Joan Caballé Domenech
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Publicado el: 07/10/2017

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No hubo historia hasta el inicio de la civilización - antes de este hecho se le denomina prehistoria, como todos sabréis -. Pero bien, no estamos
aquí para adentrarnos en esta cuestión, más bien en la contraria: ¿Cuando ocurrirá un fin de la historia? La respuesta, si mantenemos la posición de inicio de la historia=inicio de la civilización, es obvia. La historia termina donde la civilización lo hace, algo que no se tiene claro cuando va a suceder, pero sí podemos darnos cuenta de que ya está empezando.

Se puede ver en el caso de la caída de la Unión Soviética: ya no quedaba alternativa: capitalismo o muerte. En esa situación, Francis Fukuyama declaró ”el fin de la historia" puesto que ya no quedaba más camino que el del capital. Años después, en 2008, estalla una de las crisis más grandes desde la catástrofe del 29 y que tuvo unas consecuencias similares, ascenso de la ultraderecha y el regreso del totalitarismo, pero con una gran excepción. No existía alternativa comparable a la del comunismo, mucho menos una escapatoria a la tecnocracia, la cual avanza de forma imparable desde la revolución industrial. Los puestos de producción quedan asignados a máquinas, los de logística y servicios empiezan a estar invadidos por ellas. Al ser humano - cada vez más envejecido - se ve relegado a consumir, ignorando la procedencia de los productos y abandonando la compañía ”offline" y viéndose inmerso en - como diría Bauman - una sociedad líquida, que cada vez se va desintegrando más y más, probablemente terminando en un fin casi completo de la sociedad, y, si no cambia el rumbo, con la civilización. Ahí es donde comenzará el fin de la historia.

¿Y que características tendrá este fin de la historia? Se deduce que estará marcado por la técnica, y por un individualismo que más que liberador, será esclavizador, también se encontrará la creencia de 2 conceptos antagónicos, como lo podría ser defender la libertad de expresión, y a su vez, intentar prohibirla (algo que cada vez se vuelve más frecuente en todo el espectro político). Finalmente, he de mencionar el hecho que me parece más aterrador: la perdida de autoconsciencia, ya no se podrá distinguir entre lo que está razonado por nosotros o no, se procederá a un estado enorme de la disonancia cognitiva, donde en vez de debatir, intentaremos esparcir nuestra ideología lo más posible con el fin último de abarcar cada mente, cada pensamiento y lo peor: cada escrito que pueda ser leído.

Me despido, un enorme abrazo. Nos veremos en 1984

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