El Tractatus; un camino a ninguna parte y a todas

Oscar Iván Arenas Mozo
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Publicado el: 15/04/09

    


Existe en nuestra forma de pensar un fenómeno recurrente que se le ha llamado sobre-interpretación; sin éste quizá toda hermenéutica desaparecería. Algunos psicólogos han derivado este fenómeno de nuestra tendencia natural a pensar en términos que involucran identidad y semejanza. Esto quiere decir, el pensamiento tiende a pensar cualquier cosa como relacionada con cualquier otra, sea en semejanza, continuidad, contigüidad y analogía. En el pensamiento todo está relacionado, en cierto modo, con todo.

 

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Presentado por: Oscar Iván Arenas Mozo. Estudiante de filosofía de la Universidad del Rosario. 14 de abril de 2009

El Tractatus; un camino a ninguna parte y a todas



Ludwing Wittgenstein.

Existe en nuestra forma de pensar un fenómeno recurrente que se le ha llamado sobre-interpretación; sin éste quizá toda hermenéutica desaparecería. Algunos psicólogos han derivado este fenómeno de nuestra tendencia natural a pensar en términos que involucran identidad y semejanza. Esto quiere decir, el pensamiento tiende a pensar cualquier cosa como relacionada con cualquier otra, sea en semejanza, continuidad, contigüidad y analogía. En el pensamiento todo está relacionado, en cierto modo, con todo. De aquí radica lo que llama Adolfo Vásquez Rocca 1) la paranoia en la interpretación. él dice; ”la diferencia entre la interpretación sana y la interpretación paranoica radica en reconocer que esta relación (entre las cosas) es mínima y no, al

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1 Adolfo Vásquez Rocca es Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Postgrado en la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Universidad Andrés Bello.

revés, deducir de este mínimo lo máximo posible. Para leer el mundo y los textos sospechosamente, es necesario haber elaborado algún tipo de método obsesivo" (Ver ”La influencia de Nietzsche sobre Freud"). El problema radica cuando no puede ser entendido un autor con una interpretación sana, sino que se necesita una sintomática. Así, Adolfo Vásquez se pregunta si deben entonces ser leídos estos autores de forma tal que sea imposible para la mente sana comprender tal lectura, conectando términos de forma laberíntica.
Wittgenstein es uno de esos autores. Cuando se lee bien el Tractatus Logico-Philosophicus se tiene la sensación de haber comprendido algo, pero no qué. Ello radica en que la mente sana lucha contra la enferma en el proceso de la interpretación. ¿Cómo entender a Wittgenstein cuando dice que los aforismos del Tractatus deben ser comprendidos para reconocer en el acto que no tienen sentido? ¿Cómo entender a alguien que dice cosas que no tiene sentido? Parece esto sólo un juego de palabras. Aunque tal vez no. Lucha constante entre el pensamiento sano y el enfermo. Apartaré, entonces, mi mente sana y dejaré hablar a su opuesta.
Con la tendencia de éste tipo de pensamiento a asociar todo de forma paranoica puedo decir que existe una semejanza entre en la concepción que tiene Wittgenstein de la filosofía y la que tiene Freud de la psicología. Tal comparación nos permitirá comprender de mejor forma la naturaleza de los aforismos del Tractatus.
Llevaré en este ensayo el siguiente orden: primero exploraré la comparación Wittgenstein/Freud, luego analizaré los pensamientos de Wittgenstein sobre los límites del lenguaje y por qué la filosofía (como la ética, la estética, la religión) quedan por fuera de lo que es posible decir. Después de ello, aplicaré lo dicho a un aforismo del Tractatus para ver su falta de sentido, y por último, saldré de éste y ”tiraré lejos la escalera".
El problema está en otra parte
Si debo asociar a Wittgenstein con Freud, creo que la única forma de hacerlo es por medio de la respuesta: ”el problema (filosófico o mental) está en otra parte". ¿En cuál otra? En la incomprensión de la materia de que se trata. En eso está el problema. En sentido estricto, para los autores no hay problema filosófico o de la enfermedad mental, sino incomprensión de la lógica del lenguaje y del sistema anímico.
Encuentro que estos dos autores se parecen porque tuvieron el mismo pasado a sus espaldas y tomaron la misma actitud respecto a él. Tanto los psicólogos como los filósofos anteriores a nuestros dos autores pretendían crear teorías que dijesen La Verdad sobre lo que trataban. Actuaban, como bien lo dijo un profesor mío, derrumbando al anterior y construyendo sobre su cadáver. En un sentido teatral, decían ”no, todos los anteriores se equivocaron, pero yo si sé La Verdad y se las voy a decir". Wittgenstein y Freud rompen con esta cadena de la posesión de La Verdad y se miran a ellos mismos, a sus teorías, a su pasado. La culpa de que no hayamos podido ponernos de acuerdo y explicar el mundo no la tiene este último, sino nosotros mismos.
Veámoslo con Freud y luego con Wittgenstein: la fobia a los caballos de un niño era tratada, antes del nacimiento del psicoanálisis, por el psicólogo como si el problema estuviera en la relación niño-caballo. El psicólogo hablaba con el niño para ofrecerle argumentos de que a los caballos no debe tenérseles semejante miedo: -Un caballo, recuerda- le dice el psicólogo- no es tan peligroso. Están amarrados y los jinetes los controlan. Son animales domésticos, sirven al hombre, etc., etc.- El niño, obviamente, no respondía a tan sabios consejos, persistiendo su miedo, y el psicólogo, por su parte, se rebanaba los sesos tratando de buscar más argumentos que demostrasen por qué los caballos no son tan peligrosos. Al no obtener respuesta simplemente catalogaba al enfermo como ”idiota incurable" y lo mandaba al manicomio de por vida a que lo llenaran de droga.
La innovación de Freud está en, no buscar más argumentos que demostrasen la docilidad de un caballo, sino responder: ”Los caballos no tienen la culpa. El problema está en otro lado. Está en la vida inconciente del individuo". Freud trató a un niño con esta fobia, y en vez de perder el tiempo tratando de resolver un problema que no existe 2), buscó dónde se hallaba; el niño había tenido una etapa de Edipo interrumpida donde su padre aún se sentía como amenazador para sus instintos. Una tarde el padre lo alzó en sus rodillas y jugaron al caballito, dejándolo caer fuertemente. El niño, luego, escuchó por boca de una criada de la casa que un caballo había mordido los genitales a un soldado. Quedo completada la significación: ”el padre me quiere castrar (dejar caer) para que no me quede con mi madre. Debo vivir con mi padre y sería muy displaciente que le huyera todo el tiempo. Traspaso entonces mi miedo paternal a los caballos". Una terapia con el fin de terminar la etapa de Edipo y perder el miedo al padre tiene dos ventajas: deja en paz a los caballos y cura al niño de la fobia. La curación al miedo de

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Tal vez aquí deba buscarse la solución de por qué la psicología y la filosofía han tenido una historia tan larga y sean catalogadas como teorías que se ocupan de materias dificilísimas; En efecto, no hay problema más difícil y demorado de solucionar que un problema que no existe.

los caballos radica en comprender que no hay problema con ellos, sino que éste está en otra parte. Comprender esto significa la disolución del miedo.
De forma parecida Wittgenstein no construye una teoría filosófica que ”solucione" el problema de la moral, del bien, de Dios, del sentido de la vida, etc. sino que responde: ”el problema está en otra parte. Está en <>" (TLP. ”Prologo".) Wittgenstein, entonces, en vez de aburrirnos con un tratado de mil hojas sobre cómo son posible los juicios sintéticos a priori, traza los límites al lenguaje con el fin de ver que allí, donde parecía haber un problema filosófico, no hay nada.
En este orden de ideas, Wittgenstein dice; ”La solución del problema de la vida se nota en la desaparición de ese problema (¿No es ésta la razón por la que personas que tras largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida, no pudieran decir, entonces, en qué consistía tal sentido?) (TLP. 6.521). Hay que hacer una salvedad aquí: No es que no haya problema en sentido estricto, pues en efecto si al niño fóbico se le acerca un caballo le da un ataque, y en efecto, todos tenemos esa <> por el sentido de la existencia, pero el problema no está allí, sino en otra parte. El problema planteado de la forma filosófica ¿cuál es el sentido de la vida? O de forma psicológica ¿qué hay que hacer para que el niño comprenda que los caballos no son peligrosos?, no existe, esto sí en sentido estricto, pero la inquietud, aquello que se mueve en lo más profundo de nosotros cuando pensamos sobre el sentido de la existencia, o el problema con el padre, sí existe, y es allí donde debemos atacar para solucionarlo.
En este sentido, tanto Wittgenstein como Freud ofrecen una respuesta doble: no hay problema filosófico, sino de incomprensión del lenguaje, no hay problema con los caballos, sino de desconocimiento del sistema anímico; y, el problema se soluciona con una correcta práctica psicológica (que comprenda el inconciente humano, o sea, el psicoanálisis), el problema se soluciona con otras prácticas distintas a la filosófica, como la literatura (León Tolstoi). En conclusión: ambos autores ofrecen una terapia para solucionar problemas. Su concepción de la psicología como de la filosofía es que ellas existen en la práctica, en su práctica. Son terapias para apaciguar la mente o el alma. No son Teorías, sino prácticas (no son un cuerpo doctrinal, sino únicamente su ejercicio. En otras palabras; la filosofía sólo existe practicándola).
La comparación no me conducirá a ningún lado más, pues aquí los autores parten por caminos totalmente distintos: el uno trata de fundar una ciencia (o sea, decir algo del mundo), el otro de depurar problemas filosóficos con la limitación del lenguaje.

La filosofía como un absurdo

Es bien sabido que Wittgenstein dejo a la filosofía por fuera de aquello de lo que se puede hablar. Esto lo hizo porque las proposiciones filosóficas no tienen sentido, están por fuera de lo decible. Para el autor el sentido de una proposición no es más que su bipolaridad; esto quiere decir, que pueda ser falsa como verdadera.
Para Wittgenstein el mundo es la totalidad de los hechos que son el caso. Ahora bien, entre los hechos no hay ninguna relación de causalidad, pues ellos son independientes entre si (atomismo lógico), esto quiere decir; que algo sea o no el caso no puede determinarse a priori, teniendo todos los casos la misma posibilidad de darse en el mundo. El mundo, para Wittgenstein, es casual.
El filósofo alemán introduce en su Tractatus una ”teoría" pictórica de la representación, según la cual una proposición genuina reproduce en la relación de sus elementos las mismas posibilidades lógicas del hecho que ”pinta". Por ejemplo; la proposición: ”Jaime golpeó a su esposa" reproduce las mismas posibilidades lógicas del hecho de que Jaime haya en efecto golpeado a su esposa. Ahora bien, la proposición tiene dos posibilidades; o reproduce todas las posibilidades lógicas del hecho, o no lo hace (la ”teoría" de Wittgenstein en este punto es dicotómica). Si lo hace es verdadera, si no, falsa. Y ese es su sentido.
Prevengo de malos entendidos: el sentido de la proposición no es, como es en Frege el referente, la Verdad o la Falsedad, sino la posibilidad de serlo. Ahora bien, el problema con las tautologías y las contradicciones es que degeneran la bipolaridad. Piénsese, por ejemplo, en la proposición ”Jaime ama a su esposa o no ama a su esposa"; allí ya no hay sentido, ya no hay posibilidad de que sea falsa, únicamente es verdadera. Las tautologías, por así decirlo, cierran la puerta de lo decible poniendo todas las posibilidades en verdadero. Las contradicciones cierran el otro extremo poniendo todas las posibilidades en falso; ”Jaime ama y no ama a su esposa".
¿Cuál es, entonces, el rasgo principal de la proposición, según Wittgenstein? El rasgo principal es que dicen algo del mundo; ya dije que éste era casual, luego, si una proposición es verdadera, pero era posible que fuese falsa, está afirmando algo del mundo, algo de su estado. ”Jaime golpeó a su esposa" nos dice algo de cómo es el mundo. ”Jaime ama o no ama a su esposa" o ”Jaime ama y no ama a su esposa" no dice nada. Observo, pues, que para saber si una proposición genuina es verdadera o no, debe irse al mundo a ”ver" si lo que dice es el caso, para una tautología o una contradicción no hay que hacer lo mismo. Eso se sabe de antemano.

La lógica y la matemática son aquí ”mandadas" a paseo como teorías que pueden decir algo del mundo. ”Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido" o ”Para ningún número real su raíz cuadrada puede ser negativa" máximo logran decirnos cosas sobre nuestro lenguaje, sobre nuestros símbolos, pero nada del mundo. Las ciencias naturales se ocupan de lo contingente, de lo natural, y por lo tanto sus proposiciones son genuinas. Las proposiciones de la ciencia natural no pueden, entonces, aspirar a ningún tipo de universalidad, de necesidad, pues todo lo necesario no dice sobre el mundo, es una proposición degenerada. ¿Qué sucede con leyes como la de la conservación de la energía?
Carlos Cardona, en su artículo ”La naturaleza de los aforismos del Tractatus Logico Philosophicus" responde a esta pregunta diciendo que las ”leyes" de la ciencia natural dicen del mundo (en efecto, no puede afirmarse que la ley de la conservación de la energía, que permitió llegar a la Luna, es un sin sentido, no dice nada sobre el mundo) ya que no son leyes universales, sino formas de leyes, o sea, formas de proposiciones por las cuales podemos incluir muchas que atrapen (o figuren) los hechos del mundo. De esta forma: ”la energía no se crea ni se destruye" no es una necesidad, así agreguemos ”Toda la energía nunca se crea ni se destruye", pues el mundo pudo haber sido de otra forma, y el fin de esa ”ley" es incluir muchas proposiciones que afirmen del mundo ”esta materia no se crea ni se destruye", ”ésta otra tampoco" etc.
¿Y la filosofía? ¿Dónde queda? Las contradicciones y tautologías cerraron las puertas de lo decible y ella se quedo más allá de esas puertas. ¿Más allá? ¿En lo eterno, supremo, perfecto? No, nada de eso. Wittgenstein únicamente dice: se quedo allá en lo indecible, en lo absurdo. Una frase como ”Y eso he Adriana allá comer" es igual a decir ”Todo lo real es racional, y lo racional, real" La última no es más elevada ni mejor que la primera.
Como bien se entiende cuando se ha estudiado filosofía, ésta pretende que su conocimiento esté ”más allá" del de las ciencias naturales, pues éstas se ocupan de lo que cambia, de lo perecedero (herencia griega) mientras que la filosofía se ocupa de lo que es, de lo eterno, perfecto, necesario. No importa que se esté hablando de metafísica o de empirismo, ambos tratan de encontrar lo necesario, sea en el mundo, sea en nuestro conocimiento. Cuando no es así, digamos cuando los empiristas dicen: ”Nosotros recibimos la idea de causalidad por acostumbramiento" y logran volverlo una forma de ley, entonces eso ya no es filosofía, sino psicología. Wittgenstein dice: ”El método correcto de la filosofía sería propiamente éste: no decir más que lo que se puede decir, o sea, proposiciones de la ciencia natural ”o sea, algo que nada tiene que ver con la filosofía" (TLP 6.53)
El punto neurálgico es que si la filosofía se ocupa de lo necesario y este mundo es contingente nada puede decir de él. ¿Se trata entonces de que las proposiciones filosóficas son tautológicas? Ni tautológicas ni contradictorias. Si hacemos una tabla de verdad de ellas sus valores no quedaran fijados en un solo valor de verdad, por ejemplo, con ”Todo lo real es racional, y lo racional, real" tiene una posibilidad de ser verdadera y una de ser falsa, todo depende de, si en efecto, lo real es racional. Pero ¿se trata entonces de proposiciones contingentes? Tampoco, pues pretenden necesidad. No puedo ir al mundo a ver si lo racional es real, sino que ésta proposición se postula a sí misma como innegable. Para Hegel el mundo es porque esa proposición es verdadera. Sin ella el mundo no existe, pues su esencia es la racionalidad.
Entonces las proposiciones filosóficas no son contingentes ni tautológicas. Están más allá de las proposiciones. No son proposiciones en sentido estricto, sino otra cosa, que hemos llamado absurdos. Por eso concluyo; la filosofía no puede decir nada, pues el decir es decir del mundo, y necesita que sus proposiciones tengan sentido (un sentido que señale algo del mundo), pero para tenerlo deben ser contingentes, bipolares, lo que la filosofía no es.
Una señal que no señala nada
Las proposiciones de la ciencia natural son como señales que señalan algo, las tautologías como señales con dos flechas apuntando a lugares opuestos, las contradicciones son señales con dos flechas que se apuntan entre si, y las proposiciones de la filosofía (y de todo lo indecible, como la ética, la religión y la estética) como señales que no señalan nada.
Volvamos al Tractatus un momento. Su primer aforismo dice: ”El mundo es todo lo que es el caso" (TLP. 1) Ahora aplico Wittgenstein a Wittgenstein y me pregunto ¿es una proposición? ¿Dice algo del mundo? Parece decirlo. ¿Puedo imaginarme que sea falsa? Aquí radica el problema; es una proposición que aspira a la universalidad; es una proposición filosófica. Y Wittgenstein era lo suficientemente honesto como para no darle un lugar especial a su filosofía. él era conciente de que su filosofía tendría el mismo destino que cualquiera: hablar de lo que no se puede hablar, hablar de lo absurdo. Por eso escribe: ”Mis proposiciones esclarecen porque quien me entiende las reconoce al final como absurdas, cuando a través de ellas ”sobre ellas- ha salido fuera de ellas. (Tiene, por así decirlo, que arrojar la escalera después de haber subido por ella)" (TLP. 6.54).
Estamos en el problema central del que quiero ocuparme ¿cómo entender a un autor cuando lo que dice es absurdo? Fíjense que no pregunto ¿cómo entender una teoría cuando es absurda? Sino ¿Cómo entender a un autor? Como bien lo esclarece Carlos Cardona en el artículo que cité más arriba, hay una diferencia crucial entre las dos preguntas. En la primera se esta tratando de entender algo que es absurdo, lo cual parece imposible, en la segunda a alguien que dice cosas absurdas. Sólo una interpretación obsesiva, imposible de seguir para la razón sana, sería capaz de sacarnos de este atolladero.
¿Cómo entender a Wittgenstein cuando escribe ”El mundo es todo lo que es el caso"? ¿Cómo podemos pasar a través de ella, sobre ella? Propongo lo siguiente, aunque esto no está hecho para ser entendido como entendemos los postulados de la ciencia; una señal de transito existe porque nos señala algo en el camino. Esa es su razón de existencia. Pido que me concedan que no puede existir una señal de transito sin esta función. Ahora bien, una señal de las ciencias naturales señala algo que está en el camino (la energía no se crea ni se destruye) y en efecto, después de ver la señal lo vemos, vemos lo que el letrero estaba señalando. Las tautologías y las contradicciones son esas señales que salieron mal de la fábrica (carretera con fallas geológicas y carretera en buen estado, o pare o no pare). Pero la señal del ”El mundo es todo lo que es el caso", la señal del Tractatus, es como una señal que señala algo allá, por fuera de la carretera. Nos bajamos del coche, vamos a donde señala y vemos que no hay nada, absolutamente nada. Nos preguntamos ¿cómo puede existir una señal que señala a ninguna parte? No, no puede existir. Volteamos a mirar de nuevo la señal y ya no está. Si nos quedamos allí parados buscando y buscando seguiremos el camino del filósofo que quiere hacer de la filosofía una Teoría de la Verdad. Pero si vemos que en efecto allí no había nada, y que lo que la señal estaba señalando era esa ausencia, su ausencia habremos comprendido el Tractatus, retornaremos a nuestro auto y dejaremos lejos la señal. Tiraremos la escalera lejos, muy lejos.



Bibliografía

Ludwing Wittgenstein. ”Tractatus Logico-Philosophicus". Editorial Alianza. Madrid, España. Colección; libro de bolsillo.
Cardona Suárez, Carlos. ”La naturaleza de los aforismos del Tractatus Logico Philosophicus". En El pensamiento de L. Wittgenstein
Vásquez Rocca, Adolfo. ”La influencia de Nietzsche sobre Freud". En http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=798




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