Género, verdad y el problema de las biografías imposibles

Yair Buonfiglio
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Publicado el: 10/05/12

    


Reflexiones en torno a La mujer en cuestión, de M. Teresa Andruetto*

Uno de los elementos que quizás resulte más llamativo al momento de leer La mujer en cuestión es, sin duda, el particular estilo en el que está narrada la ”historia". No resultaría completamente obvio, entonces, aclarar en primera instancia que la obra a la que nos referiremos en este trabajo, es una novela. Y, por incongruente que parezca, resultaría pertinente señalar también que uno de los principales indicios que conducen al lector a inferir el tipo de texto del que se trata no se encuentra en su interior, bajo la forma de alguna marca textual ”aunque sin duda las hay ”sino que , por el contrario, se halla entre lo que Genette denominó paratextos.

 

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Reflexiones en torno a La mujer en cuestión, de M. Teresa Andruetto*

Uno de los elementos que quizás resulte más llamativo al momento de leer La mujer en cuestión es, sin duda, el particular estilo en el que está narrada la ”historia". No resultaría completamente obvio, entonces, aclarar en primera instancia que la obra a la que nos referiremos en este trabajo, es una novela. Y, por incongruente que parezca, resultaría pertinente señalar también que uno de los principales indicios que conducen al lector a inferir el tipo de texto del que se trata no se encuentra en su interior, bajo la forma de alguna marca textual ”aunque sin duda las hay ”sino que , por el contrario, se halla entre lo que Genette denominó paratextos.

En efecto, si el texto no apareciese publicado en forma de libro (es decir, una forma más o menos comercial destinada a un público, cuando no masivo, al menos amplio y no del todo controlable), y si la editorial no hubiese clasificado a la obra como ”narrativa", o incluido una síntesis biográfica con los principales textos literarios de la autora, hubiese resultado muchísimo más dificultoso ”cuando no imposible ”determinar con claridad la clase de escrito ante la que nos encontramos. De hecho, cualquier otro marco en el que el texto se hubiese situado, habría dado origen a lecturas e interpretaciones bien diferentes a las que ofrece la categoría ”narrativa".

El primer problema, o más bien, el problema que se nos plantea a priori es, entonces, el problema del género. Bajtín (1990) planteó la cuestión de los géneros discursivos en una relación casi indisociable con el estilo, es decir, con las particulares formas del lenguaje que se utilizan en las diferentes instancias de expresión/comunicación, que podrían ser utilizadas como categorías clasificatorias de los enunciados. Foucault (2005), sin dejar de tener en cuenta que cada forma del discurso presenta sus particulares características de construcción, puso énfasis en los procedimientos de producción/distribución de los enunciados, esto es, quiénes, bajo qué condiciones, y en qué términos pueden decir qué cosas. Este último criterio pondera, entonces, el ámbito de enunciación/circulación por sobre las formas o el contenido puesto que, como demostró 1), un texto médico/jurídico puede llegar, incluso, a producir ”aunque no sólo ”los mismos efectos que un enunciado inscripto en el género humorístico.

Ninguna de estas perspectivas nos permitiría, en principio, fundamentar la pertenencia de la obra a un subgénero de la literatura. El estilo, en el que tanto énfasis pone Bajtín, presenta elementos 2) que lo asemejan más a un discurso detectivesco, policial, o incluso periodístico, pero que lo distancian ”a excepción de ciertos indicios, quizás sutiles para una lectura no analítica ”de lo que comúnmente se asociaría a lo literario. Por otra parte, la mera referencia a las instancias/ámbitos de producción y circulación del texto tampoco resultaría completamente definitoria. Resulta necesario, entonces, remitirnos, en términos mucho más empíricos, al modo en el que La mujer en cuestión es presentada y leída.

Pese a que afirmamos que una lectura descontextualizada del texto no permitiría inferir per se su pertenencia al género literario, se hace pertinente señalar, también, que una vez que la obra se nos presenta (ya sea por la editorial, o bien por su autora) como una novela no existen elementos que posibiliten negar esa condición. Su pertenencia al campo de lo ficcional se corresponde con la forma en que Kermode (1983) se refiere a la ficción: ”lo conscientemente falso".

En efecto, existe una consciencia de literaturiedad, en cuanto ese ca-rácter está atribuido, de alguna manera, por una convención: la obra se pre-senta como una ficción y, en términos generales, se recibe del mismo modo (aunque cabrían otras interpretaciones, una indagación del texto que lo fuerce a vincularse de manera directa con hechos ”reales" resultaría, desde nuestra perspectiva, inconsistente). Sin embargo, la falsedad que el mencionado autor propone sin demasiados cuestionamientos como un rasgo de la ficción amerita, al menos, ser problematizada.

Deberíamos preguntarnos, en este sentido, qué es, o más bien, qué significa la ”falsedad", interrogante que nos introduce directamente en el problema filosófico de la verdad, y por ello, nos sitúa en el compromiso ético de indagar y cuestionar los sentidos y los efectos que se vinculan con esta idea. Pese a no desconocer que ese tema es y ha sido objeto de un inagotable debate, un posicionamiento ético y epistemológico nos conduce a adscribir a la propuesta de Foucault (2003), quien ”siguiendo a Nietzsche ”concibe a la noción de verdad como una producción social históricamente definida en relación con los efectos del poder. En este sentido, la verdad no es más que una propiedad del enunciado socialmente atribuida que define su validez y pertinencia para satisfacer la ”voluntad de verdad" (Foucault, 2005), esto es, el deseo humano de aprehender y ”conocer" (a modo del anhelo positivista) la cosa en sí (realidad exterior, objetiva) aunque le resulte, como plantea Nietzsche (s/d: 23), ”totalmente inalcanzable".

De una manera emblemática, la novela que nos ocupa ilustra la imposibilidad de arribar a un conocimiento absoluto, acabado o, siquiera, demasiado profundo y pormenorizado de las cosas, más aún cuando se trata ya no de objetos, sino de sujetos. La historia presenta a un Informante (narrador - ¿protagonista?) que es ”mandatado" a investigar la vida de una mujer. Del modo ”más objetivo posible"4) , este informante presenta sus resultados en un ”informe" en el que, sin embargo, se plantean más dudas que certezas acerca de la vida de la investigada.

La novela nos muestra, en este sentido, cómo el investigador intenta conciliar diferentes testimonios formulados desde distintas perspectivas y a partir de posicionamientos muchas veces divergentes o contradictorios para configurar una ”biografía" de Eva Mondito. Sin embargo, se encuentra (y nos encontramos) con diversas dificultades que operan como excelentes metáforas de los impedimentos para conocer ”lo real": testimonios ”como se mencionó ”contradictorios, silencios, especulaciones, incongruencias y hasta mentiras. Ante estas circunstancias, el Informante opta por hacer propias las voces que le resultan más verosímiles o que coinciden con otras; sin embargo, esto tampoco aseguraría del todo la veracidad de los presupuestos que a partir de allí se conforman. La intencionalidad del investigador, en correspondencia con la de su ”mandante", no está tampoco explicitada, aunque queda claro que se interesa especialmente por ciertos aspectos y circunstancias de la vida de la investigada, y que su propósito dista de ser el bosquejar una biografía completa y ”neutra" de Eva Mondino.

Sin embargo, sí se manifiesta en el personaje un interés por la persona, y no por un acontecimiento o proceso en particular que pueda tenerla como partícipe. La cosa en sí (Eva Mondito), que a partir de un método científico con pretensiones de objetividad y neutralidad se intenta aprehender resulta, como se concluye hacia el final del texto, incognoscible en su totalidad. Tal como señala el propio Informante ”[tengo] la convicción de que las razones de los seres humanos son inescrutables y que nunca se podrá saber del todo quién es en realidad Eva Monditoâ?¦" (Andruetto, 2009: 155).

Nos quedan entonces, a partir de los ejes de sentido que hemos intentado delinear, dos interrogantes que, lejos de poder responderse en esta instancia, nos invitan a reflexionar respecto de ideas, prácticas, y modos de interpretar los enunciados acerca de la realidad que muchas veces, por naturalizados, pasan desapercibidos. En primer lugar, si un estilo técnico o científico puede ser utilizado ”tal es el caso ”como una estrategia narrativa para construir una ficción, es posible que el mismo procedimiento configure, en otras instancias, otros enunciados, ya no con el propósito de ser recibidos convencionalmente como literatura sino, quizás, con la intención de establecer en las representaciones colectivas ideas acerca de la ”realidad" que puedan ser tan arbitrarias como lo fue la imaginación de María Teresa Andruetto.
En segundo lugar, aunque en estrecha vinculación con el primer planteo, el texto nos propone cuestionar los límites entre la realidad y la ficción, lo verdadero y lo falso. En este sentido, si la realidad resulta inaprensible en su totalidad, si un enunciado, por más ”verdadero" que se lo considere socialmente, nunca se corresponderá en un todo con la cosa en sí, y si podemos ser conscientes de que el lenguaje permite construir ideas acerca de la realidad no sólo en la literatura, entonces cabría preguntarse si podemos reducir lo ”conscientemente falso" sólo al campo de la literatura, o bien, si toda la producción enunciativa ”o al menos buena parte de ella ”tiene algo de literario.




* Yair Buonfiglio. Licenciatura en Letras Modernas. Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC

1) Cfr. FOUCAULT, M. (2007): Los Anormales. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, p. 19
Nos referimos, principalmente, a las oraciones impersonales (en voz pasiva o en tercera persona), la utilización de un vocabulario técnico, la referencia del narrador a sí mismo en tercera persona, las citas textuales, la referencia a ”fuentes" de información, su contrastación, la mención de un presunto destinatario singular, etc.
2) Como el modo en el que se describen los encuentros del narrador con sus informantes y, especialmente, con Eva. Aquí podríamos reconocer dos ”niveles" de la novela: la historia de Eva, relatada por el Informante, y la historia del propio detective inmerso en su labor. Esto sería, sin embargo, motivo de un análisis más específico.
4) Esto es, utilizando estrategias discursivas que generan esa idea en el lector, como el uso de la voz impersonal o de la tercera persona, las citas textuales, e incluso los ”anexos" donde aparentemente constaría la totalidad de la información recabada sin procesar.


Bibliografía

ANDRUETTO, M. (2009): La mujer en cuestión. Buenos Aires: Debolsillo
ALTAMIRANO, C. y SARLO, B. (1983): Literatura/Sociedad. Buenos Aires: Hachette
BAJTíN, M. (1990): ”El problema de los géneros discursivos". En Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI
FOUCAULT, M. (1992): Microfísica del poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta
-------------------- (1998): ”¿Qué es un autor?". En Litoral, Nº 25/26, abril de 1998. Córdoba: Ediciones de la école lacanianne de psychanalyse
-------------------- (2003): La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Gedisa
-------------------- (2005): El orden del discurso. Buenos Aires: Tusquets
KERMODE, F. (1983): ”Ficciones". En El sentido de un final. Estudios sobre la teoría de la ficción. Barcelona: Gedisa
NIETZSCHE, F. (s/d): Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos



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