SOCIAL

Licenciada Raquel C. Bozzolo

Publicado el: 28/03/06

    


Relataremos una consulta cualquiera en la Casa de las Madres. Alicia pide una entrevista poco antes de la asunción del gobierno constitucional, luego de siete años de la desaparición de dos hermanos, Miguel y María.

 

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Relataremos una consulta cualquiera en la Casa de las Madres.

Alicia pide una entrevista poco antes de la asunción del gobierno constitucional, luego de siete años de la desaparición de dos hermanos, Miguel y María.

Miguel, el único que tenía militancia política en la familia es secuestrado en primer término. Este hecho coloca a las dos hermanas ante una encrucijada vital y, deben tomar decisiones que tendrán fundamental incidencia en sus vidas.

Alicia huye, deja su trabajo, abandona su carrera a punto de ser finalizada y se traslada del domicilio familiar. Su hermana, en cambio sigue su vida normal, se casa y comienza a trabajar en una empresa. Poco tiempo después es secuestrada en su lugar de trabajo.

Alicia relata muy angustiada esta época y dice:"No entiendo siempre pensé que estaba loca en ese momento, pero ahora me doy cuenta que así me salvé. ¿Quién estaba más loca? ¿Yo que dejaba todo o mi hermana que seguía con su vida?" "Nada se podía hacer, sólo esconderse".

El relato precedente es un ejemplo sumamente recortado, pero resulta útil para realizar algunas reflexiones.

¿Desde qué lugar pensaremos el interrogante planteado?

Una posible línea interpretativa nos invita a abordar la problemática de Alicia a partir de su historia, individual y familiar. Podíamos encontrar tanto la huida de la sexualidad como la identificación con su hermano desaparecido, desapareciendo ella también de su medio social. Pero por esta línea es difícil que logremos dar respuesta. ¿Cuál fue su "locura"?

Nos inclinamos a pensar que huir del peligro real, no negando su existencia, fue una conducta necesaria para su supervivencia. Sin embargo la vida posterior de Alicia, el congelamiento de sus proyectos, el empobrecimiento vital de estos últimos años nos lleva a pensar en un proceso de aislamiento que no es explicado solamente por su estructura previa.

Debemos incluir en el análisis el terror provocado por la represión política y su sometimiento al mandato dictatorial. Pensamos que lo que Alicia llama su "locura" provino de la corroboración de fantasías terroríficas en una realidad aterrorizante o toreándole un poder omnímodo a quienes en ese momento ejercían el poder político a sangre y fuego. En Alicia se hace carne el discurso del Poder: "Nada se podía hacer", y Alicia no hace nada:

Alicia quedó aislada de toda práctica colectiva de resistencia. ¿Incidió esto en el mantenimiento de su situación de desaparecida social? ¿Qué aspectos de su estructura previa abonaron el terreno para su identificación con los mensajes de la dictadura?

Estas reflexiones no tendrán respuesta desde la nosología psiquiátrica, no desde las categorías normativas de sano y enfermo definidas desde la ideología dominante. Tampoco será, posible encontrar el camino si nos dejamos subyugar por ciertas explicaciones psicoanalíticas, si éstas caen en reduccionismo al dejar de lado el contexto social, aunque profundicen en algún aspecto. Pensamos que dicho contexto es texto en la voz de Alicia cuando repite inerme los mandatos dictatoriales:"A pesar de mis dos hermanos desaparecidos llegué a creer que los desaparecidos no existían".



La presencia de lo social en lo psíquico.

La ilusión de la neutralidad



La principal dificultad que encontramos para pensar estas situaciones se encuentra en la neutralización de lo Social que se produce en el seno de la mayoría de las interpretaciones psicoanalíticas habituales. Siguiendo a Robert Castell, entendemos por neutralización a la operatoria, por la cual lo social pasa a ser siempre traducido en términos de la transferencia. Esta operación termina convirtiendo a la historia de un hombre en una serie de interpretaciones intimistas de corte privado, que en última instancia remiten únicamente a las determinaciones de un inconsciente individual ahistórico.

Al hablar de psicoanálisis, lo hacemos entendiendo, como Eduardo Menéndez, que no existe el "psicoanálisis" sino prácticas psicoanalíticas institucionalizadas y por lo tanto atravesadas por los conflictos y contradicciones de las fuerzas sociales qué se hacen cargo del ejercicio del psicoanálisis.

Resulta siempre conflictivo conocer lo insuficiente de nuestro instrumento de trabajo. Conocemos también la función adaptativa de nuestras nociones diagnósticos. Creemos necesario señalar las limitaciones de una práctica cuyas apropiaciones de lo social se hacen desde la no asunción plena de las implicancias sociopolíticas por parte de los profesionales que ejercen dicha práctica.



Desde esta perspectiva creemos ineludible para el desarrollo de nuestro instrumento de trabajo, revisar las diferentes posiciones que los terapeutas argentinos tuvieron frente a los consultantes durante la última década. Es una tarea ardua y compleja ya que los terapeutas estuvimos atravesados tanto por la situación de terror, como por campañas de acción psicológica desarrolladas por la dictadura.

Decimos algunas de las posturas adoptadas:

1 Hubo terapeutas que plantearon a sus pacientes la interrupción, del tratamiento analítico o se negaron a tomar en tratamiento a sujetos con actividad militantes haciendo explícito qué las causas de dicha decisión se encontraban en la imposibilidad personal de asumir el riesgo que significaría dicho tratamiento.

En estos casos, la explicitación del terapeuta de que ésta era su decisión personal, y el hecho de que los actos del paciente no quedaban calificados al menos de palabra, permitían al paciente cierta preservación. Dicha preservación era posible en la medida en que el terapeuta no ocupara el lugar del ideal. Sabemos muy bien lo difícil que esto resulta en la transferencia neurótica.

2 Por otro lado hubo actitudes terapéuticas de mayor actividad y menor prescindencia:



a) Se indicaba la suspensión de la militancia, sin explicar los motivos de dicha indicación.

b) Se interpretaba la militancia antidictatorial como patológica.

c) Se interpretaba Inactividad militante del paciente como resistencia al análisis.



Desde ya, esta segunda posición tuvo para los pacientes mayores consecuencias psicológicas ya que el terapeuta ocupaba de hecho el lugar del ideal de salud y desde allí calificaba las otras conductas.



3 Desde posiciones amparadas en la ilusión de la neutralidad psicoanalítico, muchos terapeutas trabajaron el material propuesto en sesión en forma disociada. Un ejemplo extremo de estas situaciones me fue planteado por un joven que consulta en mi consultorio particular en 1983. Este joven tenía una hermana desaparecida. La familia había simulado que no pasaba nada, adoptando a los hijos de la desaparecida sin volver a hablar de la ausente. Durante un prolongado análisis se produce el secuestro de una compañera de consultorio de su analista, y a pesar de que el consultante presencia el hecho desde la calle, en sesión no se habla de él.

Creemos que esta última situaciones demostrativa de las condiciones en que se desarrollaron muchos tratamientos durante estos años, aun en aquellos casos en el ejemplo citado, el terapeuta aceptaba asistir a personas que tenían cierto compromiso de riesgo con la situación política.

Desde luego, estas diferentes posiciones de los profesionales requieren un debate político-ideológico que no realizaremos en este artículo. Nos interesa aquí dejar planteada la necesidad de investigar sobre los diferentes efectos que producían en los pacientes y qué funcionalidad social tenían dichas posturas, más allá de las intenciones subjetivas de los terapeutas. Creemos que esta revisión resulta útil para constatar el atravesamiento ideológico de nuestra tarea profesional.

Será necesario bucear tanto en, nuestras implicaciones como en las de la teoría que manejamos para dar cuenta de las articulaciones entre lo social y lo psíquico, de lo psicoterapéutico y lo político.

Al comenzar en 1983 a difundir nuestro trabajo asistencial en el Equipo de Madres de Plaza de Mayo decíamos que no éramos neutrales frente a nuestros asistidos ni frente a la situación política de las que eran víctimas. Hoy cabe preguntarse si puede existir neutralidad en nuestro campo de trabajo frente a situaciones sociales que involucran tanto a los terapeutas como a los pacientes.

La psicoterapia y el psicoanálisis son prácticas sociales; no pueden estar ajenas a los múltiples atravesamientos que la situación social genera, ni en las instituciones públicas, ni en los consultorios privados. Esta afirmación es válida en las situaciones que como la dictadura agudizan la intrusión, y la manipulación inductiva de ideas. También lo es durante períodos histórico ?normales? ya que es una constante de toda práctica social.



2. Los usos de la psicología para el control social



La rotulación de enfermo mental para aquel que no tiene el comportamiento social esperado es uno de los articuladores del uso de la psicología para el control de los disidentes en toda sociedad. La denominación de "locas" que se endilgó a las Madres de Plaza de Mayo es la más grosera utilización en la Argentina de categorías psicopatológicas sobre quienes se enfrentan al discurso hegemónico.



Pero ésta no fue una maniobra aislada ni original por parte de la dictadura. Si hacemos memoria recordaremos cómo se fueron utilizando nociones psicopatológicas a lo largo de nuestra historia reciente en formas sutiles y sofisticadas y por lo tanto, más eficaces para el necesario control de los sujetos y sus desempeños sociales.

Recordemos: allá por los años 60, la militancia política fue considerada por algunos una "actitud psicopática" de acting out. En años más recientes, y producto de una activa inducción por parte de la dictadura, se interpreta toda resistencia al poder fascista como "actitud suicida".

Aun hoy se llega a proponer la "melancolía" del duelo sin elaborar como categoría de explicación exhaustiva para entender el reclamo de las Madres de "Aparición con vida".

Es con la misma tendencia simplificadora y reduccionista, y por lo tanto encubridora de una dimensión esencial, que se tiende a visualizar la pertenencia a organismos de familiares de desaparecidos como simple restitución narcisística frente a la pérdida traumática que han sufrido.

Abundan hoy los términos psicológicos, tanto en discursos políticos como en caracterizaciones pseudo sociológicas. Así, resulta calificado de "inmaduro" o "infantil" todo aquel que reclama sus derechos en el nuevo período de gobierno constitucional.

Nuestra oposición a todo intento de psiquiatrización de los problemas sociales se funda en una posición ideológica y política pero también teórica en lo que concierne a la dimensión de lo psíquico.

Hemos denunciado la intención de colocar en el lugar de la locura a todo aquel que disienta con el poder. Necesitamos enfrentarnos a esta tendencia encontrando las articulaciones entre las distintas prácticas en las diferentes situaciones históricas en que éstas se expresan.

Así, por ejemplo, creemos, que es necesario reflexionar sobre las experiencias particulares de cada país en cada momento histórico para poder precisar la importancia relativa de cada mecanismo de control social.

Robert Castel dice, a propósito de este tema refiriéndose en particular a los países centrales: ?Ya no es la hora de la espada y el hisopo, sino la de las acciones psicológicas?. Sin entrar a discutir aquí la validez de, su afirmación en los casos citados por Castel, creemos que en la Argentina, donde abundan la miseria y la enfermedad, se siguen usando la medicina y la promoción de salud como factor de control. Por otro lado, el uso de las armas sigue siendo el método privilegiado para la opresión como lo demostró la feroz y sistemática represión desatada desde 1976.

Coincidimos sí con Castel en la importancia creciente que tiene hoy la psicología utilizada para el control de la disidencia y el logro del consenso social, aun en aquellos momentos en que las otras formas de dominación resultan menos evidentes.

Retornemos aquí el relato de Alicia. Ella se autodenomina enferma y, en la medida en que acepta ese lugar, recurre inicialmente a la consulta. Queda montado así un dispositivo que posibilitará la descalificación de los juicios de Alicia sobre la realidad.

En la comunidad profesional resulta más sencillo abordar consultantes que como Alicia se ubican en el lugar de la locura. Esto nos plantea un problema sobre el que habría que reflexionar en conjunto: el de la delegación por, parte de los miembros de una comunidad de la gestión de su salud en un ?experto? y en una "tecnología" que la tramita.



3. Una experiencia particular



¿Qué ocurre con nosotros frente a personas que, como las Madres asumen el rol de actores protagónicos y pugnan por instituir otro orden más justo?

¿Qué ocurre cuando, al no dejarse colocar en un lugar descalificado, van institucionalizando otro modelo de salud, y se van apropiando de su gestión?

¿Puede nuestro cuerpo teórico dar cuenta de la situación generada en la asistencia a personas que se constituyen en grupos contra hegemónicos?

Durante nuestra experiencia hemos ido reflexionando sobre algunas de estas cuestiones.

En primer lugar, nos hemos preguntado acerca, del proceso realizado por estas mujeres. ¿Cómo han podido saltar del pequeño mundo doméstico al mundo público, a la Plaza? ¿Qué condiciones históricas, sociales y personales fueron necesarias para este pasaje? ¿Cómo eran antes? ¿Qué consecuencias genera este proceso en el plano familiar, personal, y en el ámbito psicosocial? ¿Cambia en algo su lugar de mujer y madre?

Será necesario investigar en profundidad sobre estos procesos. Es probable que descubramos que el lugar que estas mujeres tenían en su familia y, en el mundo fueron cuestionados de raíz, para poder así protagonizar y dirigir un movimiento que peleaba por sus hijos.

Decía una Madre: "Me siento avergonzada, yo le hacía postres ricos a mi hijo, para que no se fuera a sus reuniones políticas y se quedara en casa. Yo le cocinaba para retenerlo". Ella había asumido un lugar otorgado por la comunidad: debía tener a su hijo en casa mucho tiempo para impedir que corriera riesgos.



Las Madres comienzan por verse golpeadas en su intimidad y salen inicialmente a defender a sus hijos. En su lucha colectiva van produciéndose modificaciones personales y reestructuraciones familiares. Es así como pasan de ser transmisoras de ideología a transformarse en actores protagónicos que llegan a realizar formulaciones éticas y políticas de contenido profundamente cuestionador de las ideas hegemónicas.

Las Madres sintetizan su proceso con una frase revulsiva, diciendo: "Nos parieron nuestros hijo?. Se ha subvertido un orden y se rompen ciertas escisiones en esa práctica colectiva. La tradicional escisión entre mundo público y mundo privado, entre mundo doméstico y mundo político se rompe, develando las articulaciones cómplices entre las instituciones de la sociedad.

Con este movimiento en pleno curso nos encontramos un grupo de terapeutas que solidariamente nos acercábamos para ayudar también con nuestro instrumento de trabajo.

¿Qué nos pasó al cruzar la puerta de la Casa de las Madres y ponemos a su servicio? ¿Qué condiciones nuestras y de la psicoterapia, históricas, sociales y personales fueron necesarias? ¿Qué pensábamos antes? ¿Qué consecuencias tendrá esta particular inserción en un movimiento con fuertes repercusiones políticas?

Partimos de asumir una posición política en forma explícita. No hubiera sido posible de otra manera el encuentro con las Madres. La posición política y la intención solidaria fueron condición necesaria pero no suficiente.

Fue necesario que revisáramos lo que había sido nuestra formación allá por los años '60, repensar los cuestionamientos que en aquellos años conmovieron a las instituciones psicoanalíticas, reflexionar sobre lo aprendido en las distintas experiencias profesionales de acción comunitaria.

Todos estos planteos que habían quedado congelados en su mayoría durante la dictadura se habían podido mantener vivos en pequeños grupos (marginales a lo dominante en el medio profesional). Pusimos a trabajar todo nuestro bagaje conceptual para lograr un instrumento de trabajo al servicio de los familiares de los desaparecidos, para poder asistir, analizar, sostener a estas personas, víctimas de la represión política.

Pero hubo un hecho definitorio que marcó nuestra tarea, estas madres no asumían la tradicional posición frente a los terapeutas, no otorgaban el poder absoluto al experto que "sabe". Ellas estaban aprendiendo en su lucha que la escisión entre sujetos actores-productores y sujetos objetos pasivos y portadores sólo servia para sostener el orden en el que vivimos.

También en nosotros y en nuestra tarea se subvertía el orden y tuvimos así otro lugar, el de acompañantes. Es un lugar en permanente construcción: las Madres van modificando sus necesidades de asistencia psicológica específica y nosotros investigamos permanentemente cómo operar más eficazmente desde un lugar redefinido pero específico de accionar psicológico.

Es este trastrocamiento de lugares y saberes, que obliga a redefinir roles y posiciones, una consecuencia esencial de nuestro trabajo.

Esto ocurre al insertarse en un movimiento que, como el de las Madres de Plaza de Mayo, es construido y dirigido por sus propios protagonistas en forma colectiva y que está dispuesto a ir, hasta el final por la resolución de su problemática.





Conclusiones



Muchas veces las Madres han visto ignoradas sus formulaciones éticas o políticas en nombre de su dificultad para "'elaborar la pérdida y aceptar la realidad". Muchas veces, en nuestro medio profesional sucede algo parecido. El tema de los efectos psicológicos de la represión política corre el riesgo de quedar afuera del debate teórico.

"La experiencia de ustedes es muy valiosa, claro, es otra cosa" me decía un psicoanalista hace poco. Y éste es un punto central del debate.

Para poder avanzar en nuestras concepciones teóricas debemos estar realmente dispuestos a sostener las crisis en la teoría que devienen de la interpretación de estas prácticas.



Marzo de 1986

Fuente: http://www.eatip.org.ar/textos/efectos/psicontrol.htm



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